6 de enero 2005 - 00:00

Álvarez asume en Seguridad el sábado

El sábado asumirá Juan José Alvarez como nuevo responsable del área de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires en otro giro del oficialismo, forzado por la contundencia de la realidad, parecido al que promovió desde abril pasado Juan Carlos Blumberg a nivel nacional. Esta virtual intervención de Néstor Kirchner sobre la gestión de Aníbal Ibarra usando a un hombre de Eduardo Duhalde se anota también en las preliminares de la guerra electoral del año que viene y toca hasta a Mauricio Macri, con quien «Juanjo» Alvarez conversaba mucho en el último tiempo. La asunción de este ex ministro de Duhalde, que dejó un balance exitoso como responsable de Justicia y Seguridad, es algo alentador, aunque no tenga en esta oportunidad, como antes en el gabinete de Felipe Solá, el manejo directo de policías, en un país donde la demanda de seguridad es angustiante ya. Ayer se vivió más drama con la muerte de un policía y de una mujer al no poder reponerse del envenenamiento con gases de arsénico y de cianuro. En las próximas horas, el gobierno dará a conocer el identikit de la persona que pudo encender la bengala de la muerte. Por la tarde, además, habrá una marcha de familiares entre Once y Casa de Gobierno, donde serán recibidos por funcionarios y han prometido ellos mismos reprender los excesos que puedan cometer activistas políticos que quieran manipular su dolorosa demanda.

Juan José Alvarez
Juan José Alvarez
Juan José Alvarez será, a partir del sábado próximo, el nuevo secretario de Seguridad del Gobierno porteño, como adelantó ayer este diario. La incorporación de Alvarez a la gestión de Aníbal Ibarra cobijó, tanto en su trámite privado como en su ritual público, una cantidad de señales políticas. La primera de todas es que el nuevo funcionario, que ocupa una banca en el Congreso como diputado nacional del PJ, aceptó oficialmente la designación en el despacho de Alberto Fernández, donde se reunió con Néstor Kirchner.

Esa liturgia tuvo algo de reivindicación: en ese mismo lugar Kirchner le había ofrecido el cargo de ministro de Seguridad bonaerense a Carlos Arslanian, quien aceptó ser el reemplazante de Alvarez. Fue el Presidente quien produjo el desplazamiento del nuevo funcionario porteño en el gabinete de Felipe Solá. Debe de haber resultado placentero para Alvarez aceptar el regreso a la función ejecutiva en el mismo espacio de su defenestración.

• Pieza clave

Pero no hay que confundirse: el futuro secretario de Seguridad ya había arreglado sus cuentas con el gobierno nacional. Hace tres semanas se entrevistó con el jefe de Gabinete en una audiencia durante la cual Fernández le ofreció un cargo en el equipo de Kirchner. «¿Cuál? El que quieras, que esté ligado a tus temas.»

Alvarez insinuó su predilección por el Ministerio de Justicia, que ejerció con Eduardo Duhalde. ¿A qué se debía tanta generosidad santacruceña? En la Casa Rosada suponían que Alvarez (ex ministro de Seguridad bonaerense y ex intendente de Hurlingham) sería la pieza clave de un desembarco de Mauricio Macri en la provincia de Buenos Aires. Claro, el nuevo colaborador de Ibarra fue hasta ayer uno de los peronistas más cercanos del entorno del presidente de Boca (a quien está unido, además, por su intervención en el mercado de compraventa de jugadores de fútbol).

Sin embargo, el ingreso de Alvarez al turbulento barco de Ibarra se combinó sólo en su último tramo con estos antecedentes. La operación nació de otra cabeza política: la del vicejefe de Gobierno de la ciudad, Jorge Telerman. Fue este otro peronista el que habló con Alvarez el martes por la tarde. Quería que el diputado, desde su casa de Punta Ballena en Punta del Este, lo autorizara a mencionarlo en la danza de nombres que, para ese momento, se producía en el despacho de Ibarra. Allí se evaluaban distintas candidaturas para sustituir a Juan Carlos López, el secretario de Seguridad que había renunciado en medio de la tragedia de Cromagnon. Cuando el jefe de Gobierno bendijo esa postulación, tanto Telerman como el propio Ibarra se comunicaron con Duhalde, quien también veranea en Punta del Este.

Para el ex presidente debe de haber sido una tarde de fruición. Lo llamaban a su juego. Por una línea, alentaba la incorporación de uno de los suyos al gobierno municipal. Era una carambola a tres bandas ya que, mientras instalaba en una posición expectable a un rival histórico de Felipe Solá, habilitaba un vínculo con Kirchner en un momento en que la relación con la Rosada no luce espléndida. El Presidente, posando su mano sobre Alvarez, devolvió ayer ese gesto amistoso. Por la otra línea, el caudillo de Lomas de Zamora tuvo que simular su satisfacción ante otro veraneante del Uruguay: el propio Macri, irritado por este pase de magia que lo tiene como destinatario principal. Es bastante obvio que Ibarra pretende, con la incorporación de Alvarez, rasguñar al frente macrista en un momento en que la oposición municipal lo mortifica por su política de Seguridad. El alcalde pretende que los dardos destinados a él reboten en la figura de alguien que, como el nuevo secretario, llevará a la comuna personas y los planes que hasta ayer formaban parte del bagaje del macrismo. Por eso Macri anoche era tan enfático: «Si creen que me quitaron una pieza, me quitaron una que nunca tuve. Con Alvarez tengo la buena relación que tengo con cientos de dirigentes políticos argentinos, pero nunca formó parte de mi equipo político. Además, si piensan que con esto vamos a atenuar en algo la presión para que se investiguen las responsabilidades de una catástrofe, están totalmente equivocados».

• Encuentro

Esta situación, tan enojosa, mereció un encuentro reservado entre Macri y Alvarez en Punta del Este, el martes por la noche, que se extendió hasta la madrugada de ayer. El diputado sugirió, brevemente, la posibilidad de que su gestión contara con la aquiescencia de Compromiso para el Cambio, algo que el jefe de esa fuerza rechazó de plano. Pero después la charla circuló por otros canales: Macri encontró a un Alvarez decidido a aceptar el cargo que le habían ofrecido un par de horas antes. Hubo un argumento casi incontrastable en la esgrima verbal del diputado peronista en esa charla: «El novio de mi hija, que casi forma parte de mi familia hace cinco años, está en terapia intensiva porque es una de las víctimas de Cromagnon. Si no me ponen condicionamientos, ¿no te parece que tengo que aceptar, Mauricio?».

Terminaba la tarde y Alvarez volvió a comunicarse con Ibarra y Telerman. Ellos ya habían despejado cualquier reparo del gobierno nacional, si es que había alguno, para la incorporación del bonaerense. Sólo quedaba preparar la «mise en scène», expuesta como una cadena de salvatajes. Kirchner apareció como quien aporta una solución a un intendente exhausto que lo quiso hacer aparecer como parte del problema con sus acusaciones a la Policía Federal («hermanos que querían poner orden» los calificó ayer el Presidente). Es cierto que en el gesto es una especie de autoayuda: Ibarra (y su presupuesto) sigue siendo el único sostén fuerte con el que el gobierno nacional piensa enfrentar a la oposición porteña el año próximo.

Un paso más atrás, Duhalde también apareció como « guardavidas» (en su caso la metáfora es casi literal): la aparición de uno de los suyos después de la tragedia confirma su fantasía de ser el hombre que saca al país de las catástrofes. Y no quien lo hunde en ellas con golpes políticos y medidas económicas. Es cierto que ayer fue un factor de orden ya que la solución para la crisis de seguridad le llegó a Ibarra de la mano de uno de los suyos, Telerman, en un momento en el cual algunos funcionarios del alcalde, en el colmo de la paranoia, imaginaban que entre el macrismo, Duhalde y el vicejefe de Gobierno se abría un horizonte de desestabilización para el gobierno municipal.

• Tributo

Ibarra, mientras tanto, aceptaestos auxilios y paga por ellos de manera tal vez exagerada. Anoche, por ejemplo, salió del despacho de Kirchner diciendo que aceptaba recibir a los familiares de las víctimas. Un día antes, el Presidente les había prometido a esos deudos que él se encargaría de que el alcalde les concediera una audiencia. ¿Cuál era la necesidad de Ibarra de sobreactuar semejante insensibilidad? Tal vez sólo la de tributar a la Casa Rosada, que durante una semana lo mantuvo incomunicado.

También fue generoso el jefe de Gobierno con Alvarez, quien para aceptar el cargo exigió una megaestructura de inspección y control, que extenderá su imperio sobre todas las actividades lucrativas que se lleven adelante en la Ciudad de Buenos Aires. La forma en que esa política se llevará adelante es materia de estudio en estas horas, en las que un equipo coordinado por Diego Gorgal --mano derecha de Alvarez en la última gestión bonaerensetrabaja para presentar a Ibarra una batería de medidas que puedan ser anunciadas a partir del sábado próximo. Es decir, el día de la asunción del nuevo funcionario, quien también puso como condición integrarse al gobierno una vez que éste ya haya sido interpelado.

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