17 de abril 2022 - 12:27

Cómo conseguir dólares: del "ajuste recesivo" al "cambio estructural"

Uno de los principales denominadores comunes de las crisis y las constantes dificultades que atraviesa nuestra economía es el déficit externo, básicamente la "falta de dólares". No hay recetas fáciles.

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Argentina atraviesa ya varios años de recurrentes crisis económicas que fueron acumulando malos resultados: hace 50 años que desacoplamos nuestro crecimiento del crecimiento mundial, llevamos diez años de crisis y estancamiento, la pobreza es cada vez mayor, la inflación crece… los resultados económicos y sociales invitan a revisar los errores y repensar los objetivos de política para salir del laberinto.

Uno de los principales denominadores comunes de las crisis y las constantes dificultades que atraviesa nuestra economía es el déficit externo, básicamente la “falta de dólares”. Este es un problema recurrente en nuestra economía, que se conoce como “restricción externa”, y que funciona como una piedra detrás del acelerador: limita la velocidad a la que puede ir la economía, y cuando se trata de forzar una marcha más, el motor se ahoga y se desgasta, haciendo que el auto entero funcione cada vez peor. Sin ingreso de divisas, es imposible financiar el crecimiento, que requiere de importaciones tanto para el consumo como para la producción.

Las causas de la “restricción externa” varían, pero pueden sintetizarse en dos grandes rubros: malas gestiones macroeconómicas y un mal desempeño exportador. Las consecuencias, por su parte, son un poco más unívocas. La “restricción externa” no es otra cosa que un desequilibrio económico: la demanda de dólares sistemáticamente supera a la oferta, generando un déficit y una presión sobre el mercado cambiario. Y todo desequilibrio, cuando perdura en el tiempo, se resuelve necesariamente con algún “ajuste”, si se me permite eximir al término de la carga negativa habitual.

El problema no es que la economía (o la política económica) “ajuste”, que es algo inevitable ante un desequilibrio de este tipo, sino el tipo de ajuste. Las respuestas habituales son devaluaciones, cepos cambiarios y en casos extremos restricciones al pago de las importaciones, todas medidas que resuelven el desequilibrio por el lado de la demanda, desalentando (o directamente prohibiendo) la compra de divisas. Si bien es entendible la necesidad coyuntural por abordar algunas de estas medidas, es importante comprender que solo son parches de corto plazo que no resuelven el problema de fondo. Y todas, de alguna manera, son contractivas: porque reducen el poder adquisitivo del salario y el consumo, porque desalientan la inversión o porque encarecen o limitan la producción. Por eso es que en la academia a esta forma de “ajuste” por el lado de la demanda se la conoce como “ajuste recesivo”.

El problema de este tipo de ajustes es que eventualmente la restricción externa vuelve a asfixiar a la economía porque persiste la causa estructural, que es la escasa oferta de divisas. Es por eso que en la academia se suele enfatizar en un segundo tipo de “ajuste”, que es el “ajuste estructural” o “cambio estructural”. Este es el tipo de “ajuste” deseable, donde con un incremento sostenido de la oferta económica y productiva se generan mayores ingresos de divisas que permiten sostener los niveles de demanda.

Obviamente, lograr esto es mucho más difícil de lo que suena. Repasemos un segundo las posibles fuentes de divisas de un país: endeudamiento, inversión extranjera y exportaciones. El primero de ellos se encuentra cerrado para nuestra economía, justamente por las malas gestiones macroeconómicas mencionadas previamente, y hoy se encuentra más del lado de la demanda de divisas (por los pagos a acreedores) que de la oferta. Las otras dos también se benefician de una macroeconomía ordenada, pero a su vez requieren de condiciones y un esquema de políticas que promuevan la inversión e incentiven a los productores a comercializar sus productos en el exterior.

Es por eso que, pese a que muchas personas enfatizan en que lo que hace falta es meramente un “shock de confianza”, lograr un aumento de la oferta de este tipo es bastante más complejo, fundamentalmente en un contexto como este. Un incremento inicial de confianza puede generar un ingreso de dólares que estaban “fuera del sistema”, pero esto es un ingreso de una vez y no un sendero de incremento sostenido de la oferta. Para ello se necesita una batería de medidas macroeconómicas, productivas, comerciales y de inversión pública que garanticen infraestructura básica, generen saltos de productividad y acompañen la inserción externa de productos nacionales, a su vez que promuevan una sustitución inteligente de importaciones con objetivos claros para internacionalizar su oferta. Así es posible lograr una oferta creciente de divisas, que acompañe los incrementos de demanda de dólares que necesariamente acompañan al crecimiento económico.

En contextos de escasez como el que atravesamos, se requieren grandes esfuerzos de política sectorial, para alinear los incentivos detrás del desarrollo de sectores dinámicos y con alta inserción internacional que permitan generar el “cambio estructural” necesario para lograr el tan ansiado incremento de la oferta de divisas. Solo de esta forma se puede correr la piedra que está detrás del acelerador, para construir un sendero macroeconómicamente sostenible y que permita retomar la senda del crecimiento inclusivo.

Economista y docente (UBA), Master en Desarrollo Económico (UNSAM) e integrante de Misión Productiva

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