Aun cuando durante junio todas las miradas se concentran en la política, ya que llegarán claves definiciones en las alianzas y cierres de listas de los candidatos, los inversores estarían reflejando en su comportamiento preocupaciones por los desafíos que deberán encararse indefectiblemente a partir del 10 de diciembre.
Detrás de incertidumbre electoral se esconden desafíos económicos post "10-D"
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Ello se refleja en el fuerte deterioro que acumulan las valuaciones de los activos domésticos, que lejos de poder explicarse exclusivamente por los ruidos políticos, se deben también a la pesada mochila que deberá cargar la próxima administración en términos de resolver diversos desequilibrios macroeconómicos.
Ocurre que más allá de que el déficit fiscal y de cuenta corriente han comenzado a corregirse en los últimos tiempos, la convergencia aún tiene un largo camino por delante, a fin de poder estabilizar las necesidades de financiamiento y así aspirar a darle sustentabilidad a la dinámica de la deuda pública.
En dicho sentido, el equilibrio primario fiscal al que se apuntaba este año -aun cuando posiblemente no se llegue a alcanzar- todavía resultaría insuficiente toda vez que la carga de intereses representa un 3% del PBI y así que queda por delante el duro desafío de encarar una profunda reforma del Estado que permita no sólo reducir el gasto público -tras la fuerte expansión acumulada- sino además aliviar la presión impositiva.
En relación a la balanza comercial, más allá de que las mejoras de los últimos meses -aun cuando llegan principalmente por un derrumbe de las importaciones más que por sostenidas mejoras en las exportaciones- todavía deberán ser complementadas con un tipo de cambio más competitivo, tras el deterioro que acumula en los últimos meses que permita eliminar totalmente el drenaje de divisas a través del sector externo.
También será importante que las nuevas autoridades definan rápidamente su estrategia en términos de administración de pasivos, más cuando el nivel de endeudamiento en moneda extranjera resulta relevante, ya que los recursos del FMI se irán agotando a partir del año próximo.
Así es que en caso de no lograrse reducir sustancialmente el riesgo país, a través de una recuperación de la confianza inversora, las necesidades de financiamiento aun cuando no resulten extremadamente abultadas despertarán tensiones frente al limitado financiamiento doméstico, en caso de no poder recuperarse el acceso al crédito voluntario externo a tasas razonables para impulsar un ordenado ¨roll-over¨ de la deuda.
En la medida que las expectativas negativas se sigan retroalimentando, motorizadas por la liquidación de posiciones por parte de inversores externos, que deben además enfrentar un escenario global adverso al riesgo, las posibilidades de normalizar los rendimientos -y la actual inversión de la curva- se van reduciendo.
Bajo esas perspectivas es que los operadores comienzan a evaluar escenarios de canjes y/o reestructuraciones voluntarias de deuda, en busca de evitar los severos daños de un default, aun cuando dichas operaciones resultando exitosas sólo permiten ganar tiempo a fin de recuperar la confianza perdida.
Dentro de la deuda, un capítulo aparte es el gigante préstamo recibido del FMI, el cual resulta altamente probable que la próxima administración debe renegociar durante su mandato. Dicho objetivo, aun cuando pueda ser alcanzable a través de un acuerdo de facilidades extendidas que otorgue un mayor plazo, seguramente vendrá acompañado de ¨nuevos deberes¨. Así es que entre las condicionalidades podrían llegar múltiples reformas como las del Estado, laboral, previsional y tributaria, muy complicadas en un país dividido.
Así es que más allá de quien sea electo el ¨cirujano¨ que deba llevar estas intervenciones en el paciente con bajas defensas resulte relevante para la confianza, los desafíos económicos por delante son complejos, y requerirán por lo tanto de importantes consensos políticos que son difíciles de imaginar bajo estrategias electorales focalizadas en la polarización que debilitan las perspectivas de gobernabilidad futura del país.
Frente al complejo escenario político y económico, no sólo actual sino post-¨10-D¨, resulta entendible la cautelosa respuesta de los inversores que privilegian en esta etapa la preservación de capital, y no se dejan por el momento tentar por las castigadas valuaciones en un clima de elevada incertidumbre y volatilidad.
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