18 de septiembre 2025 - 09:07

Democracia en jaque: erosión institucional, legitimidad en crisis y la encrucijada argentina bajo el gobierno de Javier Milei (Parte IV)

Extrema derecha y desquicio político. Introducción: el giro radical de la política argentina.

Milei asumió en 2023 e inauguró una nueva época para la política argentina.

Milei asumió en 2023 e inauguró una nueva "época" para la política argentina.

Mariano Fuchila

La irrupción de Javier Milei en la política argentina se inscribe en un fenómeno más amplio, el ascenso de la extrema derecha en el mundo contemporáneo. Desde Donald Trump en Estados Unidos hasta Jair Bolsonaro en Brasil, pasando por Viktor Orbán en Hungría o Giorgia Meloni en Italia, distintos liderazgos han canalizado malestares sociales mediante discursos antisistema, apelaciones emocionales y promesas de restauración del orden frente a un supuesto caos.

Alejandro Grimson (2023), en Desquiciados, analiza este proceso como un cambio vertiginoso en las coordenadas políticas y culturales de las sociedades contemporáneas. El concepto de “desquicio” no refiere únicamente a una pérdida de razón o moderación, sino a un desplazamiento de los ejes normativos que sostienen la vida democrática. En este marco, el caso argentino bajo el gobierno de Milei constituye un laboratorio de radicalización, donde confluyen discursos de odio, políticas económicas de shock y una narrativa política que glorifica la crueldad como forma de gobierno.

El discurso del odio como eje de la nueva derecha

Uno de los rasgos más significativos de la extrema derecha es la naturalización del odio como forma legítima de participación política. Grimson (2023) sostiene que esta corriente se caracteriza por transformar en virtud lo que antes era considerado un vicio: la intolerancia, la violencia verbal y la negación del adversario.

En Argentina, Milei ha convertido los insultos y las descalificaciones en parte central de su comunicación política. La categoría de “casta” funciona como un significante vacío que engloba a todo actor político tradicional, incluidos aquellos que no formaron parte del oficialismo anterior. Este dispositivo discursivo tiene dos efectos principales: por un lado, simplifica la complejidad social en una dicotomía moral entre pueblo puro y élite corrupta; por otro, habilita la estigmatización de cualquier actor opositor como enemigo del pueblo.

La proliferación de discursos de odio no se limita al espacio político formal. En redes sociales, figuras cercanas al oficialismo reproducen y amplifican estos mensajes, generando un clima de hostilidad permanente. La violencia simbólica se transforma en violencia estructural cuando legitima la exclusión de minorías, la persecución de opositores y la represión de la protesta social.

El sadismo como forma de gobierno

Grimson (2023) introduce una categoría provocadora, el sadismo político. Según el autor, la extrema derecha no solo acepta el sufrimiento social como costo inevitable, sino que lo convierte en una demostración de fuerza y coherencia ideológica. Gobernar implica, en este registro, infligir dolor a los otros para mostrar determinación.

El gobierno de Milei exhibe esta lógica en múltiples decisiones. Los recortes de programas sociales son presentados como castigos necesarios para terminar con el “parasitismo estatal”. El aumento abrupto de tarifas se justifica como un sacrificio indispensable para alcanzar la libertad económica. La represión de manifestaciones se celebra como un acto de autoridad frente al desorden. En todos estos casos, el sufrimiento no es ocultado ni minimizado, sino reivindicado como signo de autenticidad política.

Este rasgo diferencia a la extrema derecha de las políticas de austeridad aplicadas por gobiernos neoliberales en décadas anteriores. Mientras estos solían enmarcar los ajustes como medidas dolorosas pero transitorias, el libertarismo argentino los presenta como actos heroicos que revelan la fortaleza del líder y la moralidad de su causa.

3.4. La construcción de enemigos internos

El desquicio político también se manifiesta en la proliferación de enemigos internos. El discurso libertario identifica como amenazas a la democracia a los sindicatos, los movimientos sociales, los periodistas críticos, los economistas de su mismo marco teórico, las universidades públicas y hasta organismos internacionales de derechos humanos.

Esta estrategia de señalamiento cumple varias funciones:

  • Genera cohesión en torno al líder, al construir un enemigo común.
  • Justifica el uso de la fuerza represiva contra sectores de la sociedad civil.
  • Deslegitima instituciones intermedias que podrían funcionar como contrapesos democráticos.

La demonización de actores sociales no es una invención local. Como subraya Grimson (2023), se trata de una estrategia global de la extrema derecha, que transforma la política en un campo de batalla moral, donde la negociación y el compromiso son sustituidos por la lógica amigo/enemigo (Carl Schmidt).

La espectacularización de la política

El estilo comunicacional de Milei refuerza la dimensión espectacular de la política. Desde sus apariciones televisivas como economista mediático hasta sus intervenciones en redes sociales, el actual presidente construyó su liderazgo en un formato de show permanente. Esta espectacularización, lejos de ser superficial, cumple una función estructural: transforma la política en entretenimiento, reduce los debates complejos a consignas impactantes y refuerza la centralidad del líder como figura carismática.

En Desquiciados, Grimson (2023) subraya que este proceso implica un vaciamiento de la deliberación pública. Cuando la política se convierte en espectáculo, los argumentos racionales pierden relevancia frente a las emociones intensas. El resultado es una democracia degradada, en la que los ciudadanos ya no discuten proyectos colectivos, sino que consumen escenas de confrontación diseñadas para generar adhesión o rechazo visceral.

3.6. La dimensión global del desquicio

El caso argentino se inscribe en un patrón más amplio de radicalización política. En todos los contextos donde la extrema derecha ha avanzado, el desquicio implica:

  • La erosión de consensos democráticos básicos.
  • La naturalización del odio como herramienta política.
  • La glorificación de la crueldad y el sufrimiento social.
  • El debilitamiento de instituciones intermedias.
  • La transformación de la política en espectáculo.

La particularidad argentina reside en la combinación de estos elementos con una crisis económica crónica y una sociedad con alta propensión a la movilización, el día de ayer es un ejemplo. En este sentido, el desquicio no solo altera las reglas de la democracia, sino que exacerba tensiones preexistentes, poniendo a prueba la resiliencia institucional del país.

Riesgos para la democracia

El avance de la extrema derecha plantea riesgos concretos para la democracia argentina:

  • Debilitamiento institucional: al deslegitimar al Congreso, a la Justicia y a los organismos de control, el gobierno concentra poder en el Ejecutivo.
  • Normalización de la violencia: los discursos de odio y el sadismo político incrementan la aceptación social de la represión y la exclusión.
  • Fragmentación social: la división entre “casta” y “pueblo” erosiona la posibilidad de construir consensos amplios.
  • Desafección ciudadana: la espectacularización de la política reduce la participación a la adhesión emocional, debilitando el compromiso cívico.

Estos riesgos no son hipotéticos; se materializan en decisiones concretas que afectan la vida cotidiana de los ciudadanos, desde el acceso a derechos básicos hasta la posibilidad de expresarse libremente en el espacio público.

Conclusión

El concepto de “desquicio político” resulta fundamental para comprender la dinámica del gobierno de Javier Milei y su inserción en la ola global de extrema derecha. Más que un conjunto de medidas aisladas, se trata de un proyecto cultural y político que redefine los límites de lo aceptable en democracia.

El odio, el sadismo y la espectacularización se convierten en pilares de un nuevo orden que amenaza con vaciar de contenido a la democracia representativa. Frente a este escenario, el desafío no es solo resistir políticas específicas, sino reconstruir las bases normativas y culturales que sostienen la convivencia democrática.

En este sentido, la Argentina enfrenta hoy una encrucijada; aceptar el desquicio como nueva normalidad o reivindicar la democracia como un proyecto de igualdad, pluralidad y deliberación. La resolución de esta tensión será decisiva para el futuro político del país.

Doctor en Ciencia Politica, Master en Politica Económica Internacional, director de Hacer.com.ar, Canal YouTube: @DrPabloTigani

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