«Yo soy otro», podría decir Rafael Bielsa -emulando al poeta Arthur Rimbaud en su frase más famosa- al regresar de Madrid. También él cambió los tonos al considerar las relaciones de su gobierno con las empresas y los mercados, no sólo el Presidente. En un reportaje que dio al diario «El País» de Madrid, sentencia lo siguiente: «Que no se hable más de la Argentina en términos de escándalo, no queremos que siga dando vueltas por el mundo la imagen de una Asamblea Legislativa festejando como en el Carnaval de Rio la suspensión de pagos cuando debería haber sido una misa de cuerpo presente».
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Este saludable razonamiento no es nuevo en el canciller, que ya dijo antes que el país debería pedir perdón a los tenedores de bonos defaulteados, pero roza la herejía para algunos aliados del gobierno que se han embanderado hasta el final con la pelea del país con el resto del planeta.
Ese reportaje de Bielsa acerca otro dato para el debate: reconoce que el proyecto de ley de marco regulatorio de las empresas de servicios privatizados se redactó en Madrid. «A partir de allí, se avanzó con mucha serenidad en diálogo con las empresas.»
Otro brindis heterodoxo que se permite Bielsa es saludar en público a Daniel Scioli; cuando le preguntan sobre la marcha de las reformas del Estado en la Argentina, el ministro de Relaciones Exteriores ejemplifica la voluntad de cambio de su gobierno en estos términos: «¿La reforma política? Por supuesto que la vamos a hacer.Ya está en curso la reforma del Senado», un proyecto del vicepresidente.
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