Las noticias económicas para el Gobierno son positivas: baja el riesgo país y los dólares financieros, suben los bonos, parece haber sacado el riesgo devaluatorio del futuro cercano y con pequeños hitos como flexibilizar el acceso al mercado único libre de cambios a las empresas, otorga una sensación de estabilidad macroeconómica que amortigua datos no tan buenos como el 3,2% de inflación mensual de CABA, por encima del tan ansiado número del 2% que busca la troika de Milei-Caputo-Sturzenegger.
¿Y vos? ¿Sos parte del nuevo cognitariado?
Dos de cada tres trabajadores informales son pobres y el 45% de los estatales recibe salarios de pobreza. Mientras, la precarización laboral se acentúa con el acceso a microtrabajos, mediados por la tecnología.
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Sacrificio inútil
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Sin embargo, cuando levantamos la mirada de las pantallas de las mesas de dinero y miramos el mundo real, la “estabilidad” se siente muy distinta. Pareciera que ese escenario tan beneficioso para la macro argentina, no llega a los bolsillos ni a las mesas de las familias argentinas. De hecho, el proceso de precarización laboral se acentúa y se expresa en esa enorme bolsa de pobres trabajadores: hoy dos de cada tres trabajadores informales son pobres, y de los trabajadores estatales el 45% reciben salarios por debajo de la línea de la pobreza.
¿Y qué pasa cuando tu laburo principal no te da un ingreso suficiente? Intentás rebuscártela, conseguir otros ingresos. Hoy te sentás con tu compu y buscás maneras de conseguir pequeñas changas virtuales, que no te hagan perder tu estatus social, donde puedas explayar tu creatividad, tu independencia, tu sentir que no tenés jefes. Y pensás, por qué no hacer algo extra en OnlyFans, o querer ser influencer, o trabajar en el chequeo de página web para Amazon, darle comentarios a hoteles online, o ganar dinero con AirBnb, o quizás responder encuestas, o que te paguen por hacer reseñas para Google Maps, etc. etc. Un sin fin de actividades. Automatizado, rápido, desde tu casa, conseguís trabajo con un click, y ¿cuántas horas podés trabajar? ¡Todas las que quieras! Más si manejás idiomas o te animás a trabajar para otros países y te manejás con pagos en cripto o Paypal.
Todas esas actividades remuneradas son microtrabajos. El podcast de FES Argentina ¿sueñan los androides con obrerxs electrónicxs? afirma que el fortalecimiento de los “microtrabajos no es más que la consolidación de la fragmentación y la pauperización de la clase trabajadora, que se diluyó en las miles del individualismo emprendedor”. Quizás también por esos ingresos complementarios, mayoritariamente no declarados, se puede explicar la capacidad de absorción por parte de la clase media de la brutal pérdida de poder adquisitivo de sus salarios.
¿Y cómo llegamos hasta acá? En primer lugar gracias a la revolución tecnológica que implicó especialmente desde los 2000 el internet de las cosas, la hiperconectividad, la acelerada disponibilidad de computadores y teléfonos celulares por parte de cada uno de nosotros, y la recientemente expandida inteligencia artificial. Esta revolución tecnológica permite la rápida automatización de procesos e hiperfragmentación de las tareas que cada trabajador realiza. Y en segundo lugar, gracias al proceso de desregulación del mercado laboral, que en nuestro país se aceleró con el gobierno de Milei y la famosa Ley Bases.
La inteligencia artificial y la automatización llegaron para quedarse. Y para eso, desde hace tiempo en muchas empresas son los mismos trabajadores que entrenan a las IA que los van a suplantar. En empresas de servicios, por ejemplo, son los trabajos relacionados al back office, gestión de reclamos o los mismos call-centers, donde por tal acción o reclamos la respuesta debe ser a, para un pedido por información la respuesta es b y así es como luego en lugar de personal de asistencia a reclamos aparece un bot. Robots que tienen menor probabilidad de equivocarse, que pueden atender 24-7, y que pueden garantizar un mejor servicio al cliente. Pero también vemos automatización de procesos en las líneas de producción, en control de calidad, en el área contable, y en hasta maneras de emitir órdenes de compra a proveedores. La tecnología es abrumadora, fantástica, hace realidad el sueño de Adam Smith de la división del trabajo a niveles micro, garantizando así las ganancias del sector empresarial.
Se reemplazan así miles de puestos de trabajo formales asalariados por bots, y mientras tanto las personas acceden a microtrabajos, también mediados por la tecnología, por el internet de las cosas. Nick Srnicek en su libro “Capitalismo de Plataformas” retoma el concepto de “cognitariado”, un nuevo proletariado que reemplaza la tradicional clase trabajadora industrial por trabajadores del conocimiento que colaboran en un proceso productivo cada vez más inmaterial, pero que genera valor y riqueza (al menos de algunos). Es entonces este cognitariado el que realiza la gran cantidad de microtrabajos del mundo del conocimiento: creación de contenido digital, community manager, diseño web, participación en foros o plataformas determinadas, responder encuestas y como top en el ranking los programadores y creadores de software.
Entonces, ¿la respuesta social debería ser el ludismo del S XXI? Recordemos que el ludismo fue el movimiento encabezado por artesanos ingleses contra la revolución industrial allá por el 1810. No creo que oponerse a la automatización de ciertos procesos pueda ser positivo, porque nunca el problema es la tecnología en sí misma, sino quién se apropia de ella y de los beneficios que esta genera. Y a su vez, quienes en estos momentos de transición requieren de un Estado presente que articule propuestas positivas entre el capital y el trabajo.
La ausencia de un ministro de Trabajo, retirar al Estado en medio de esta transición tecnológica es habilitar la ley de la selva: gana quien más puede. En este contexto estamos hoy, advirtiendo retiros voluntarios, despidos, tercerizaciones violentas y como mucho trabajadores entrenando robots que los van a reemplazar y trabajadores pobres aceptando microtrabajos para llegar a fin de mes. Mientras que Elon Musk presenta sus autos autónomos, algunos creen que esto es lejano en nuestro país, pero al conversar con empresarios y dirigentes gremiales ese susurro se hace cada vez más aturdidor. La tecnología llegó para quedarse, la pregunta es cómo se distribuye para que no alimentar a un ejército de microtrabajadores, que engrosen el cognitariado al mismo tiempo que las filas de la pobreza.
Economista, Directora del Banco Ciudad
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