La ceremonia de jura de los nuevos senadores expuso a las claras la fractura interna del oficialismo libertario en el Congreso. Entre gestos, gritos de micrófono y reclamos por invitaciones, el acto terminó siendo un anticipo de lo que puede venir en 2026 y dejó varias postales.
Ingreso vetado, aplausos selectivos y un primer cruce en el recinto, las perlitas de las juras en el Senado
La Cámara alta asistió a los primeros enfrentamientos de sus nuevos integrantes. Micrófonos apagados, ingresos dificultosos e internas sin resolver.
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Ingreso vetado
Antes de que juraran los legisladores, se armó el primer escándalo: Karina Milei (secretaria general de la Presidencia) y Manuel Adorni (jefe de Gabinete) denunciaron que no les dejaban pasar al recinto para presenciar la ceremonia. Según ellos, “cerraron todos los ingresos internos desde Diputados”, supuestamente desde la conducción del Senado.
Al final entraron —gracias a un “salvoconducto” de última hora, según dijeron— lo que dejó en evidencia que la disputa no era sólo de sillas, sino de controles: quién decide quién entra, quién observa y quién queda afuera. Desde el entorno de Villarruel, por su parte, aseguraron que no tenían constancia de ningún veto formal.
Bullrich vs Villarruel: round por el micrófono
Al cierre de la jura, Patricia Bullrich pidió la palabra… contra lo acordado. Eso ya era suficiente para levantar algunas cejas, pero lo que vino fue mejor: intentó hablar sin micrófono —porque la Victoria Villarruel, que presidía la sesión, le negó la habilitación— y, al verse silenciada, exigió que sus “razones” sean leídas por escrito.
Al terminar, se acercó a Villarruel y le soltó: “Que sea pareja para todos. Empecemos bien”. La queja no era filosófica sino práctica: consideró injusto que algunos senadores (no todos) hubieran excedido el cupo de invitados permitidos —como una compañera que llevó nueve familiares— y que nadie les dijera nada.
Esa tensión revela que más allá de las formas, hay de fondo una disputa de poder entre dos caras dominantes del bloque.
Aplausos selectivos y silencios incómodos
Durante la jura, Karina Milei, Adorni y otros funcionarios del Ejecutivo aplaudieron cuando juraban los suyos. Pero cuando la senadora de Tierra del Fuego pronunció el juramento incluyendo reivindicaciones como “por las Islas Malvinas y por los 30.000 desaparecidos”, el trío guardó silencio. Esa ausencia de aplausos —o de gestos de simpatía— fue leída por muchos como la primera manifestación pública de desaprobación dentro del bloque.
Ese instante puede parecer menor, pero habla de un bloque que ya no camina unido frente a símbolos potentes: las diferencias ideológicas aparecen, incluso en un acto de rutina.
Lo que se vivió en el Senado no fue una “jura normal”: fue la primera gran señal de que el oficialismo libertario no tiene internalizada una disciplina común. Hay liderazgos paralelos —con sus propias lógicas de poder— que chocan públicamente. Eso puede complicar cualquier intento de agenda conjunta de acá a diciembre, y mucho más en 2026.
Para quienes seguimos el Congreso, la imagen que quedó es un bloque en estado líquido, más pendular que férreo. Y si las internas se expresan así, en un acto ceremonial, lo que vendrá en debates reales —sobre leyes, presupuesto, nombramientos— promete ser electrizante.






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