Cada mañana, la escena se repite: un saludo apurado, un café compartido, una charla trivial. Construimos relaciones funcionales con nuestros compañeros. Pero, ¿qué pasa cuando ese colega se convierte en cómplice? ¿Cuándo la relación trasciende la tarea y se transforma en un vínculo real? Este Día del Amigo, te invitamos a resignificar la celebración. Porque la amistad, lejos de ser un simple condimento, es una de las ventajas competitivas más poderosas y humanas que una organización puede cultivar.
Vínculos que rinden: cómo la amistad en la oficina impulsa bienestar y resultados
La amistad, lejos de ser un simple condimento, es una de las ventajas competitivas más poderosas y humanas que una organización puede cultivar.
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Los empleados que tienen un mejor amigo en su entorno laboral se sienten significativamente más comprometidos.
De la eficiencia a la conexión: el poder de un amigo en el trabajo
Solemos pensar que en el trabajo estamos para cumplir objetivos, no para hacer amigos. Sin embargo, los datos son contundentes: según un estudio de Gallup, más del 70 % de los empleados que tienen un mejor amigo en su entorno laboral se sienten significativamente más comprometidos. Por su parte, la Harvard Business Review destaca que los vínculos de confianza, pilar fundamental de la amistad, pueden potenciar el rendimiento hasta en un 50 %.
Estas cifras confirman algo que en nuestra experiencia vemos a diario: el resultado que logramos es igual al tamaño de la relación que sepamos construir. Un equipo donde existe la confianza no solo es más productivo; es también un espacio de mayor seguridad emocional, donde el error se convierte en aprendizaje y el desafío se afronta en conjunto. Los problemas no desaparecen, pero la forma de transitarlos cambia por completo.
¿Cómo pasar del compañero funcional al vínculo real?
La amistad no se puede forzar con un after office obligatorio. No nace de un decreto, sino de las conversaciones que nos atrevemos a tener. Es un territorio que se conquista de a poco, y para el que las organizaciones pueden apoyarse en disciplinas como el coaching ontológico u otras a partir de herramientas valiosas que mejoren el entorno. La clave está en cultivar hábitos relacionales:
Escuchar para conectar, no para responder: ¿Cuántas veces conversamos esperando nuestro turno para hablar? La escucha genuina implica curiosidad. Por ejemplo, preguntar no solo por el estado de un proyecto, sino por cómo se siente la persona que lo lleva adelante. Esta forma de escuchar implica callar el juicio personal y abrirse a entender el mundo del otro.
Habilitar la conversación difícil y promover la necesaria: A menudo evitamos las conversaciones que juzgamos "difíciles" por temor al conflicto. Sin embargo, plantear con honestidad y cuidado lo que nos preocupa es una de las mayores muestras de aprecio. No es lo mismo decir "sos un irresponsable" que "noté que no llegaste con la entrega y me preocupa que no alcancemos el objetivo, ¿necesitás ayuda?". Lo primero cierra puertas; lo segundo, las abre.
Celebrar al otro: El éxito de un compañero no es una amenaza, es una victoria del equipo. Reconocer sus logros, celebrar sus avances y ofrecer una mano cuando las cosas no salen como se esperaba, construye puentes de lealtad que ninguna estructura puede reemplazar.
Desde esta mirada, la amistad es una habilidad organizacional clave. La capacidad de escuchar, confiar y ser vulnerables es lo que nos permite construir equipos más humanos y, en consecuencia, más eficaces.
Este 20 de julio, quizás el mejor regalo no sea material. Quizás sea atreverse a tener esa conversación pendiente, agradecerle a ese colega que nos apoya incondicionalmente o simplemente preguntar, con interés real: "¿Cómo estás?".
Al final, las organizaciones más exitosas no son las que tienen los mejores empleados, sino las que entienden que cuando buscás algo, en realidad, siempre buscás a alguien.
(*) Presidente de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional (AACOP) (1998/2000)
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