La izquierda ultra goza resultados de Misiones
Esperable que para la izquierda ultra el resultado electoral en Misiones fuera un festival. Con esa libertad a la hora de opinar que le aseguran su lejanía de las responsabilidades y su desenfreno ideológico, el editorial del periódico «Hoy» del Partido Comunista Revolucionario aporta, sin embargo, elementos al debate. Esta formación de la izquierda criolla no habrá sacado votos en esa elección que rechazó la reelección del gobernador de Misiones, pero profundiza en sus consecuencias con pasión de ganadores. Veamos ese ensayo de inscribir esos comicios en los registros de la dialéctica histórica.
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Kirchner se jugó por Rovira. Debió creer que puede convertir en triunfadores a todos los que se le suman. Fracasó.
La realidad es que durante muchos años el sistema político fue acumulando elementos de crisis. Alfonsín debió huir 6 meses antes de finalizar su mandato dejando herido al radicalismo. La traición de Menem y su política golpeó al peronismo. La bancarrota de la Alianza llevó al estallido de la crisis. La respuesta popular, el Argentinazo, potenció esos elementos en una crisis de hegemonía del sistema.
Duhalde intentó domar la crisis para abrir un nuevo ciclo peronista, y fracasó. Tuvo que adelantar las elecciones para no salir volando.
Kirchner fue (y sigue siendo) un fiel exponente del sistema político que se tambaleó en 2001: vocero de la privatización de YPF con Menem, represor de las luchas, con un aparato clientelista. Llegó al gobierno de la mano de Duhalde-Lavagna, pero se presentó como un «renovador» de la política, con lo que llamaba su «proyecto transversal».
El «proyecto transversal» duró poco tiempo. Fue reemplazado por otro, con la « borocotización» del peronismo feudalizado, el acuerdo con Moyano para controlar el aparato sindical cegetista y la compra o el alquiler de los gobernadores e intendentes radicales y ex Frepaso.
El «jugoso» superávit fiscal le permitió a Kirchner la política de «cooptaciones» y « borocotizaciones» que, por lo general, expresa acuerdos con monopolios y terratenientes del bloque dominante. El kirchnerismo engordó hasta llegar a constituirse en la gran fuerza del sistema y en una verdadera bolsa de gatos, como lo mostró el entrevero de San Vicente.
La construcción de una fuerza hegemónica bajo la dirección de Kirchner fue abriendo grietas, fisuras y contradicciones en el seno de las clases dominantes: el resurgimiento de la derecha fascista, la candidatura presidencial de Lavagna, los enfrentamientos con la Iglesia Católica y con los ganaderos, etc., le fueron marcando la cancha a Kirchner.
Por detrás de algunos de estos sectores -que también actuaron en Misiones- se mueven poderosos intereses que asustaron al gobierno. Unos vinculados a los yanquis, a los que Kirchner rápidamente trató de calmar ofreciéndoles un dictamen de los fiscales del caso AMIA que golpea a Irán.
También se mueven detrás de ciertas fuerzas sectores vinculados al imperialismo ruso; y hacia Moscú partió la ministra de Defensa, Garré. Por el contrario, como prueba de su «oficialismo», Scioli fue a China a proclamar «la alianza estratégica» de los dos países. ¿Cree el gobierno que para frenar el resurgimiento de los «procesistas», apaciguar a cierta prensa crítica, y averiguar el paradero de López, tiene que ir a negociar a Washington y a Moscú?
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