4 de enero 2022 - 00:00

Consenso económico entre oficialismo y oposición

Es posible definir un consenso entre las principales fuerzas políticas que incluye también al FMI en algunos puntos clave. Ese consenso se puede resumir en cinco puntos.

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Es recurrente escuchar reclamos sobre la necesidad de que distintas corrientes políticas lleguen a acuerdos y consensos para sacar a la Argentina del estancamiento de la última década. Sin embargo, aunque los distintos espacios políticos prefieran resaltar sus diferencias, consideramos que es posible definir un consenso entre las principales fuerzas políticas (Frente de Todos y Juntos por el Cambio) que incluye también al Fondo Monetario Internacional en algunos puntos clave. Ese consenso se puede resumir en cinco puntos:

  • Necesariamente hay que acordar con el FMI
  • Ausencia de un programa antiinflacionario definido
  • Búsqueda de equilibrio fiscal
  • Ingreso de dólares por la explotación de recursos naturales
  • Necesidad de controles cambiarios

La principal discusión de las fuerzas políticas en torno al acuerdo con el Fondo no es la necesidad de un acuerdo - que ambos consideran indispensable- sino quién paga los costos políticos de ese eventual acuerdo que nadie espera mejore las condiciones de acceso al financiamiento externo de la economía, pero que ambas fuerzas ven como un mal menor frente a quedar “aislados”. Sin embargo, la experiencia de los últimos acuerdos parece contradecir ese consenso, ya que se tradujeron en un deterioro de las condiciones económicas. Por el contrario, la etapa de fuerte crecimiento 2003-11, se dio con una economía “aislada” de los mercados financieros internacionales.

Respecto a la inflación, después de los fallidos experimentos monetaristas y los acuerdos de precios heterodoxos de bajo impacto, los programas antiinflacionarios que corten la inercia del 50% siguen pendientes. En ese sentido, el consenso es la imposibilidad de aplicar un programa de estabilización y enfrentar los costos si no funciona.

El equilibrio fiscal, a distintas velocidades, apunta a ser un objetivo en común de oficialismo y oposición, que se resume en el planteo de Guzmán respecto a que el superávit fiscal “no es de izquierda ni de derecha”. Así las cosas, una fuerte suba de tarifas y del dólar pueden plantearse como una política de reducción de la demanda de dólares, por la vía de su impacto fiscal y sobre el poder de compra de la población. Pero esas impopulares medidas corren el riesgo de fracasar si, al acelerar la inflación y la incertidumbre cambiaria, terminan generando una mayor demanda de divisas para atesoramiento. Es decir, si el efecto sustitución en las carteras de los agentes, termina superando el efecto menores ingresos dolarizables.

El rol de conseguir dólares para desplazar la restricción externa queda reducido, para ambas fuerzas, a la expansión del sector primario (agropecuario, hidrocarburífero y minero). A las históricas tensiones entre exportación y distribución del ingreso ocasionadas por el impacto del precio internacional y el dólar sobre la mesa de los argentinos, se suman las tensiones ambientales. La pueblada en Chubut contra la megaminería y el cuestionamiento a la explotación offshore de petróleo, muestran que las tensiones ambientales ligadas al extractivismo, no deberían ser consideradas una problemática de segundo orden.

Los controles cambiarios, aunque son criticados por los efectos nocivos de la brecha cambiaria por estos mismos sectores, son una restricción que nadie se anima ya a levantar de un día para el otro, como hicieron Macri, Sturzenegger y Prat Gay en 2015, so pena de una disparada del dólar oficial que espiralice aún más la inflación.

Estos, sintéticamente, son los puntos de un consenso entre los dos grandes polos que hoy organizan la oferta política argentina. Lo delicado de un programa fallido con estas características es que no afecta sólo a una de las fuerzas políticas sino que involucra a toda la dirigencia protagonista desde la post convertibilidad. Ese escenario intensifica el desencanto de la población con la “política” facilitando la expansión de versiones extremas por derecha y por izquierda, en el caso de que el Frente de Todos no pueda dar respuesta a la crisis iniciada por Juntos por el Cambio.

(*) Centro de Estudios Scalabrini Ortiz

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