El gobierno militar de 1976 impulsó en primer término varias medidas tendientes a estabilizar la economía, con un crédito del FMI. Entre las medidas se incluyó la liberalización de precios que provocó una caída del consumo, para mejorar el saldo comercial y un supuesto desplome de los niveles de inflación. Ante el fracaso de la estrategia, se aplicó una “tregua de precios”. En marzo de 1977 Videla y su ministro de economía: Martínez de Hoz, establecieron una tregua por 120 días. Durante ese periodo los empresarios tuvieron que deponer sus pretensiones de aumentar los precios y absorber los ajustes salariales que se habían autorizado. Asimismo el Estado postergó los incrementos en los precios de los combustibles.
Tregua de precios como la de Martínez de Hoz
En marzo de 1977 Martínez de Hoz estableció una tregua de precios por 120 días. Durante ese periodo los empresarios tuvieron que deponer sus pretensiones de aumentar los precios y absorber los ajustes salariales que se habían autorizado. Asimismo el Estado postergó los incrementos en los precios de los combustibles.
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Después de que Cambiemos destruyera definitivamente la reputación de administradores responsables, los empresarios que acompañaron aquel apocalipsis zombi dicen: “los aumentos que nos autoriza la Secretaria de Comercio no nos alcanza”. La pregunta es: -¿A quién le alcanza?-¿A los operarios de fábrica?-¿A los empleados de comercio?-¿A los que reciben un subsidio?
Alimentos y bebidas son bienes imprescindibles. Nadie quiere precios por decreto. Sabemos que también es “pan para hoy y hambre para mañana”. Sin embargo es preferible “pan para hoy y hambre para mañana, que “hambre para hoy y pan para mañana”. En un entorno mundial BANI (acrónimo en inglés) Brittle (quebradizo), Anxious (ansioso), Nonlinear (no lineal), e Incomprehensible (incomprensible), aplica el pasaje: “Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el díade mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas” (San Mateo cap. 6 verso 34) versión LBLA.
La heterodoxia crítica de Martín Guzmán
Mientras los diputados economistas se enojan con quien asiente dudas que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario, aunque recientemente el FMI haya expresado que la inflación es un fenómeno multicausal simplifican: un incremento de la emisión monetaria de “n puntos porcentuales” requiere una caída de la velocidad de circulación del dinero de n%, o un aumento de la demanda de dinero, para que no se acelere la tasa de inflación. Estos neo cuantitativistas afirman que si se deteriora la situación fiscal y el BCRA emite dinero, se acelera la inflación. Y en eso tal vez derive un día, pero la respuesta a la repregunta queda siempre inconclusa. ¿Cuándo y cuánto?
Para ellos la demanda real de dinero puede aumentar o, lo que es lo mismo, la velocidad de circulación del dinero puede descender. El nivel de inflación entonces depende del comportamiento de la demanda de dinero. Si expandimos mas, la gente tiene que antojarse de tener más dinero, o permanecer más tiempo con él que recibe. Entonces el problema no es la magnitud de las necesidades de financiamiento del sector público-como repiten-, sino la dependencia de la emisión monetaria. Lo relevante seria echar una mirada al total de las necesidades de financiamiento del sector público, no al gasto público -que es un tema político-. Además debemos tener en cuenta que desde enero de 2018 nadie nos presta un dólar, salvo el FMI y los bancos locales con excesos.
Si queremos hablar de economía, conversemos de déficit o superávit. Cuando hablamos de bajar o subir el gasto público o los impuestos estamos hablando de política, no de economía. Y, la política decide como se gasta y recauda.
La experiencia de diciembre 2013/enero de 2014, demostró que no se puede explicar un salto en el nivel de los precios simplemente por la emisión directa. Los precios no dependen, en el corto plazo de la emisión. No existió una emisión suficiente para explicar semejante salto inflacionario del verano (2013/2014). Al contrario, la base monetaria se contrajo $11.500 millones. Como siempre, la explicación fue: “más adelante”. Probablemente exista una relación no perfecta entre emisión e inflación en el largo plazo, aunque puede fallar como en EE.UU. y desde 2008 hasta 2021, con rondas extravagantes de quantitative easing (laxitud monetaria).
Para la escuela keynesiana los incrementos en la demanda agregada solo producen inflación cuando los factores se están utilizando al máximo. Hoy faltan 18 puntos para cerrar el out put gap (brecha de producción). No se concibe inflación si el desempleo es elevado y hoy lo es. Y, si los incentivos fiscales mueven la inversión, esto es bueno aun con inflación, porque hará crecer la capacidad instalada.
La escuela estructuralista cepalina define dos mecanismos por los que surge el incremento en el nivel general de precios: 1) presiones básicas y 2) mecanismos de propagación. Los primeros surgen de la dependencia del sector externo. La necesidad crónica de insumos y partes importadas, y no manejar los precios de dichas importaciones. Las modificaciones en los precios internacionales impactan en los precios de la economía interna. Ante un shock externo de precios (hoy se cuadruplica el pronóstico de inflación mundial, con respecto al último trimestre 2020), como se dijo, los precios de la economía interna suben, y comienzan a propagarse. Los mecanismos de propagación tienen que ver con la puja entre los actores de la economía y, el poder de cada sector para imponer su voluntad sobre la del resto. Ej.: sindicatos, corporaciones y Estado.
En los setenta Robert Gordon propuso que los responsables de la formulación de políticas se centraran en una medida de inflación que excluyera los alimentos y la energía en EE.UU., un corte aproximado a la distinción entre precios inerciales y no inerciales. Recuerde, ese fue un tiempo de cambios bruscos en los precios del petróleo y los precios de los alimentos también fueron mucho menos estables. La sugerencia de Gordon resultó tan útil que la “inflación básica”, definida por la exclusión de alimentos y energía, se convirtió en una medida y una guía estándar para la política de la Reserva Federal (Fed). Y el uso de esa medida ha sido un éxito práctico. La Fed pudo mantener la calma a través de varios picos de inflación impulsados principalmente por los precios del petróleo, porque su enfoque en el núcleo le dijo que se trataba de shocks transitorios, que la inflación subyacente se mantuvo baja, y la Fed tenía razón. Pero la inflación excluyendo alimentos y energía fue siempre una aproximación rápida e indecorosa al concepto subyacente. Una sombra china del ideal de inflación en bienes con precios inerciales. Y aunque esta aproximación funcionó durante las crisis petroleras, no funciona en absoluto en un contexto BANI. Se queda corta. En países como Argentina, directamente no alcanza nada.
Paul Krugman dice que las interrupciones relacionadas con la pandemia han creado un aumento increíble en el precio del envío de contenedores. Estuvo tratando de estimar en cuánto pueden haber contribuido los costos de envío a la inflación reciente, multiplicando el cambio informado en el costo de envío de contenedores a los EE.UU. por la cantidad de TEU (unidades equivalentes a 20 pies) descargados en los puertos de EE.UU. En una suposición aproximada, el transporte marítimo puede haber agregado entre 0.25% y la 0.5% a la inflación durante 2020. También subieron mucho los automóviles usados, se pregunta: -¿Eso también debería excluirse del ideal del núcleo?
Un buen número de profesionales estadounidenses todavía está mirando la medida estándar de la inflación subyacente, que ha aumentado casi tanto como la inflación general, y concluyó que realmente tienen un problema. Los economistas de Biden creen que se trata de un problema transitorio, otro grupo que incluye al Consejo de Asesores Económicos, podría estar equivocado. Pero no se puede resolver ese argumento mirando un número que, por muy bien que haya funcionado en el pasado, ahora es una medida claramente inadecuada del concepto subyacente de inflación inercial.
Existen diferentes visiones sobre cuáles deben ser los instrumentos para combatir la inflación.
En coyunturas una tregua de precios es un puente de plata hasta que maduren las inversiones necesarias para aumentar la oferta potencial, sin políticas monetarias contractivas. El congelamiento tiene un efecto en el corto plazo; pero si la demanda es sostenida lentamente regresan los aumentos. Hasta ahora la “heterodoxia crítica” vino planteando moderar la demanda agregada privilegiando instrumentos fiscales por encima de la política monetaria y la de ingresos. Ortodoxia no va a suceder. Con este gobierno la inflación no podrá atacarse refrenando la demanda doméstica mediante el uso de los instrumentos de política fiscal, monetaria y de ingresos de la receta estándar del FMI.
El tipo de cambio nominal (TCN)
Una modificación-devaluación-produce inflación. La misma puede ser de efecto transitorio-aumento de precios en pesos de bienes transables con el exterior, pass through (pase a precios transitorio). En la Argentina ha sido indistintamente menor o mayor a la devaluación. Pero puede ser de efecto permanente cuando existe inconsistencia entre la política fiscal y monetaria. Allí la inflación-baja o alta-tiende a permanente. La experiencia mundial sobre los efectos de una devaluación sobre el nivel de precios, no es infalible. El pass through minorista suele ser inferior a la devaluación en promedio. Entonces los efectos de una devaluación sobre los precios son distintos. El pass through (efecto transmisión) mayorista se incrementa más que los minoristas, en promedio. Tanto la inflación de bienes transables -los bienes que se pueden consumir dentro de la economía que los produce y se pueden exportar e importar-, como la de no transables -que solo pueden consumirse en la economía en que se producen-, el (pase a precios) depende del contexto político económico -nivel de desempleo, grado de sindicalización, nivel inflacionario, volatilidad inflacionaria-, pero generalmente es menor que la devaluación en promedio.
En Argentina
En la experiencia argentina, puede que el pase a precios sea bajo como en el 2001/2, o elevado, como en el 90/91. En el resto del mundo, hay ejemplos donde la devaluación produjo inflaciones transitorias y bajas, altas y duraderas como en México 82, Chile 82, Argentina 86/89 y Brasil 86. Los países con programas del FMI, y gobiernos capaces de hacer “lo que sea”, limitaron los efectos de la devaluación sobre la inflación, con un costo social alto, en promedio. Obviamente cuando salimos del cuantitativismo, tenemos que calcular el costo social de implementar una política económica. Hoy el libertarismo agresivo sería capaz de asestar un ataque de esas características a la democracia. Difícilmente suceda con un gobierno preocupado por las consecuencias de un ajuste.
Presentada como libertad económica y libertad de expresión, las cotidianas locuciones de odio por parte de quienes vieron apenas disminuidos sus privilegios corporativos, están construyendo violencia activa y pasiva. Incluso la crítica de la gentuza por los inconvenientes de transito de la manifestación del 18 de octubre es otra cosa. Es bronca contra la inclusión social, la igualdad y la solidaridad que vienen siendo desacreditadas y negadas por una miscelánea hostil. Algunos creen haber ganado legitimidad en las PASO para reproducir nuevamente desigualdades históricas y menoscabo de conquistas sociales. Los libertarios y sus seguidores tienen la convicción que el camino es el individualismo, el mercado y la genética. Alguien dijo “somos mejores estéticamente”. Dentro de ese espeluznante sentido común, los sindicalistas que regresaron a la calle después de la pandemia y el peronismo son los enemigos de la libertad.
(*) Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani
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