23 de octubre 2006 - 00:00

Aíslan adversarios CGT a Moyano tras violencia

Hugo Moyano
Hugo Moyano
Es probable que nadie le pida la renuncia públicamente en la CGT a Hugo Moyano. Pero también es probable que el camionero deba enfrentar, desde esta semana, un proceso de vaciamiento interno que seguirá el método que adoptó el sector de los «gordos» cuando Moyano se convirtió en secretario general único de la central obrera: los jerarcas de varios gremios importantes dejarán de formar parte del consejo directivo sin por ello renunciar a la organización. Ya hubo varios indicios de esta táctica, que seguirá verificándose en los próximos días: por lo pronto, la reunión de la mesa de conducción de la CGT prevista para mañana se caracterizará por notorias ausencias.

  • Vergüenza

  • El argumento oficial que ofrecerán en público los dirigentes que diseñaron este curso de acción (Luis Barrionuevo, Andrés Rodríguez, en menor medida Gerardo Martínez) será la vergüenza institucional por lo ocurrido en el choque de bandas de San Vicente. Pero esa manifestación será nada más que un modo de aprovechar la crisis que atraviesa Moyano desde el 17 pasado. En rigor, ya esa mañana, sin que nadie hubiera dado un solo empujón junto al mausoleo de Juan Perón, el plan estaba en marcha. Porque una de las funciones de ese funeral fue la de servir de excusa para que los « gordos» (Armando Cavalieri, José Pedraza, Oscar Lescano, Carlos West Ocampo) regresaran a la sede de la CGT.

    Esa asistencia al salón Felipe-Vallese de dirigentes que habían prometido no pisar más la CGT mientras Moyano la presidiera pareció insinuar que el camionero debería en adelante enfrentar un desafío: que regresaran sus adversarios internos y se constituyera frente a sí una mayoría hostil. Los desmanes de San Vicente invirtieron esa lógica, pero no el objetivo que se perseguía: ahora no volverán los «gordos», sino que dejarán sus sillas los gremios aliados a ellos que todavía convivían con Moyano. Es decir, Gastronómicos, UPCN, UOCRA. El caso de Gerardo Martínez, de la UOCRA, es paradójico: si bien sus afiliados estuvieron entre quienes protagonizaron la barbarie de San Vicente, se trató en realidad de militantes que siguen a Juan Pablo «Pata» Medina, dirigente de la filial La Plata que está enemistado a muerte con la conducción nacional (a tal punto que uno de los colaboradores de Martínez también recibió un cachetazoen las inmediaciones del mausoleo).

    Importa la identidad de esos gremios: son todos numerosos y, por lo tanto, sus delegados podrían, junto a los «gordos», controlar un eventual congreso de la CGT convocado para destronar al camionero. Ante esta escena, Moyano vería reducido su poder casi exclusivamente al antiguo Movimiento de los Trabajadores Argentinos, que fue la base originaria desde la que se alzó con la conducción oficial. Si la base del camionero se abreviara como sueñan sus opositores internos, es posible que la CGT quedara al borde de la acefalía. En tal caso, se debería convocar a un congreso para voltear a su secretario general.

    Queda para quienes disfrutan del misterio saber cuál será la conducta de José Luis «Mr. Cloro» Lingieri. Es el segundo del camionero en la conducción, está discretamente enemistado con él, pero jamás se animaría a decírselo. Quienes lo promovieron para esa posición, sobre todo Rodríguez y Martínez, tampoco confían en él: «Lo mandamos a espiar y le gustó lo que espiaba», explica uno de ellos. Curioso el destino de Lingieri, tal vez pierda la cabeza antes de que ruede la del hombre a quien secunda.

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