3 de noviembre 2006 - 00:00

La izquierda ultra goza resultados de Misiones

Esperable que para la izquierda ultra el resultado electoral en Misiones fuera un festival. Con esa libertad a la hora de opinar que le aseguran su lejanía de las responsabilidades y su desenfreno ideológico, el editorial del periódico «Hoy» del Partido Comunista Revolucionario aporta, sin embargo, elementos al debate. Esta formación de la izquierda criolla no habrá sacado votos en esa elección que rechazó la reelección del gobernador de Misiones, pero profundiza en sus consecuencias con pasión de ganadores. Veamos ese ensayo de inscribir esos comicios en los registros de la dialéctica histórica.

Joaquín Piña
Joaquín Piña
El proyecto de reelección indefinida del gobernador misionero Carlos Rovira, apoyado y financiado por Kirchner y con un escandaloso fraude, sufrió una derrota catastrófica. Rovira se creía eterno y quedó nocaut. Kirchner se jugó con Rovira y salió duramente golpeado. Esta derrota es expresión, en primer lugar, del hartazgo popular a la política de Rovira, apoyada por el kirchnerismo.

Además, una parte de los misioneros golpeó al conjunto del sistema político, no votando o haciéndolo en blanco o nulo; posición que impulsó el PCR en rechazo a la política de Rovira y el sistema corrupto, respetando la dignidad democrática del obispo Piña y las organizaciones sociales que lo acompañaron.

El uso del aparato estatal por Rovira fue fenomenal. Habría 31.000 documentos de identidad con la foto en blanco usados por misioneros o paraguayos, a los que les pagaron $ 150 para votar con esos documentos truchos. Hubo enfrentamientos a tiros y dos capillas quemadas. Se repartieron cheques de $ 1.000 a $ 200.000, vacas, bicicletas, casas, alimentos y planes sociales. En esa situación, sorprendió a muchos la presencia de una delegación artística cubana en el acto de cierre de Rovira.

Esta política la ejecutó el aparato «rovirista», con los fondos provistos por el kirchnerismo. Kirchner estuvo en un acto central, y sus ministros y funcionarios (Alicia Kirchner, Massa, etc.) estuvieron en «la repartija».

Contradicciones entre los de arriba hicieron que esta podredumbre fuera conocida en el país, reforzando el asco popular contra el sistema oligárquico. Lo de Misiones no es una excepción, sino la regla de «la nueva política K». Con sus particularidades, el fracaso de esa «nueva política» es un hecho de trascendencia nacional: los gobernadores que buscan su reelección ahora salieron a «diferenciarse» de Rovira.

  • Acumulación

    Kirchner se jugó por Rovira. Debió creer que puede convertir en triunfadores a todos los que se le suman. Fracasó.

    La realidad es que durante muchos años el sistema político fue acumulando elementos de crisis. Alfonsín debió huir 6 meses antes de finalizar su mandato dejando herido al radicalismo. La traición de Menem y su política golpeó al peronismo. La bancarrota de la Alianza llevó al estallido de la crisis. La respuesta popular, el Argentinazo, potenció esos elementos en una crisis de hegemonía del sistema.

    Duhalde intentó domar la crisis para abrir un nuevo ciclo peronista, y fracasó. Tuvo que adelantar las elecciones para no salir volando.

    Kirchner fue (y sigue siendo) un fiel exponente del sistema político que se tambaleó en 2001: vocero de la privatización de YPF con Menem, represor de las luchas, con un aparato clientelista. Llegó al gobierno de la mano de Duhalde-Lavagna, pero se presentó como un «renovador» de la política, con lo que llamaba su «proyecto transversal».

    El «proyecto transversal» duró poco tiempo. Fue reemplazado por otro, con la « borocotización» del peronismo feudalizado, el acuerdo con Moyano para controlar el aparato sindical cegetista y la compra o el alquiler de los gobernadores e intendentes radicales y ex Frepaso.

    El «jugoso» superávit fiscal le permitió a Kirchner la política de «cooptaciones» y « borocotizaciones» que, por lo general, expresa acuerdos con monopolios y terratenientes del bloque dominante. El kirchnerismo engordó hasta llegar a constituirse en la gran fuerza del sistema y en una verdadera bolsa de gatos, como lo mostró el entrevero de San Vicente.

    La construcción de una fuerza hegemónica bajo la dirección de Kirchner fue abriendo grietas, fisuras y contradicciones en el seno de las clases dominantes: el resurgimiento de la derecha fascista, la candidatura presidencial de Lavagna, los enfrentamientos con la Iglesia Católica y con los ganaderos, etc., le fueron marcando la cancha a Kirchner.

    Por detrás de algunos de estos sectores -que también actuaron en Misiones- se mueven poderosos intereses que asustaron al gobierno. Unos vinculados a los yanquis, a los que Kirchner rápidamente trató de calmar ofreciéndoles un dictamen de los fiscales del caso AMIA que golpea a Irán.

    También se mueven detrás de ciertas fuerzas sectores vinculados al imperialismo ruso; y hacia Moscú partió la ministra de Defensa, Garré. Por el contrario, como prueba de su «oficialismo», Scioli fue a China a proclamar «la alianza estratégica» de los dos países. ¿Cree el gobierno que para frenar el resurgimiento de los «procesistas», apaciguar a cierta prensa crítica, y averiguar el paradero de López, tiene que ir a negociar a Washington y a Moscú?
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