Molesto fue el final de la sesión del miércoles en el Senado para Cristina Fernández de Kirchner. Tuvo que soportar la primera dama presiones de su propio partido en la suspensión de Antonio Boggiano. Terminó aceptando que se le siga pagando su salario hasta la sentencia final cuando no quería. Pero le esperaba lo peor: al salir del recinto, el ascensor se trabó y quedó atrapada allí por 40 minutos junto a Miguel Pichetto y Marita Perceval, testigos ambos de la catarsis de la primera dama contra empleados de mantenimiento, después de un día difícil.
A pesar de haber sancionado la suspensión de Antonio Boggiano como juez de la Corte Suprema, no fue una buena noche la del miércoles pasado para Cristina Kirchner. La senadora por Santa Cruz llevó sobre sus espaldas el peso de la acusación y la dura respuesta a los abogados defensores. Y terminó perdiendo la pulseada: no consiguió la suspensión sin goce de sueldo -como pretendía-, su bloque le reprochó sutilmente cierta falta de humildad en sus intervenciones y, al final, hasta quedó encerrada, junto a Miguel Pichetto y Marita Perceval, en un ascensor durante 40 minutos. Fue a la salida de una sesión donde la senadora -visiblemente enojada por lo que creyó una clase de derecho constitucional por parte de Marcelo Sancinetti, uno de los principales penalistas del país, y María Angélica Gelli- tuvo que soportar una división de su propio bloque en su contra. Partió de allí junto a Pichetto y Perceval en el ascensor reservado a senadores, que se trabó entre dos pisos. Los ocupantes vociferaron durante media hora contra el secretario administrativo del cuerpo y finalmente pudieron salir en medio del pánico de todos los empleados.
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Había arrancado su intervención Cristina Kirchner contestando duramente a los defensores de Boggiano por haberse sentido menospreciada en su profesión: «Hoy tuve la sensación de que de repente estaba ante superciudadanos ubicados por encima de todos nosotros, que no entendíamos lo que pasaba ni sabíamos de estas cosas. Ellos venían a explicarnos a todos nosotros. Por momentos sentí -no en el caso de la doctora Gelli- que más que defender al doctor Boggiano venían a mostrarse y a hacer «vedettismo» a esta Cámara», dijo la senadora y mencionó el concepto de realidad ficcional en Jacques Derrida, filósofo de la modernidad al que citó durante toda la sesión.
Su nueva enemiga, la puntana Liliana Negre de Alonso, fue la primera en atacar a la primera dama y reivindicar la profesionalidad de los abogados de Boggiano: «Tengo 39 años de profesión y tengo un master en Derecho Empresario; no soy solamente abogada, y la verdad es que me gusta y me deleita escuchar no solamente a los académicos, sino también a cada uno de mis colegas senadores cuando hablan de temas que estoy segura de que me aportan».
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