Cultura: Liprandi se afirma y Onaindia se autoexcluye
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Ignacio Liprandi, el futuro ministro de Cultura
porteño, sostuvo que «habrá continuidad de
los funcionarios que hayan hecho un buen
desempeño».
Si bien Liprandi confirma lo expresado por Onaindia («sé que José Miguel se siente muy bien en el Rojas, tiene una posición política definida, y no va a saltar a otro lugar»), lo utiliza como ejemplo de lo que será el futuro de su gestión: la inclusión de expertos que no necesariamente comulguen con el perfil de la alianza ganadora el último domingo. «No nos da lo mismo ocho que ochenta», metaforiza, y añade: «El caso de Onaindia es un buen ejemplo de que recurriremos a las asesorías profesionales y técnicas de mayor prestigio. Queremos sumar y no restar».
Prefiere no hablar de eventuales nombramientos en la cúpula del Teatro Colón, por el momento, aunque reconoce su cercanía y afinidad con el crítico y ex funcionario del Teatro Argentino de La Plata Pablo Bardin. En lo que se refiere a esa sala, al igual que la del Complejo Teatral de Buenos Aires, la meta más definida del PRO es la autarquía de gestión. Del mismo modo, tal como publicó ayer este diario, otro de los objetivos culturales del PRO es acelerar, para descentralizar la actividad del Colón, la inauguración de un nuevo auditorio musical para Buenos Aires (el de la ex planta de la Italo en Barracas), uno de los sueños más postergados por los melómanos locales: eso sí, las ceñidas dimensiones de esa planta alejan un poco la romántica idea del símil porteño de la Cité de la Musique inaugurada por Jack Lang en París. Con respecto al Bafici (Festival de Cine Independiente de Buenos Aires), Liprandi no desmiente ni confirma que su candidato para la dirección sea Hernán Guerschuny en lugar de Fernando Martín Peña, tal como trascendió en el medio cinematográfico días atrás. «No conozco personalmente a Peña -dice Liprandi-, pero tengo un gran respeto y las mejores referencias por el trabajo que ha hecho al frente del Bafici. Me comunicaré próximamente con él».
Liprandi trabaja aceleradamente y, dice, ni siquiera tuvo tiempo de festejar demasiado la noche del domingo: «Estuve hasta las 22.15 en el búnker, y después me marché a mi casa para celebrar en familia».
Proveniente del sector financiero, Liprandi se convirtió en coleccionista a partir de mayo de 1997 (su asesor en la materia fue Jorge Helft), y siempre tuvo en claro que la posesión de obras de arte no sólo era una inversión y un placer, sino también una herramienta de inserción. En un reportaje que le dio a este diario hace seis años, manifestaba: «El arte abre muchas puertas, digamos que facilita relaciones con gente a la que de otra manera uno nunca tendría acceso». Y continuaba: «En la Argentina, todavía no se ha incorporado el concepto de industria cultural, es decir, no se entiende que la cultura y el arte no están divorciados con el negocio que deja dinero. Se los sigue tomando como un gasto y no como una inversión». Seguramente, el argumento que convertirá en su biblia de gestión, y que mantendrá en la medida en que la realidad (que a veces es cruel y agnóstica) le responda con la misma fe.
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