9 de octubre 2001 - 00:00

Amigo del enemigo

Sesión estratégica: Oficiales rebeldes cerca de Kabul planean nuevos avances
Sesión estratégica: Oficiales rebeldes cerca de Kabul planean nuevos avances
Por JOHANNA MCGEARY

Desde el 11 de septiembre son cortejados por las grandes potencias. Funcionarios estadounidenses, que durante años los ignoraron, ahora se muestran ansiosos por cooperar. Generales rusos movilizan equipos de la era soviética, que el Frente ya conoce, para hacérselos llegar de inmediato. Los asesores iraníes, que siempre se encargaron de mantener listas a las fuerzas rebeldes, han prometido más fondos y pertrechos. Los rebeldes afganos, que durante años estuvieron estancados a sólo 50 kilómetros de Kabul, sienten que están a punto de realizar su sueño de recuperar la ciudad.

EE.UU. se está movilizando a toda prisa para formar una causa común con todos los que se oponen al Talibán, pero debe sopesar con todo cuidado si es prudente aliarse con estos combatientes. El Frente Unido parecería estar hecho a la medida de las circunstancias, con sus años de experiencia en batallas contra los talibán y su abierto odio a la influencia extranjera de Osama bin Laden.

Además, el Frente posee una infantería nada despreciable. Sin embargo, sus líderes están crónicamente divididos por diferencias étnicas y religiosas, y la composición facciosa del frente siempre acarrea problemas políticos. Casi una docena de países de la región tienen algún interés puesto en el Frente. Pakistán, designado como aliado principal en las acciones militares de EE.UU., se niega tajantemente a favorecer al Frente Unido. Aunque los funcionarios de Washington ansían derrocar el régimen talibán, se preguntan qué puede en realidad aportar el Frente.

Los 15.000 hombres armados son tan sólo una alianza aparente. El verdadero control lo ejerce una red en continua transformación de codiciosos caciques, guerrilleros y líderes étnicos que se unieron en los años 80 para combatir a los ocupantes soviéticos. Constituyen una mezcla explosiva de grupos étnicos minoritarios Tajikistanos, Uzbekos y Hazara en un país predominantemente Pashtun, y por si fuera poco hay entre ellos musulmanes shiitas, a quienes la mayoría sunnita desprecia.
Nada más derrocar al régimen títere de los soviéticos, los líderes de la alianza se enzarzaron en salvajes luchas internas que desembocaron en guerra civil. Kabul, la cosmopolita capital que fue en otros tiempos famosa por sus hermosos jardines y monumentos, quedó reducida a escombros por el caos y la anarquía. Los caciques guerreros, acostumbrados a traicionarse entre sí, son famosos por su crueldad y codicia. Los talibán tomaron el poder imponiendo la ley y el orden en medio del caos, y se convirtieron en el nuevo enemigo común de la alianza.

Los rebeldes se las ingeniaron para impedir que el régimen Talibán se hiciera con el control de todo el país, aunque perdieron parte del territorio y no lo han vuelto a recuperar. Cuentan con suficientes armas para librar rápidos y efectivos combates, pero poco o nada pueden hacer para derrocar a los talibán. Nadie sabe si Mohammed Fahim, sucesor de Massoud, tiene la misma habilidad en el campo de batalla. Sin embargo, los rebeldes podrían suponer una ayuda táctica para EE.UU.
Podrían servir de base operativa, distraer a las fuerzas talibán mientras los comandos estadounidenses buscan a bin Laden, y guiar a las fuerzas extranjeras a través del inhóspito territorio afgano. Se dice que ya están proporcionando a EE.UU. información de blancos importantes, pero los datos que poseen sus servicios de inteligencia sobre bin Laden son decepcionantes. "Conocen bien el terreno", comentó el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. "Podrían sernos útiles de diferentes maneras".

El Frente parece que quiere una alianza más sólida, pero poco clara. Se consideran a sí mismos el legítimo Gobierno del país, y quieren aprovechar los ataques estadounidenses para tomar el poder. "Nos lo merecemos, y tenemos derecho a este apoyo", declaró Abdullah Abdullah, ministro angloparlante de relaciones exteriores de la de la alianza y figura política de creciente importancia. Deseosos de entrar en acción, quieren que EE.UU. bombardee a los talibán mientras ellos los aplastan sobre el terreno. Pero aunque ansían este apoyo aéreo, no quieren que los soldados estadounidenses se estacionen en su territorio durante demasiado tiempo.

Washington prefiere moderar el entusiasmo del Frente. El presidente Clinton firmó en 1998 una orden secreta para aprehender a bin Laden, y desde entonces la CIA abastece sin armas a las fuerzas anti-talibán. A cambio, los líderes del Frente permiten la entrada de agentes a su territorio para recabar inteligencia sobre el terrorismo. Pero EE.UU. podría tener muchos problemas políticos aliándose públicamente con grupos del Frente Unido, que están implicados en tráfico de opio y han sido acusados de atrocidades contra civiles y soldados enemigos. Leonard Scensny, funcionario del departamento de Estado, opina que "la Alianza del Norte no es una alternativa" para formar un Gobierno unas vez derrocado el régimen Talibán.

Abdullah afirma que el Frente Unido no quiere monopolizar el poder. Si bien Rusia e Irán verían con buenos ojos un régimen del Frente en Kabul, la mayoría Pashtun no lo toleraría. Tampoco Pakistán, que tiene lazos tribales, étnicos y lingüísticos con los talibán, y que temería vérselas con un régimen hostil en su frontera occidental. EE.UU. comienza a entender que participar en este juego implica formar una coalición anti-talibán lo más amplia posible, que necesariamente deberá incluir Pashtuns, afganos en el exilio y la amplia gama de tribus y clanes. Tal vez podrían quedar unificados bajo la figura neutral de Mohammed Zahir Shah, quien a sus 86 años es el ex rey de Afganistán que lleva en el exilio bastante tiempo. Pero este es un país en el que nunca ha sido fácil ponerse de acuerdo.

-Informes de Hannah Bloch y Terry McCarthy/Islamabad, Paul Quinn-Judge/Jabal-us-Seraj y Massimo Calabresi/Washington

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