En economía y, más aún, en política económica, a la hora de diseñar medidas e implementarlas, lo primero es un buen diagnóstico. Uno malo implica, a la no tan larga, terminar corriendo detrás de los acontecimientos.
Acerca de los partidos posibles
Ya pasaron 43 días desde las PASO, y faltan 35 días para la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Todavía queda una parte potencialmente turbulenta por delante: la campaña electoral. Pero, al menos y con costos, ya está claro cuál es el partido posible. Aquel que podemos plantear y jugar.
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La Administración de Mauricio Macri (MM) sufrió ese problema de forma constante. Situación que luego fue reforzada por malas implementaciones. A modo de ejemplo, y como se señaló en más de una oportunidad en ese entonces (2016-2018) el diagnóstico inicial no fue consistente, se omitieron factores, se subestimaron otros y se plantearon velocidades y objetivos inconsistentes en sí mismos y entre los distintos frentes del esquema de política económica. Dicha situación luego se potenció con problemas de implementación, tanto desde la secuencia, como en su coordinación y en su articulación más concreta.
La consecuencia de esas inconsistencias, gatillos mediante, fue la crisis por balanza de pagos de 2018. Y desde ese momento, fue correr detrás de los acontecimientos. Situación que se fue profundizando por la pérdida de credibilidad y el desgaste que supuso la crisis y sus consecuencias. Y ya entrados en 2019, por el propio proceso político / electoral.
Post PASO pasó algo similar. A la Administración MM le costó asumir que, dado el resultado, su ya disminuida capacidad para alinear expectativas había sufrido un golpe letal. Y que el alto nivel de incertidumbre que iba a caracterizar el período entre dicho evento y la resolución electoral requería pasar a modo gestión de daños. De hecho, que le costara tanto, lleva a pensar que no se evaluó ese escenario, más allá de la magnitud de la probabilidad de ocurrencia asignada. Otra vez la cuestión de los errores de diagnóstico.
La reactivación de la crisis requería otro enfoque. Había que administrarla. Tanto desde lo político, tendiendo puentes y bajándole el tono a la campaña (inicialmente, se fue en sentido contrario) Como desde la política económica, buscando ordenar las consecuencias, permitiendo que la resolución del nudo electoral implicará la menor cantidad de daños posibles. Había que empezar elegir males, identificando los menores.
Con lo cual, también terminó corriendo detrás, derivándose nuevos problemas de implementación. El “reperfilamiento” tuvo muchos de ellos y, que el control de cambios, con sus propias peripecias, dejó en evidencia otro error de secuencia. Tal vez la mayor virtud del ministro Hernán Lacunza, haya sido reconocer que le tocaba administrar una transición complicada. Con el tiempo conoceremos las restricciones y los detalles políticos.
Ya pasaron 43 días desde las PASO. Y faltan 35 días para la primera vuelta de las elecciones presidenciales de octubre de 2019. Y potencialmente, también puede pasar de todo. Estamos a mitad de ese río. Todavía queda una parte potencialmente turbulenta por delante: La campaña electoral. Pero, al menos y con costos, ya está claro cuál es el partido posible. Aquel que podemos plantear y jugar.
Sin embargo, hay otra cuestión que también ya debería estar clara: Una vez resuelto el nudo electoral, el partido vuelve a cambiar. Ahí los incentivos políticos ya no pueden permanecer desalineados respecto de la estabilidad macroeconómica. Quien resulte ganador deberá asumir que a partir de ese momento el anclaje de expectativas y la definición del horizonte dependen de lo que él empiece a delinear como su esquema y su equipo de política económica.
Y sí ese ganador es Alberto Fernández (AF), como todo parece indicar, él mismo no podrá seguir desconociendo que el mercado desconfía en ese sentido. La reacción del último al resultado de las PASO fue contundente. No asumirlo implicaría un error de diagnóstico.
AF debería saber que recibirá una economía muy desmonetizada (muy dolarizada), producto de una dinámica complicada de la demanda de dinero, con fuga de depósitos en dólares, con necesidades financieras que el mercado hoy no está dispuesto financiar voluntariamente y con un acuerdo con el FMI que requiere ser replanteado en un programa de facilidades extendidas. Pero, por el otro lado, con buena parte del ajuste por las malas potencialmente ya realizado (desequilibrio fiscal y externo) y muchas de las medidas antipáticas ya tomadas, al menos, en el tramo inicial. La situación es complicada. Pero no es ni 1989, ni 2002-03, ni 2015.
Por otro lado, los errores de diagnóstico e implementación no son una exclusividad de la Administración MM. Sino más bien la regla en nuestra historia económica. Y, lamentablemente, los fracasos previos tienden a sesgar los diagnósticos posteriores.
Así como MM arrancó mucho más concentrado en desarmar el control de cambios heredado, resolver los HOLDOUTS y en lograr una desinflación rápida, que en los desequilibrios macro de fondo y en las cuestiones estructurales. AF parece mucho más preocupado por las LELIQ, la Formación de Activos Externos, la renegociación de los compromisos, las Reservas, las tarifas, el salario real y en lograr una recuperación rápida de la actividad. Esos objetivos enumerados y las magnitudes insinuadas hasta ahora resultarían en simultaneo inconsistentes.
Cerrando. Sí AF revalida en octubre-noviembre el resultado de las PASO, tendrá por delante un desafió similar al del primer Lula. Pues, más allá de las diferencias, hay una fuerte desconfianza del mercado para con él y su coalición. La forma en la que se resuelva esa cuestión condicionará todo el sendero de política económica de ahí en adelante. Para superarla rápido y por las buenas, debería sobreactuar. El propio Lula lo entendió y lo hizo. Pero eso, descarta de entrada otras opciones y prioriza algunos objetivos sobre otros en la secuencia y en magnitud.
Reconocer esa cuestión resultará clave para evitar reincidir en los constantes errores de diagnóstico e implementación. Cualquiera sea el camino elegido.
* Economista jefe de Consultora Ledesma
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