“A mí no me va a pasar”. Una frase que, aunque dicha sin mala intención, puede llevar a uno de los mayores peligros que se enfrenta a diario en las calles: la falsa sensación de control al volante.
El exceso de confianza: un enemigo silencioso al volante
Al conducir, la rutina puede engañar y la confianza ciega, poner en riesgo vidas. Conducir exige atención plena y responsabilidad, porque ningún camino es siempre igual y ningún conductor está exento de equivocarse.
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La tecnología aparece como una herramienta clave para recuperar conciencia y responsabilidad.
Manejar es una de las actividades cotidianas más complejas que realizan las personas: requiere atención constante, toma de decisiones en segundos, interpretación del entorno, control emocional y, por sobre todo, el respeto a las normas de tránsito. Sin embargo, cuanto más se repite una ruta o un hábito, más se tiende a relajar la vigilancia. Y es ahí cuando la rutina, esa compañera de todos los días, se transforma en una trampa.
¿Cuántas veces se escuchan frases como “me sé el camino de memoria”, “esta calle es tranquila”, “acá nunca pasa nada”? Esa familiaridad genera una confianza que, aunque parece positiva, puede llevar a bajar el nivel de alerta. Y cuando eso ocurre, el margen de error se amplía.
¿Cómo se llega a este exceso de confianza? Muchas veces suele estar vinculado a la experiencia, pero muchas otras, al acostumbramiento. Saber qué curva viene, cómo es el empedrado, dónde está la loma de burro se traduce en un “control” que provoca dejar de percibir ciertos riesgos. Pero lo cierto es que ningún camino es igual al del día anterior. Basta con que un niño cruce corriendo, que un auto frene de golpe o que una moto aparezca inesperadamente, para que ese “control” desaparezca en cuestión de segundos.
Ante esta problemática, la tecnología aparece como una herramienta clave para recuperar conciencia y responsabilidad. La conectividad y el uso de datos en tiempo real permiten monitorear comportamientos de manejo y alertar sobre situaciones de riesgo que quizás el conductor no percibe en el momento: desde exceso de velocidad, frenadas bruscas, desvíos imprevistos o incluso distracciones prolongadas.
Contar con soluciones de seguridad inteligente no es solo una forma de proteger el vehículo: es, sobre todo, una forma de proteger vidas. Los sistemas de geolocalización, las alertas personalizadas, el registro de hábitos de conducción y la posibilidad de actuar de forma preventiva son recursos que hacen la diferencia cuando los reflejos y el ojo humano no alcanzan.
Volver a prestarle atención al acto de conducir es fundamental. Dejar de naturalizar el camino, recordar que ningún trayecto está exento de sorpresas y que nadie, por más experiencia que tenga, está completamente a salvo del error. La clave está en entender que la seguridad no es solo una cuestión de reglas, sino también de actitudes.
No se trata de manejar con miedo, sino con conciencia. De ser conscientes de los propios límites, de no subestimar los riesgos y de usar todos los recursos disponibles para anticiparse y reaccionar a tiempo. Porque al final del día, más allá del destino, lo importante es llegar bien.
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