20 de febrero 2020 - 00:00

La pobreza en la agenda pública

Los índices de indigencia y pobreza vertidos en los últimos informes, buscan hacer visibles para poner en agenda las deudas sociales, más allá de los intentos que -por ignorancia, exhibicionismo o aviesa estrategia- buscan invisibilizarla.

A través de los estudios de las ciencias sociales, se busca dar visibilidad a los problemas estructurales que afectan a los sectores más pobres de nuestro país.

A través de los estudios de las ciencias sociales, se busca dar visibilidad a los problemas estructurales que afectan a los sectores más pobres de nuestro país.

Con el último cambio de Gobierno, en algunas redes sociales y medios se puso en discusión la calidad académica del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, reproduciendo información distorsionada acerca de los índices de indigencia y pobreza vertidos en sus últimos informes. En este contexto, el ODSA ofrece a continuación una serie de precisiones orientados a dar respuesta a estos debates, reafirmando la continuidad de su misión: hacer visibles para poner en agenda las deudas sociales, más allá de los intentos que -por ignorancia, exhibicionismo o aviesa estrategia- buscan invisibilizarla.

En el contexto de las actuales plataformas sociales se ha ido degradando el modo en que se desarrollan los debates políticos. La divulgación de resultados de investigación social sensibles a los actores en pugna también tiende a quedar atrapada por una maniquea devaluación de sentido. Las estadísticas sociales son puestas a jugar en la grieta política a través de las redes y medios de comunicación, sin importar su real contenido, recorte metodológico y valor social. En ese contexto, manipulando los datos de cualquier manera o ponderando la idoneidad de los investigadores según sean sus resultados, los actores políticos en conflicto “delinean” la realidad de acuerdo con sus particulares agendas. El ciudadano de a píe -incluso el periodismo tradicional- encuentra grandes dificultades para construir una narrativa objetiva de los problemas, al emerger un relato fanático, proclive a reafirmar los postulados del bando político-ideológico al que se pertenezca. En este marco, se acusa a los resultados de investigación -y a los investigadores a cargo- de cargar con intenciones “cómplices” con uno u otro bando, perdiendo de vista el valor objetivo del diagnóstico.

El Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) es un centro de investigación científico-técnico independiente con prestigio académico nacional e internacional, que nunca ha estado vinculado a partido político alguno, siendo su misión hacer visibles los déficits que, en materia de desarrollo humano -desde un enfoque de derechos-, atraviesan a nuestra sociedad, sus cambios, causas y consecuencias. Es nuestra misión generar conocimiento que permita ampliar el debate político-ciudadano con base en evidencias y, en este marco, instalar en la agenda pública la necesidad de encarar acciones transformadoras en clave a una mayor equidad social. Somos una sociedad que necesita más y mejores estadísticas públicas, así como más y mejores investigaciones sociales, tanto públicas como privadas, que den cuenta de estos déficits.

Un tema inicial a aclarar es que el ODSA confirma que su medición de la pobreza urbana por ingresos que realiza desde 2010 a través de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA), dada a conocer en los informes del 05/12/2019 y 28/12/2019, registró, luego de una importante caída de la pobreza durante 2017, dos años consecutivos de deterioro, registrándose en la segunda parte del año 2019 una tasa de 40,8% de personas bajo la línea de pobreza, de los cuales 8,9% se ubicaron por debajo de la línea de indigencia. De la misma manera, que reafirma los resultados arrojados por otros indicadores económicos y sociales, con fuerte correlación con este derrotero. En ningún momento se cambiaron los valores informados, ni tampoco el diagnóstico sobre las causas que explican por qué se agrava la marginalidad, la pobreza y la desigualdad estructural presentes en nuestra sociedad desde hace varias décadas.

En este marco, ¿cuál es el sentido de que desde la vigilancia política se pongan en duda los datos de la pobreza generados por el trabajo sistemático de investigación que hace el Observatorio de la Deuda Social de la UCA o, más aún, la tarea crucial que han llevado adelante técnicos y trabajadores de un INDEC recuperado con estadísticas oficiales más confiables?

Colocar en el centro de la discusión el valor de las cifras de la pobreza, escarbando en sus dificultades y desafíos metodológicos, sólo sirve a malversar la contribución que el campo de las ciencias sociales independientes intenta hacer con mucho esfuerzo: instalar en la agenda pública el diagnóstico de que las privaciones económicas en nuestro país se han convertido en un problema estructural que afecta a una parte importante de excluidos, y que más allá de sus variaciones asociadas a ciclos económicos o políticas de gobierno, sus causas están asociadas a la falta de un modelo estratégico de desarrollo capaz de generar empleo para todos/as y una más equitativa distribución de los recursos y las capacidades socio-productivas.

El dato que surge de esas mediciones es relativamente importante, pero no puede ocultar el hecho de que los valores -al igual que la medición de la fiebre frente a una infección - son la representación de la existencia, tendencia y características de problemas más complejos y cruciales, vinculados -cuando hablamos de privaciones económicas- a un modelo de crecimiento, progreso social y distribución de la riqueza. Diferentes instrumentos pueden llevar a registros diferentes del mismo fenómeno, y mucho más si para la construcción y aplicación de esos instrumentos los investigadores deben asumir supuestos ad-hoc, dada la ausencia de información fiable a lo largo del tiempo. Ese es el caso, tanto de las estadísticas de la pobreza, como del empleo, la vivienda, la educación, la salud, la desigualdad, entre muchos otros indicadores de calidad de vida.

Un problema intrínseco a cualquier metodología de medición de la pobreza que pretenda comparaciones tempo-espaciales, es que a lo largo del tiempo el espacio representado y la población residente en él experimentarán transformaciones, tanto de manera independiente como en interacción no conocida con respecto al fenómeno estudiado. Pero si bien esto puede resultar un problema relativamente salvable bajo sistemas estadísticos públicos adecuadamente desarrollados, no es el caso de la Argentina. Antes y después de la intervención del INDEC en 2007, profesionales, técnicos y trabajadores del organismo multiplicaron esfuerzos -aunque no sin limitaciones político-institucionales- para actualizar parámetros y metodologías, ampliar y mejorar las estadísticas públicas. Igual esfuerzo ha hecho el ODSA desde 2004 a la fecha, para desarrollar un sistema de información estadística y un programa de investigación social, fundado en un enfoque de derechos-, continuado en el tiempo, más allá de sus limitaciones en recursos económicos y dificultades políticas.

En este sentido, poner en el centro del debate público que las estadísticas de la pobreza elaboradas, sea por el actual INDEC, recuperado institucionalmente en 2016, o por el ODSA, desde 2010 a través de su propia encuesta, no son “creíbles” -una, otra o ambas- porque no llegan a los mismos valores, o su construcción introduce decisiones metodológicas especiales, no es un análisis correcto. No es de esperar que definiciones, métodos y estrategias de relevamiento distintas generen, aunque estudien el mismo fenómeno, un mismo y único valor. Diferentes instrumentos generan registros diferentes del mismo problema. Sin embargo, es de esperar que diferentes medidas sobre un mismo fenómeno correlacionen de manera regular en sus variaciones a lo largo del tiempo y al interior del espacio social.

Los índices sociales que elaboran el ODSA y el INDEC son diferentes y metodológicamente independientes. Más allá de la preeminencia institucional que les corresponde a los índices oficiales del INDEC, ninguno corrige o contradice al otro. La Encuesta EDSA-ODSA, difiere de la EPH-INDEC en cuestiones metodológicas cruciales. Ambas encuestas utilizan muestras diferentes en áreas de cobertura, diseño y tamaño, así como también emplean distintos instrumentos de medición y procedimientos de cálculo (cuestiones informadas de manera reiterada en las fichas técnicas y anexos metodológicos de los informes publicados por el ODSA). No obstante, tal como es de esperar y es posible corroborar, las mediciones sobre la pobreza para el período 2016-2019 en ambas encuestas –tomando los informes oficiales del INDEC Nueva Metodología a partir de 2016-, presentan tendencias similares. De la misma manera, que tienden en general a correlacionar los resultados de EDSA-ODSA, para el período 2010-2015, con el resto de las estimaciones retrospectivas aportadas por otros centros académicos, pero con base en micro datos de la EPH-INDEC correspondientes a ese período (Gráfico 1).

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Notas del Grafico 1:

(a) Se incluyeron las estimaciones que se encontraban disponibles al momento de preparar este documento.

(b) En el segundo semestre de 2007 no se dispone de las bases de micro datos de la EPH del III trimestre, por lo que las series recogen distintas estrategias desplegadas por los investigadores, desde la construcción de semestres móviles (promediando dos trimestres adyacentes) hasta la utilización única de micro datos del IV trimestre. El dato oficial de INDEC del primer semestre de 2016 sólo incluye el II trimestre.

Fuentes:

CEDLAS: Tornarolli, L. (2018) Series Comparables de Indigencia y Pobreza: Una Propuesta Metodológica, Documento de Trabajo CEDLAS, n° 226. El autor homogeneiza el método de imputación de ingresos, los factores de expansión para las proyecciones poblacionales y utiliza valores de CBT y CBA deflactados según IPC-GB.

Zack, G., Schteingart, D. y Favata, F. (2019) Pobreza e indigencia en Argentina (2003-2018): construcción de una serie completa y metodológicamente homogénea, mimeo. Los autores homogeneizan la imputación de ingresos, los factores de expansión mediante un complejo procedimiento y utilizan valores de CBT y CBA deflactados, principalmente, según IPC-San Luis (aunque incorporan también para algunos años IPC-Córdoba e IPC-CABA). Estos autores desarrollaron una sofisticada estimación de la pobreza para el período del III trimestre de 2015 al I trimestre de 2016 y obtienen una incidencia de la pobreza de 26,9% para el segundo semestre de 2015.

CIFRA: Fernández, A. y González, M. (2019) Cambios metodológicos en la medición de la pobreza en Argentina. Revisión y construcción de series homogéneas. Las autoras utilizan la CBT deflactada según IPC Provincias y la CBA deflactada según un índice específico que combina IPC-San Luis e IPC-CABA. Emplean el método de imputación de ingresos disponible en las bases de microdatos. Los promedios semestrales fueron obtenidos como promedio simple de los datos trimestrales presentados por las autoras.

González Rozada, M. (abril, 2019): Evolución Histórica de la Desigualdad de Ingresos y de la Incidencia de la Pobreza en Argentina El autor homogeneiza el método de imputación de ingresos. No informa el tratamiento realizado sobre los factores de expansión ni la manera en que obtiene la valorización de la CBT y la CBA para el período previo a 2016.

ODSA-EPH: Incidencia de la pobreza y la indigencia a partir de la Encuesta Permanente de Hogares, Informe de Avance 2018 del Observatorio de la Deuda Social Argentina. Las CBA y CBT se deflactaron según el IPC-GB, se utilizaron las tablas de equivalencia oficiales de Metodología 22 (INDEC) y se imputaron ingresos no declarados mediante un procedimiento homogéneo entre 2003 y 2019. Esta serie fue empalmada con la oficial del INDEC a partir de 2016 para favorecer la comparabilidad.

Importancia de reconstruir vacíos estadístico

La necesidad de elaborar series estadísticas comparables a lo largo del tiempo en materia de indicadores sociales constituye un cometido fundamental para cualquier sistema de información estadístico en dirección a evaluar los procesos de cambio social que operan sobre una sociedad. En el caso concreto de la medición de la pobreza, el mercado de trabajo, las condiciones de vida y la desigualdad en la Argentina urbana desde los años setenta a la fecha, resulta -sea que se utilicen fuentes de datos oficiales o privados- una tarea cargada de escollos técnicos y metodológicos que hacen imposible una reconstrucción precisa. Este problema se hace presente tanto si deseamos comparar la situación actual con la década de los años noventa, como si se pretende describir los cambios ocurridos a lo largo del período 2003-2019 o, incluso 2010-2019.

Cualquiera sea la serie histórica que se intente elaborar exige para su adecuada comparabilidad en el tiempo adoptar un conjunto de decisiones metodológicas en el marco de un abanico amplio de opciones posibles, las cuales generan resultados distintos con relativa precisión, y en donde todas ellas sólo pueden fundarse adoptando supuestos cargados de alto grado de incertidumbre. Todo ello con el fin de estimar, reconstruir o recalcular datos faltantes o sesgados para la comparación histórica. Pero el problema metodológico que enfrenta esta reconstrucción no es de fácil resolución por variados motivos.

Uno de ellos, está relacionado a la definición de cuáles son los parámetros en materia de patrones y necesidades mínimas o satisfactorias de consumo y funcionamiento social a considerar, lo cual se expresa en las características de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) -línea de indigencia-, el valor del coeficiente de Engel utilizado para estimar la Canasta Básica Total -línea de pobreza-, y el procedimiento que permita monetarizar y luego valorizar de dichas canastas (en un contexto de país con inflación endémica elevada). Todo lo cual, el INDEC ha ido cambiando a lo largo del tiempo, sea por la necesidad de actualización o mejora, o debido a un intencional ocultamiento o manipulación de los resultados estadísticos. La última actualización de estos parámetros fue introducida en 2016 por el INDEC recuperado, lo cual puede ser considerado como una mejora metodológica significativa frente a los parámetros anteriores.

Otro al menos, se relaciona con el hecho de que para la medición de los ingresos de los hogares con los cuales contrastar el valor de la CBA y la CBT, a partir de lo cual se identifica periódicamente el estado de pobreza o pobreza extrema de la población. Para tal cometido, la estadística pública sólo dispone de una Encuesta Permanente de Hogares, la cual ha sido afectada -tan sólo considerando 2003-2019- por intervenciones político-metodológicas de diferente índole, generando cambios en el diseño muestral, en el instrumento y en los procedimientos de relevamiento, generando micro datos no siempre confiables, con márgenes de error variables, según tamaño y varianza, no contando con registros administrativos ni censos disponibles adecuados como recursos alternativos para terciar en las validaciones.

Ni con anterioridad a la intervención del INDEC (2007-2015) -para las series históricas de más largo aliento-, ni con el INDEC recuperado (2016) -para la serie 2003-2015-, el Estado encaró oficialmente la tarea de reconstrucción de series de datos sociales, justamente debido a que los resultados alcanzados surgirían de supuestos discutibles, con riesgo de ser siempre acusados de arrastrar un sesgo de interés gubernamental por las decisiones adoptadas. Por lo mismo, el nuevo INDEC, de manera acertada, tampoco oficializó ninguna de las reconstrucciones realizadas en materia de pobreza ni de otros índices - para el período 2007-2015- por centros académicos, investigadores independientes o consultoras privadas. Para quienes critican al nuevo INDEC por esta decisión, están lejos de entender -por ignorancia o maliciosa intención- el entramado de dificultades político-institucionales y teórico-metodológicas que habría implicado adoptar una decisión distinta.

Por lo tanto, frente a la falta de información histórica comparable sobre los índices de pobreza urbana -a partir de líneas de ingresos-, distintos centros académicos -en el marco de sus respectivos programas de investigación- vienen realizando recálculos con el fin de poder evaluar el impacto social de diferentes políticas socioeconómicas. Para ello, los investigadores han recurrido a diferentes alternativas metodológicas. Todos, lógicamente, utilizando fuentes alternativas de precios para los períodos sin información (índices de precios de provincias o de consultoras privadas), esto con el fin de valorizar las líneas de pobreza. La mayoría de las mediciones alternativas emplea los datos de ingresos de la EPH del INDEC (2003-2015), bajo el supuesto de que las mediciones de los ingresos a lo largo de ese período resultaban fiables, comparables o pueden ser corregidas de algún modo sistemático.

El Gráfico 1 presenta las diferentes series históricas, en materia de tasas semestrales de pobreza para el período 2010-2019, aplicando la nueva metodología introducida por el INDEC a partir de 2016. La información incluye: a) las cifras oficiales de pobreza informadas por el INDEC Nueva Metodología (IIS 2016 – IS 2019); b) diferentes estimaciones y recálculos realizados por diferentes centros académicos o investigadores independientes con base en los datos de ingresos de la EPH-INDEC, con el fin de reconstruir hacia atrás de manera comparable (2003-2015) la serie INDEC Nueva Metodología; y c) la serie EDSA-ODSA-UCA (2010-2019) basada en la EDSA Agenda para la Equidad (2016-2019), empalmada con EDSA Bicentenarios (2010-2016). Comparadas para el período 2016-2019 las serie pobreza oficial del nuevo INDEC, con base en la EPH y las nuevas CBA-CBT (Metodología INDEC No. 22, 2016), y la serie calculada por el ODSA-UCA, con base en la serie EDSA-Equidad (2017-2019), con empalme 2010-2017, ambas series registran diferencias de magnitud, pero en cualquier caso se hace evidente su similar tendencia.

Por otra parte, tal como puede apreciarse, las diferentes estrategias metodológicas que asumen la validez de los ingresos registrados por la EPH-INDEC durante la intervención (2007-2015), más allá del modo en que resuelven el problema de la no respuesta de ingresos, tienden a correlacionar alrededor de valores algo disímiles, pero con igual tendencia en la mayor parte de los períodos. En ese sentido, no hay dudas que el índice de pobreza, luego de los picos alcanzados con la crisis 2002-2003, experimentó una caída relativamente regular hasta 2007-2008, para luego moderarse hasta 2010, con una más pronunciada caída en 2011, estabilizándose en dichos valores hasta 2013. Con la devaluación de 2014, ambas tasas vuelven a aumentar, para luego retraerse levemente en 2015.

Esta tendencia es similar -aunque con algunas disonancias para el período 2013-2015- con la serie de EDSA-ODSA-UCA (con diseño muestral, áreas geográficas de cobertura y cuestionario distintos a los que utiliza la EPH-INDEC). En cualquier caso, un revisión más destallado hace evidente que los rangos de variación entre las distintas series entre sí -incluyendo a la EDSA-ODSA-UCA-, aumentan en el contexto de intervención del INDEC (2007-2015), esto debido a la ausencia de parámetros únicos para la valoración de las CBA-CBT, en un contexto inflacionario, lo cual tiende a ampliar en el tiempo las brechas entre los diferentes resultados que generan las distintas fuentes y/o criterios utilizados dependiendo de la inversa del coeficiente de Engel aplicado. Otro factor que aumenta las brechas son los diferentes modos en que se atienden las inconsistencias o cambios emprendidos sobre los ponderadores y los ingresos de los hogares informados. Quizás, el mayor problema que enfrenta la serie EDSA-ODSA-UCA, es un eventual subregistro del índice de pobreza en 2014, o, por el contrario, una sobreestimación de este en 2015. Todo ello, bajo el supuesto, que la medición de ingresos a partir de la EPH-INDEC intervenido, resulte fiable. Pero esta variación no cambia para nada, no sólo la tendencia general, sino sobre todo el diagnóstico del problema.

Por ejemplo, para el primer semestre de 2015, para las series que utilizan la EPH-INDEC como fuente de ingresos, la diferencia entre la tasa de pobreza estimada más baja y la más alta es mínima, la brecha es de 4,2 pp. (entre 28,4% y 32,6%), lo cual, dadas las complejas condiciones metodológicas para su estimación, los resultados resultan por demás plausibles. En este contexto, para la medición del 2015, el ODSA-UCA a través de su encuesta (utilizando las nuevas CBA-CBT del INDEC), reestimó una tasa de pobreza urbana de 30%.

La tendencia registrada para el período 2016-2019 es menos controversial, dada la existencia de datos oficiales de pobreza más fiables, elaborados por el INDEC e informados periódicamente por dicho organismo. Según los cálculos del INDEC (Nueva Metodología), la tasa de pobreza se habría retraído fuertemente durante 2017, para volver a subir en 2018 y 2019, alcanzando en el primer semestre de este último año 6,7% de indigencia y 35,4% de pobreza. Para el ODSA-UCA, según su encuesta EDSA-Equidad, en la medición correspondiente a 2019, las tasas de indigencia y de pobreza serían de 8,9% y 40,8%, respectivamente. Si se acepta la validez promedio de las estimaciones históricas, estas magnitudes -cualquiera sea la fuente- serían las más altas de la década, similares a las registradas en 2007-2008. Al menos, más de una década perdida en materia de bienestar.

Transparencia estadística y algo más…

Cualquier acusación de intencionalidad política sobre estas cifras, solo pueden fundarse en la desinformación, la ignorancia o en un avieso propósito político-ideológico, que prioriza una agenda diferente al valor social que representa hacer visible -a través de los estudios de las ciencias sociales- los problemas estructurales que afectan a los sectores más pobres de nuestro país. Esperar que fuentes estadísticas que tienen diferente diseño muestral, distinta cobertura geográfica y distinta forma de captar los ingresos de los hogares coincidan en sus resultados, y, más aún, y que ninguna de ellas arrastre errores, es ignorar o desconocer adrede la complejidad metodológica involucrada en la medición en ciencias sociales, incluida, los índices de pobreza.

Si bien las dudas expresadas sobre las mediciones del ODSA-UCA en materia de pobreza arrastran dobles intenciones, no han sido pocos los que manifiestan tener información parcial o errónea. Para ellos, cabe dar cuenta de las dificultades metodológicas enfrentadas, los recursos técnicos puestos en juego y las decisiones adoptadas. Los diferentes métodos, correcciones y/o ajustes aplicados por el ODSA-UCA para sus series 2010-2019, tanto en materia de pobreza como otro centenar de indicadores, han sido debidamente documentados a través de los informes y trabajos publicados. Pero dada la confusión generada por la divulgación de información errónea, cabe aquí reiterar los procesos llevados adelante por el ODSA para garantizar la comparabilidad de la serie histórica EDSA-Equidad-Bicentenario en materia de la medición de las tasas de indigencia y de pobreza.

Por otra parte, cabe también destacar que desde el ODSA-UCA en ningún momento se ha puesto en duda la preeminencia de los datos oficiales sobre ingresos, indigencia y pobreza –así como de otros indicadores- del INDEC recuperado a partir de 2016. Pero debido a que el ODSA-UCA continúa disponiendo de su propia encuesta EDSA-Equidad, esto le permite calcular estos y otros índices desarrollando sus propias decisiones teórico-metodológicas. Sobran evidencias que muestran que las autoridades y los equipos técnicos del nuevo INDEC hicieron lo mejor posible, dado el marco político-institucional existente, para recuperar la credibilidad y mejorar las estadísticas públicas con el fin de representar la dinámica de los problemas socioeconómicos de nuestra sociedad. Por ello, resulta al menos prejuicioso imputarle al INDEC recuperado en 2016, a sus equipos técnicos o a su exdirector, la generación de estadísticas públicas “cómplices” con el discurso político-ideológico gubernamental. Nada más lejano de los hechos verificables.

Es cierto que la nueva metodología implicó un incremento en las cifras de la indigencia y la pobreza medidas por ingresos, esto en comparación con la metodología anterior. La nueva metodología resulta mejor, no por ser más exacta, sino por su mayor sensibilidad a registrar los cambios ocurridos en los parámetros de bienestar, así como en la desigualdad estructural a nivel social (reproducción ampliada de la marginalidad social y mayor vulnerabilidad de las clases medias bajas). Si no era en ese momento, ¿cuándo?... ¿Qué mejor oportunidad política de hacerlo cuando un gobierno pone a la pobreza en la agenda y como parámetro para su autoevaluación? Se abría una ventana de oportunidad político-institucional -largamente postergada- para ser metodológicamente más generoso con los pobres que con los Estados responsables de resolver las causas de la pobreza. Y un renovado INDEC actuó en consecuencia.

Lo que en realidad debe ocuparnos no son los números de la pobreza (sean 35% o 40%), sino las causas del problema que dichos datos representan: la sociedad argentina padece de pobrezas y desigualdades estructurales crecientes año tras año, década tras década, gobierne quien gobierne. No son los ciudadanos de a pie, ni los empresarios o trabajadores, ni los investigadores científicos, ni los medios de comunicación, los responsables de que el desarrollo del subdesarrollo sea nuestra única política de Estado. Desde el campo de la política, y no desde las ciencias sociales, algo no se está haciendo bien.

(*) Director del ODSA-UCA, CONICET-IIGG-UBA.

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