22 de agosto 2020 - 00:00

Uno no tiene principios hasta que esté dispuesto a perder dinero por ellos

La pandemia es una prueba ácida para los liderazgos y la sostenibilidad corporativa. El desafío es mantenerse fieles a los valores, especialmente en la adversidad.

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Gentileza: Revista de Marina

En un contexto adverso y absolutamente atípico como el que estamos atravesando, la competencia clave de quienes tienen responsabilidades de liderazgo en las organizaciones es el poder de “conectar” con el otro, y eso tiene que ver con la escucha, con la empatía y con la sensibilidad.

Sin dudas, es en las situaciones de crisis que el liderazgo se pone a prueba y es también en esos momentos cuando podemos darle un verdadero significado a la palabra equipo. Liderazgo y equipo son parte de la misma ecuación, no hay uno sin el otro.

Guiar al equipo en la tormenta requiere habilidades “extra” que no todos los managers tienen bien desarrolladas. Hoy, la habilidad para comunicarse y conectar con el otro se hace más crítica por la distancia y el aislamiento, en este escenario inverosímil e inédito que vive el mundo, como de ciencia ficción, con un gran impacto en los sentimientos y emociones de las personas, con la incertidumbre y la angustia a flor de piel.

Frente a este “combo” extremo en el que los líderes de las organizaciones nos ponemos a prueba, no hay manuales. Todos los paradigmas con los cuales veníamos trabajando y liderando equipos se rompieron en mil pedazos, no hay charla TED que nos dé una pista sobre cómo actuar.

En tan solo un par de días cambiamos nuestra forma de trabajar, dejamos nuestras oficinas y planteamos nuevos formatos de trabajo, nuevas formas de mantener vivas a nuestras compañías y, a pesar de la tormenta, sostener las fuentes de trabajo que desde allí se generan.

En este proceso, es todo un desafío desligarse de las emociones y valoraciones personales y trabajar de cara al staff para darles guía y acompañamiento, brindando contención y sosteniendo el mensaje de que todo está bien, pese a la adversidad que se atraviesa, aun sin tener “certezas” sobre lo que vendrá.

Esta es una prueba ácida para los liderazgos y para las organizaciones, para la sostenibilidad corporativa. El desafío es mantenerse fieles a los valores, especialmente en la adversidad. Hay un dicho que lo resume bastante bien, nunca supe de quien es, dice así: “Uno no tiene principios hasta que está dispuesto a perder dinero por ellos”.

Esta crisis va a generar un gran impacto en la relación de las personas con las organizaciones y las marcas y en el vínculo emocional a partir de cómo esas empresas se comporten en la crisis. Mantenerse fiel a los valores tiene que ser el principio rector, aun cuando la empresa deba enfrentar situaciones límite como el despido de empleados. Se trata de cuestiones que no tienen que ver con las desvinculaciones en sí, sino con la transparencia y la sensibilidad con que la organización lleve adelante esos procesos, a partir de una comunicación sincera y fundamentalmente humana con sus colaboradores.

Es tiempo de poner en primer plano la conciencia social y la gestión sustentada en valores para que sean la guía para navegar esta crisis. Porque liderar de manera comprensiva y empática durante estos tiempos difíciles tiene el potencial de crear conexiones reales y duraderas.

La pandemia puso en prueba de fuego muchas cosas dentro de las organizaciones: las herramientas tecnológicas, la organización del trabajo, la velocidad de reacción ante los imprevistos. Todos eso implica una fuerte exposición de los liderazgos y es donde los valores, tanto de las personas como de las organizaciones, van ser el recurso crítico para salir delante de esta crisis y de sus consecuencias.

(*) CEO de Randstad para Argentina y Uruguay.

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