7 de marzo 2005 - 00:00

Comentarios políticos de este fin de semana

(Categorización: IMPRESCINDIBLE, BUENO, REGULAR, PRESCINDIBLE)

Roberto Lavagna
Roberto Lavagna
VERBITSKY, HORACIO
«Página/12»


IMPRESCINDIBLE.
Lució enojado Verbitsky en su columna de ayer. Y lo que es más raro, se enfadó con Néstor Kirchner y Alberto Fernández. Para coleccionar, la nota, ya que eso sucede pocas veces. Pero también -hay que reconocerlomerecería esta vez coleccionarse por la prolijidad con que reconstruye las relaciones entre la Sociedad Interamericana de Prensa y la dictadura militar. En verdad, este columnista le hace pasar un papelón al gobierno ya que recuerda que dos de los enviados de la SIP (Robert Cox y Edward Seaton) estuvieron entre los denunciantes principales de las violaciones a los derechos humanos de los años '70. Verbitsky recuerda minuciosamente el informe elaborado por la SIP en aquel entonces y también los padecimientos de Cox, quien terminó amenazado por las informaciones que editaba en «The Buenos Aires Herald», que dirigía, y debió exiliarse.

Verbitsky se queja de que, por estar él en Nueva York, sus asesorados Kirchner y Fernández no recordaran ese papel de la SIP y, sobre todo, los reproches que por entonces se le dirigieron al diario «La Nación» por defender más la seguridad pública que la libertad de expresión en aquellos años.

Falta que diga, pensando en el Presidente y sus colaboradores, «no se los puede dejar solos». Según este periodistaasesor, al confundir a la SIP de entonces con el subdirector de ese diario, José Claudio Escribano, Kirchner «se pegó un tiro en un pie», además de haber demostrado su desconocimiento del tema (curioso para un militante de los derechos humanos, como presume ser el Presidente).

El periodista se refiere a Escribano (recuerda que devolvió el premio al periodismo María Moor Cabot cuando se lo otorgaron a Jacobo Timerman, quien fue privado ilegalmente de su libertad y despojado de su diario «La Opinión» aun cuando la Corte lo declaró inocente). También lo hizo Ernestina de Noble por «Clarín» y muchos otros directores de medios y periodistas en la «historia de las bajezas de la prensa argentina» que algún día se escribirá.

Pero también Verbitsky se extiende a otros medios, por haberse asociado con el Estado en aquel tiempo (cita en esto a la SIP) en la propiedad de Papel Prensa. Merece destacarse este comentario ya que, aunque no lo diga, desmerece a su actual empleador, Héctor Magnetto (mandamás del monopolio «Clarín» y dueño oculto de «Página/12», quien tuvo un papel destacadísimo en aquel pacto con los militares). Vale la pena esta columna de Verbitsky para cualquiera que quiera reconstruir la historia del periodismo durante el gobierno militar y la buena actuación de la SIP.



GRONDONA, MARIANO
«La Nación»


BUENO.
Recupera puntos Grondona con su ensayo este fin de semana, analizando el problema de la oposición al gobierno de Kirchner. Su primera tesis es que la recuperación radical que sugiere la victoria de ese partido en

Santiago del Estero podría terminar beneficiando al gobierno: sencillamente, si esta resurrección significa un fragmento más en el mosaico del no-peronismo, la Casa Rosada debería festejar, aunque haya perdido imagen.

Grondona hace números y descubre que todas las variantes que se opusieron a Kirchner en la elección presidencial de 2003 suman 70% de los votos. Pero ese dato no quiere decir nada si se lo completa con otros. Uno, que Menem y Rodríguez Saá hacen oposición desde el PJ y que Mauricio Macri también representa, al menos parcialmente, una variante de ese partido. A su vez, los radicales de Alfonsíny de Moreau están atados al PJ por cordonessecretos: Alfonsín a Kirchner, Moreau a Duhalde. Y hasta
hay un radical como Colazo, de Tierra del Fuego, que pidió antes que nadie en el país la reelección del actual mandatario.

El otro factor que menciona Grondona para relativizar el peso actual de aquel 70% es el
«unitarismo» fiscal que se impuso en la Argentina desde que el gran ingreso de las retenciones no es coparticipable con las provincias y es alto: 800 millones de pesos por mes, a usar casi siempre demagógicamente por el gobierno. Si el esquema vigente de coparticipación provocabauna dependencia fuerte de las provincias a la Nación, esta manera de repartir ingresos excepcionales inhibe cualquier disidencia. Aun en el radicalismo allí donde este partido gobierna (Santiago o Catamarca, por ejemplo). Razona bien aquí Grondona.

Finalmente, dice algo importante: la Argentina (como casi todos los países) se comporta según un ciclo de fluctuaciones entre el centroizquierda y el centroderecha, aunque aquí ambos -sobre todo el centroizquierda-están desvirtuados con lo que significan en países europeos. Aquí el centroizquierda no quiere al capitalismo que acepta hasta China. Por lo tanto, en algunos años el país -vaticina jugándose Grondona-volverá al centroderecha. Sólo si se alían las distintas versiones de la oposición y si apuestan a este movimiento del péndulo quienes quieren reemplazar a Kirchner tendrán futuro.

Grondona dedica un apéndice de su nota a reivindicar con lealtad al subdirector del diario donde escribe, José Claudio Escribano, por las diatribas que le dejó el Presidente.


MORALES SOLA, JOAQUIN
«La Nación»


REGULAR.
Había que contar con que este columnista, habitual vocero de las lucubraciones de Roberto Lavagna, beneficie al ministro en el primer domingo posdefault. Ayer lo caracterizó como «el indiscutido arquitecto de la reconstrucción argentina». Más allá de esta emoción, la nota aporta poco al paisaje general de la información. Y a veces lanza datos inciertos. Por ejemplo, que «la aceptación de los bonistas japoneses superó el 90 por ciento», un dato que «el arquitecto» técnicamente no puede conocer.

El periodista se entusiasma menos con Néstor Kirchner, a quien reprocha, como casi todo el mundo,
«el alma impulsiva y belicosa». Le censura que desde la altura presidencial haya decidido ensañarse con economistas que lo criticaron cuando la forma de negociar que tenía el gobierno era criticable. Un poco más adelante sugiere que la agresividad permanente le hace olvidar a Kirchner que «el mundo no necesita invertir en la Argentina; es la Argentina la que necesita la inversión del mundo». Es cierto, además de buena frase-síntesis.

Morales Solá
se detiene en cuatro informaciones provenientes del despacho de Lavagna.

1) El ministro está de acuerdo con la estrategia de la Casa Rosada de «desendeudar» al país. Tenuemente, sugiere una crítica: cualquier acreedor festejaría, como hoy Rodrigo de Rato, titular del Fondo, que su acreedor se apresure en pagarle. Importa el comentario porque otro columnista de domingo, Eduardo Van der Kooy de «Clarín», dice lo contrario: que Lavagna no entiende lo que pretende Kirchner, salvo que sea lo que se viene haciendo hasta ahora, es decir, pagarle al Fondo sin discutir. Llama la atención la disidencia de estos dos periodistas que, habitualmente, salen «en cadena». Aparte, sin acuerdo con el Fondo, no habrá de otros organismos (salvo, quizás, el BID del afable Enrique Iglesias) y eso significará pagar «cash» en los próximos 10 meses unos 13.000 millones de dólares porque se suman pagos locales. El no acuerdo y pagar le consumirá 2 tercios de las reservas al país. Impensable.

2) El Fondo pedirá que la Argentina reabra la oferta. Pero Lavagna sólo consideraría esa posibilidad si aparecen pronunciamientos de deudores adelantando que se sumarían (aunque sufrirán más quitas que los que entraron ahora pero pueden compensar como cotizan los nuevos títulos del canje en el mercado). Mientras tanto, el escudo del gobierno, aunque se sepa que es manejable, será la ley del Congreso que le impide reabrir la oferta.

3) El esquema de negociación con las empresas de servicios públicos por tarifas será el mismo que se impuso en el caso Edelap, aunque Edenor y Edesur se quejen. Sobre esta base se abrirán las audiencias públicas que desatan el proceso.

4) La otra información rescatable que ofreció ayer este columnista es que el gobierno le pedirá a la Corte que impida a los funcionarios aceptar los fallos del tribunal internacional del CIADI (Banco Mundial) por tratarse de pronunciamientos inconstitucionales. Una manera de no pagar esas demandas de empresas privatizadas sin romper los convenios internacionales en los que se ampararon las inversiones externas.


VAN DER KOOY, EDUARDO
«Clarín»

PRESCINDIBLE. Este columnista se extiende en consideraciones sobre los males que Kirchner evitó con la salida del default y hasta lo cita: «Ahora estaría atrincherado en Olivos» si la experiencia hubiera fracasado. Lo más probable es que Kirchner seguiría igual, con su vehemencia, así la aceptación hubiera sido de 50% y no de 76,07%. A los mismos economistas les atribuiría el fracaso. Se entusiasma Van der Kooy con la idea de que ésta podría ser la última oportunidad para la Argentina, como ya había escrito el viernes, mezclando a la Divina Providencia en el asunto (se arriesga de nuevo a nombrarla, después de haber cometido la gaffe, hace dos domingos, de decir que «la Providencia metió la cola». ¿La confunde con el diablo?).

Después este periodista habla de las dos personalidades del Presidente, la del que habla y la del que actúa. Aunque es un panegirista habitual y hasta exagerado de Kirchner, en esto tiene razón. Coincide con Morales Solá, que llamó a su columna
«Un Kirchner gobierna; otro Kirchner habla» y también le dedica un párrafo a la negociacióncon el Fondo Monetario Internacional, donde Italia sigue siendo el gran escollo. Aporta casi nada esta nota.

En cambio aparece más sensato al referirse a la polémica oficial con la Sociedad Interamericana de Prensa: dice que esa entidad exageró sus facultades pero que el gobierno respondió de modo descomedido. Es cierto esto, pero lo dijo mejor que nadie este fin de semana Horacio Verbitsky. Finalmente, como sucede siempre en su columna, aplica la mayor cantidad de argumentos para eximir de responsabilidad al Presidente: recuerda que Bush, Menem, Alfonsín, Ricardo Lagos, Lula da Silva y Miterrand se enojaron fuertemente con la prensa. Y hasta rescata una frase del vapuleado Jefferson en estos días en el que hasta este defensor de los diarios se queja -ya siendo presidente-de su inclinación a la falsedad. Ni el jefe de la bancada oficialista en el Congreso coleccionaría razones con tanto ahínco para salvar a Kirchner como lo hace la columna dominical del monopolio «Clarín».

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