Comentarios políticos de este fin de semana
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El Presupuesto genera más tensión con el PRO: quejas de CABA en previa de cumbre Jorge Macri - Caputo
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Plan de control del dengue: el Gobierno se reunió con ministros de Salud de todo el país
«La Nación».
«Página/ 12».
Con más deseos que información, el columnista dedica su entrega a la profecía, dentro del género «Si entraba era gol» (zoncera de los relatores de fútbol cuando la pelota sale lamiendo el poste). Imagina que las encuestas cumplirán con la promesa de un cómodo triunfo de Cristina de Kirchner en las elecciones y se dedica a sacar conclusiones obvias: que gana el kirchnerismo, que pasan al desván los abanderados de la oposición.
Imagina que con esa confirmación del nuevo turno para el kirchnerismo la oposición la encarnará Mauricio Macri, que ha hecho un partido político capaz de plantarse ante los ganadores del 28 de octubre. Esta sencilla dialéctica forzará, imagina, el retiro de la actividad de Elisa Carrió (creerá que el público no la merece como candidata), que la esposa lo llevará a Roberto Lavagna a vivir a Europa, que Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín se entregarán a las tareas propias de la tercera edad.
Sólo le confía algún futuro a Ricardo López Murphy como legislador, tras una campaña testimonial, y a Duhalde, como armador de una estructura partidaria dentro del peronismo para que la puedan usar Macri o Daniel Scioli.
La pasión por el oficialismo le impide a Verbitsky incluir en este archivo masivo de dirigentes a alguno del gobierno. Apenas lo toca a Alberto Fernández por haber distraído al oficialismo en la elección a gobernador de Córdoba con el apoyo a Luis Juez. Pero como tampoco lo quiere mucho a José Manuel de la Sota, la empata augurando un acercamiento de Juan Schiaretti al kirchnerismo cuando lo consagren ganador en la elección.
Como toda nota profética -y más tan cercade las elecciones- ignora los fundamentos de la política, arte y ciencia que el columnista parece no entender mucho. O sea que todo lo que dice puede no ocurrir, u ocurrir todo lo contrario. Algo que no importa mucho a veces en estos entretenimientos de domingo.
VAN DER KOOY, EDUARDO.
« Clarín».
Apunta en el análisis más a las carencias que a las ventajas con que iniciaría Cristina de Kirchner su mandato en caso de ganar las elecciones. Su compromiso con la administración de su esposo y el gesto de presidenta electa con que se mueve en la campaña le impediría gozar, especula Van der Kooy, de la luna de miel que tiene todo mandatario cuando inicia su gobierno.
Es una interesante perspectiva, que complementa otra observación: Néstor Kirchner instaló a su esposa como la candidata a sucederlo con el solo propósito de clausurar dentro del oficialismo el debate sobre la sucesión. Que el peronismo -domesticado por décadas de lealtad forzada, como ocurre en todo movimiento político caciquil- no le haya planteado esa discusión fue uno de los logros políticos más importantes del Presidente, ya que es el ingrediente de todo final de mandato. El pato es rengo -para usar la metáfora del «lame duck» de Estados Unidos- entre otras cosas porque tiene que gobernar cuando a su lado se prueban la ropa que va a dejar.
Kirchner, que ve en el peronismo a sus adversarios más temibles -por eso se ha ocupado de quitarles habilidades para que compitan paralizando al PJ, volteando listas, activando causas judiciales, etc.-, logró superarlo pero, como dice el columnista, al costo de que la deja a la esposa sin luna de miel.
Como todos sus colegas del domingo -salvo el oficialista Verbitsky, claro- se queja del gobierno y su manipulación de los indicadores que miden la economía. Concluye, con razón, que los dirigentes de la oposición están tan divididos sobre la opinión ante la inflación como en otros temas y eso también les ha impedido integrarse en algún frente.
GRONDONA, MARIANO.
«La Nación».
El profesor ofrece, desde la biblioteca, otra taxonomía política, esta vez sobre la naturaleza de los gobiernos. Los hay, afirma, «democráticos» -como en Estados Unidos y Europa occidental, México, Chile, Perú y Uruguay-, «dictatoriales» como en Cuba, «cuasi dictatoriales» (nacen de elecciones pero ejercen como dictaduras) como en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Finalmente está el « kirchnerismo», que para Grondona parece una categoría en sí misma. Nació de elecciones pero ha perdido la neutralidad, la imparcialidad, al poner al servicio de su candidata presidencial todos los medios al alcance del Estado. Eso impide que en la Argentina haya el 28 de octubre elecciones «imparciales» y «honestas», un requisito para cualquier democracia que se precie de serlo.
Remata con la queja de siempre, que la oposición al gobierno Kirchner no se ha unido. Este pedido es más una inocentada porque no hay mucho que identifique bajo un signo común a una Carrió con un Lavagna -proveedores de funcionarios al actual gobierno- o a un Rodríguez Saá y un Sobisch con un López Murphy. El final es abierto y con interrogantes lanzados al lector: ¿irá la Argentina a partir de las elecciones hacia la democracia o hacia un desvío dictatorial? Equivale a preguntarse si al final triunfará el bien o el mal, para lo cual viene bien recordar la coplilla que dice: «Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos. / Que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos».
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