Si alguien pensó que, por haber conseguido 15% de los votos (8% sobre el total de padrón) en las últimas elecciones, Raúl Alfonsín guardaría un humilde silencio, esa persona no fue el propio Alfonsín. Al contrario, evaluó la salud política de los otros y dijo que el ciclo de Domingo Cavallo había concluido. Por si hubiera alguna duda sobre los cambios que el jefe del radicalismo quiere producir en el gobierno de Fernando de la Rúa, el diagnóstico lo impartió desde la CGT, junto a otros «gordos». No era la mejor coreografía, salvo que la intención fuera hacer daño.
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La definición de Alfonsín fue sólo la expresión pública de una operación que comenzó el miércoles, sobre todo en una reunión a la que convocó por la noche en su domicilio de la calle Santa Fe. El sentido de la maniobra es poner el alejamiento de Cavallo como condición del apoyo partidario a la gestión presidencial. La firmeza del jefe partidario no llega al punto de convocar a una salida de los radicales del gobierno, sobre todo porque teme que la necesidad de muchos de cobrar un salario tenga más poder de convocatoria que su propia estrategia política.
El miércoles por la noche, en el departamento de Alfonsín estuvieron los gobernadores Angel Rozas, Pablo Verani y Roberto Iglesias, y legisladores como Mario Losada, Mario Negri, Leopoldo Moreau, Horacio Pernasetti y Jesús Rodríguez. Además hubo un grupo de íntimos, hombres «de la casa»: Mario Brodersohn (llamado «el sigiloso» porque ni su mujer se entera de sus salidas y entradas al domicilio familiar), Antonio Berhongaray, Federico Polak, Raúl Borrás y Juan Sourrouille (quien en su momento ocupó el lugar de Cavallo, es decir, de ministro de Economía con quien juegan desde el partido al tiro al blanco).
• Lógica
Allí Alfonsín confesó sus cuitas, en una conversación desordenada por el caudal de visitas. Expuso un producto típico de su lógica: había que conseguir la cabeza de Cavallo antes de que lo hagan otros, más agresivamente. Esos otros son, precisamente, los «gordos» con quienes se reunió ayer, quienes según el ex mandatario tienen preparado un plan de huelgas que no cesarán hasta que el ministro de Economía sea evacuado del Palacio de Hacienda. Es decir: Alfonsín quiere que su embestida sea vista como un obsequio frente a males mayores. Esto lo explicó en distintas oportunidades. El miércoles por la mañana se había reunido con Darío Alessandro y Rodolfo Rodil, y ayer, hacia el mediodía, se reunió en secreto con Chrystian Colombo, el nexo más activo que lo une actualmente a De la Rúa (aunque hoy tenga un encuentro, todavía más reservado, con otro hombre del Presidente).
Es posible que Alfonsín se vea hoy con De la Rúa para hablar de Cavallo y de los cambios de gabinete, sobre los que se queja porque no se los consultan. La entrevista de ayer en la Casa Rosada sirvió de poco ya que había testigos: un grupo de senadores de la UCR. Si se reúnen, el Presidente ya tiene preparadas varias respuestas para los reclamos del jefe partidario. Las esbozó ayer al mediodía, cuando almorzó con los diputados Rafael Pascual, Pernasetti, Horacio Cambareri, Negri y Jorge Pascual.
«Yo entiendo que a Cavallo no le salen bien las cosas en este momento, pero debo reconocer que vino cuando estábamos muy mal y sacrificó mucho al incorporarse», comenzó De la Rúa y al instante sugirió un reproche: «Además a Cavallo, indirectamente, me lo puso el partido cuando forzó la renuncia de (Ricardo) López Murphy, ¿no?». Después observó algo evidente: «Me piden que se vaya Cavallo, pero no me dicen cuál es la alternativa». Se ve que no confía en las martingalas que se imaginaron en lo de Alfonsín, todos copa en mano, el miércoles por la noche: crear una secretaría de Producción para Ignacio de Mendiguren, a quien quieren llevar al gabinete para quitarle un alfil a Eduardo Duhalde, quien lo quiere ministro. También una oficina de Finanzas y Hacienda, al frente de la cual estaría Daniel Marx, todo subordinado a Colombo, quien ganaría poder y responsabilidad en el nuevo esquema.
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