El gobierno de los Estados Unidos ha anunciado un paquete de medidas para resolver la crisis que afecta al mercado de capitales, no sólo a la economía de ese país. Lo que sucede es que el centro del mercado de capitales está en Nueva York y que los EE.UU. tienen la moneda de reserva, además de un historial crediticio impecable del que la Argentina carece hoy. En ese paquete el gobierno de Bush no ha invertido un solo dólar, aunque es suficiente como para calmar al mercado mundial.
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Pero en un acto público, la Presidente argentina aludió a tales medidas en términos casi despectivos, señalando que quienes recomiendan recetas económicas se habrían encontrado en el dilema entre la libertad o la ayuda estatal, y que una de las razones era el enorme déficit fiscal y comercial de los EE.UU., comparado con el modelo de ahorro y trabajo impuesto por el actual gobierno argentino. Lástima que sus asesores no le expliquen antes la teoría.
Definición
Primero debe definirse el término «ayuda estatal». Lo que la administración Bush hace es emitir una garantía de pago sobre determinadas obligaciones (la mayoría de las cuales ni siquiera está en mora) previendo que si la crisis se dilatara en el tiempo, el valor de la riqueza de los ciudadanos disminuiría notablemente. Ni Fannie Mae ni Freddie Mac han estado en mora en el cumplimiento de sus obligaciones (el pago de las cuotas no pagadas por los deudores hipotecarios a los bancos), pero la previsión contable en sus balances, al analizar estadísticamente la caída de los valores de la propiedad (hay que recordar que el «mortgage» es el activo, no la garantía del activo, y el deudor cancela su obligación devolviendo su casa al banco) podría llevar a las aseguradoras hipotecarias a perder su capital. Para ello ha solicitado al Capitolio un incremento de u$s 700 mil millones en la deuda pública, desde 10,6 hasta 11,3 billones. Esta garantía permitirá a las entidades colocar activos financieros en el mercado mundial con la misma garantía que si se tratara de bonos del Tesoro, lo cual implica una tasa de interés acorde al riesgo. Fin del problema. Si un deudor no puede pagar y quiere conservar su casa, el gobierno se hará cargo del pago de cada cuota y refinanciará al deudor en ratios compatibles con sus posibilidades de pago, a una tasa de interés similar a la que paga el gobierno en plazos parecidos, como si se tratara de una «open end clause», que mantiene el valor estable de la amortización y agrega cuotas al final de la obligación.
La decisión de la administración Bush ha sido tal vez sesgada por un nacionalismo preelectoral, ya que los «middle americans» que constituyen la base del electorado americano no estarían felices -según encuestas- con la venta de los bancos a manos coreanas o chinas. Hasta horas antes de su quiebra, Lehman Brothers negoció con los reguladores bancarios la venta del negocio a bancos asiáticos y luego a Barclay's quien compró finalmente parte del activo. Al día siguiente, los inversores no se asustaron de los bancos, sino de los burócratas que eran capaces de dejar caer un banco de 150 años por las encuestas electorales.
Liberalismo
Pero en el tabú de las ideologías, el acto está manchado de liberalismo por ayudar a un grupo de bancos, no de industrias. La Argentina busca una regulación en estos días para que las «cooperativas de trabajo» que tomaron por la fuerza empresas en quiebra (fábricas u hoteles, despojando del activo a los acreedores) funcionen con un marco legal. Es disparatado, porque ninguna de ellas tendrá la oportunidad de competir, y sólo podrán agrandar la miseria de la mano de obra de escaso conocimiento. Pero como es políticamente correcto, el sistema electoral está de acuerdo, y vota.
Los Estados Unidos no tienen problema alguno en incrementar su deuda pública en menos de 6 por ciento. No tiene incidencia sobre su déficit producto de financiar una guerra, ni afectará la tasa de interés, ya que no deben recurrir a Chávez. Pensar que se trata de un salvataje ideado por un grupo de banqueros para cuidar sus fortunas es desconocer los principios básicos de la teoría monetaria. Además, no debe olvidarse que el término «industria» se refería en sus comienzos a la revolución industrial, con su consecuente incremento de mano de obra especializada y por ello del salario del obrero industrial. Pero sucede que hoy existe la «industria bancaria» que es uno de los principales motores de mano de obra calificada en los EE.UU. y el resto del G-7, la industria del software y la del cine. Si las estadísticas se llevaran a cabo como corresponde, ese país tiene superávit comercial en lugar de déficit, al agregar los miles de millones de dólares que estas tres industrias generan por exportaciones americanas.
Base estructural
Todo lo que ha decidido el gobierno americano es cuidar la competencia, que es la base estructural del éxito. Hace unos 30 años, las garantías del gobierno permitieron a Chrysler acudir a los mercados de capital para financiar su reconversión con éxito y mantener la competencia con el resto de las automotrices, y luego lideró la innovación tecnológica con su Jeep Cherokee. Como se trataba de una «industria» a todo el mundo le pareció bien. Pero ahora las voces se alzan contra el remedio.
Lo que los malhadados «gurús» le están diciendo a gritos al gobierno argentino es lo mismo que señaló Alexander Hamilton en su Informe al Congreso sobre el Crédito en 1790 frente a quienes no querían pagar las deudas de la guerra de la independencia. Hamilton repudiaba a los demagogos, porque los creía los peores enemigos del pueblo, y decía que «entre los hombres que han destruido las libertades de las repúblicas, el mayor número ha comenzado adulando al pueblo; han principiado como demagogos y han finalizado como tiranos».
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