Aunque no se aplicó a la campaña porteña, Néstor Kirchner no se olvidó ayer de los problemas de la Capital.
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Enterado de los incidentes que demoraron la apertura del casino flotante que administra ahora su amigo Cristóbal López junto con los españoles de CIRSA, se quejó ante los íntimos en estos términos: «Una cosa es que los sindicalistas hicieran lo que hicieron en el traslado de los restos de Perón a San Vicente, y otra, los destrozos que han hecho en el casino de Cristóbal». El Presidente se alarmó de la dureza del enfrentamiento entre los portuarios del SOMU, que pretenden representar al personal que flota, y los actuales representantes del sindicato del juego.
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