Tomamos decisiones todo el tiempo. La mayoría son sencillas y rápidas, pero no todas son conscientes. Si doblamos a la izquierda o a la derecha, si miramos hacia un lado o hacia otro. Incluso nuestra percepción implica decisiones.
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Elecciones 2021: ¿se puede manipular el voto?
¿Puede un/a candidato/a inducir el voto, favoreciendo su elección? Si este es el caso, y se aplica de forma asimétrica por diferentes fuerzas políticas, la democracia podría reducirse a una cuestión de marketing.
Sin embargo, “qué carrera universitaria estudiar”, “en qué trabajar” o “a qué candidato votar en unas elecciones” son decisiones más complejas y requieren una reflexión más prolongada, ya que pueden afectar la probabilidad de supervivencia o éxito a corto o largo plazo de quienes toman la decisión. Su relevancia en nuestra vida cotidiana, política y económica, ha despertado el interés de distintos campos, desde la psicología experimental, la neuroeconomía, y hasta las neurociencias cognitivas.
La pregunta del título viene a poner en primer plano la posible vulnerabilidad de los procesos detrás de las decisiones, que podrían verse afectados intencionadamente. Recientemente, nuestro equipo de investigación demostró que la mera repetición de la imagen (que bien podría ser la de un/a candidato/a) induce una percepción de familiaridad y aumenta la probabilidad de elección.
Este fenómeno se conoce como Primado por Repetición y es un proceso de memoria implícita (o sea, que ocurre sin acceso consciente). Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado con el objeto de inducir el consumo de una marca por medio de la publicidad. Es decir que cuanto más ves, lees o escuchas de un/a candidato/a, más probable es que lo elijas. Podemos llamar a este caso el efecto Dalí, en honor a su famosa frase: “Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí…”. Sin embargo, cuando la tarea evoca un proceso mas reflexivo, ese primado no es tan eficiente.
El otro fenómeno que evaluamos es un tipo de Primado Emocional: cuanto más se asocia una persona a un contenido emocional positivo, más confianza se desarrolla y más probable es la elección (un ejemplo de esto son las fotos que se sacan lo/as candidato/as con niños/as pobres). Este tipo de primado es mucho más potente que el anterior. Por el contrario, la asociación con contenido negativo vuelve improbable la elección. De allí, el peligroso efecto perdurable que podrían generar las Fake News, como ocurrió en las elecciones presidenciales de Trump (2016), de Macri (2015) o en el Brexit, en las cuales estuvieron involucradas Cambridge Analytica y Facebook.
Los resultados de nuestros experimentos cognitivos se apoyaron sobre un trabajo de campo y de análisis de datos extraídos durante las elecciones presidenciales argentinas de 2019. Durante la campaña, los principales medios ¿de prensa escrita (en papel u online) nacionales mencionaron a Mauricio Macri y Alberto Fernández entre 4 y 8 veces más que a los/as otro/as candidato/as, estando el segundo más asociado a menciones positivas que el primero. Si bien este estudio no permite identificar causalidad, sí permite interpretar los resultados experimentales analizando la complejidad social. Además, evidencia el rol de algunos medios de prensa (y de las redes sociales) en reproducir una comunicación asimétrica de los contenidos de las fuerzas políticas y/o de la imagen de lo/as candidato/as. Otro hecho relevante que podría contribuir a esta asimetría es la financiación de las campañas. Los gastos de publicidad de la campaña para las elecciones generales de Macri fueron de $142.243.286, para Fernández de $79.189.766; mientras que para el resto de las fuerzas políticas no superaban los $19.000.000 (cada una), según datos de la Cámara Nacional Electoral.
Estos resultados permiten pensar que las decisiones complejas son procesos susceptibles, al igual que otros procesos cognitivos, al ambiente o a lo social. Sin embargo, el “sentido común” asume -equivocadamente- que nuestras decisiones son el resultado de análisis “neutrales” por parte de seres “racionales”.
¿Qué tan racionales son nuestras decisiones?
Hay quienes piensan que se vota con “el bolsillo”. Esta perspectiva ha sido incentivada por los estudios enmarcados en la Teoría de Juegos. La gran limitación que tiene este enfoque es que asume que nuestras decisiones son racionales y quién toma una decisión lo hace eligiendo aquello que le ofrezca la mayor ganancia esperada.
Una alternativa a esta perspectiva teórica la introdujo Daniel Kahneman, psicólogo experimental y premio Nobel de Economía. El propuso que las decisiones mediadas por incentivo (o “utilidad”, para la economía) dependen de preferencias relativas, que pueden verse afectadas por diversos factores, como ser las normas sociales, las expectativas o el nivel de aspiración, que pueden ser o no realistas.
Nuestras expectativas están afectadas por nuestra experiencia pasada, la cual está disponible como memorias. También se ven permeadas por el contenido emocional de dichas experiencias y por el contexto desde donde se decide. En palabras del biólogo Humberto Maturana: “No es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en las cuales se dan nuestras acciones”. Las neurociencias cognitivas nos brindan algunas evidencias para comprender las emociones y otros procesos que actuarían de manera no consciente sobre la toma de decisiones complejas.
Decisiones sesgadas
Otro mito frecuente es pensar que nuestras decisiones son el resultado de una evaluación neutral de toda la información disponible. Esto no es así, ni a nivel cognitivo ni a nivel social. La presunción de neutralidad es tan limitante para entender estos procesos cognitivos como la presunción de racionalidad.
Los investigadores Chong y Druckman revisaron una serie de trabajos experimentales sobre decisiones políticas y concluyeron que "individuos que tienen fuertes posturas son menos susceptibles a nueva información, más propensos a discutir contra información contraria a sus posturas, y de reconocer información más consistente con sus creencias anteriores". Esto es lo que conocemos como sesgo de confirmación: la tendencia cognitiva a ponderar positivamente la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a las otras alternativas.
En línea con esto, otro fenómeno cognitivo relevante es el del autoengaño. En 2017, Andrés Rieznik y colaboradores publicaron un trabajo que evidenciaba que durante las elecciones presidenciales de Argentina en el 2015 tanto oficialistas como opositores sostenían sus respuestas, aun cuando habían sido manipuladas experimentalmente. Esto propone una tendencia a mantener una decisión por el mero hecho de haberla tomado. Encontraron además que las mujeres son más difíciles de manipular que los hombres.
Una grieta funcional
Muchos de los procesos cognitivos operan mediante el contraste. Los opuestos pueden presentarse como tales, pero al mismo tiempo se necesitan mutuamente para demarcarse y perdurar. En este sentido, podría ser valioso preguntarnos cuál es el rol social de la polarización política y a quién beneficia esta polarización.
Los trabajos basados en dinámicas de cambios de opinión (mediante modelos de agentes), en sesgos cognitivos, o autoengaño permiten agregar la dimensión cognitiva a la ideología y la polarización política en la sociedad. Por otra parte, la propaganda, los medios de comunicación, las redes sociales y las campañas electorales pueden actuar –a nivel cognitivo– amplificando la familiaridad y/o confianza de algunos/as candidatos/as más que otros/as, afectando así la percepción política y de ahí, las decisiones. En cualquier caso, se favorece el bipartidismo y la percepción de que los únicos proyectos políticos viables son los dominantes.
¿Qué tipo de democracia queremos? ¿Una en la que quienes manejen mayor dinero para el financiamiento de sus campañas pueda favorecer su elección? ¿O una en la que realmente podamos elegir?
Conocer estos procesos cognitivos, y su susceptibilidad a manipulaciones sociales, permitiría pensar y desarrollar herramientas que protejan a quienes están eligiendo (tanto de manera individual como social). Y de esta manera, garantizar mayores grados de libertad en los procesos de toma de decisiones complejas, en especial las políticas.
Doctor en Cs. Biológicas (UBA); Investigador en el IFIByNE, UBA-CONICET; Coordinador del Laboratorio de la Conciencia; Docente del área de neurofisiología del DFBMC, FCEN, UBA.
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