16 de octubre 2007 - 00:00

Charlas de quincho

Completamos la entrega de las charlas de esta semana que iniciamos ayer con un repaso por el que seguramente será el último festejo del Día de la Raza en la embajada española. Allí se habló de las mujeres que acompañarán a Cristina de Kirchner en caso de que gane la elección, y también de las cuentas poco claras de la realeza ibérica. En un hotel, el presidente del Banco Central festejó el cumpleaños de su hija, y en otro, un candidato puntano selló un pacto bonaerense con un ex intendente que le asegura, al menos, que no le roben votos en esa parte del país. También estuvimos en la reapertura de un palacio en Córdoba (se convirtió en museo) y en la comida de desagravio que le dio el kirchnerismo a un gobernador electo, que hasta hace poco no le servía ni para la foto. Veamos.

Daniel Filmus, Juan Manuel Urtubey, Carlos Tomada y GinésGonzález García rodean al homenajeado Jorge Capitanich.El kirchnerismo, tras su victoria en el Chaco, se acordó de él (arriba). Dante Camaño, Luis Patti, Carlos Menem, Héctor Maya y OscarTalía en el Hotel Emperador: comida para celebrar la alianzadel ex intendente de Escobar con Alberto Rodríguez Saá (abajo).
Daniel Filmus, Juan Manuel Urtubey, Carlos Tomada y Ginés González García rodean al homenajeado Jorge Capitanich. El kirchnerismo, tras su victoria en el Chaco, se acordó de él (arriba). Dante Camaño, Luis Patti, Carlos Menem, Héctor Maya y Oscar Talía en el Hotel Emperador: comida para celebrar la alianza del ex intendente de Escobar con Alberto Rodríguez Saá (abajo).
  • Una mala y una buena. La segunda: seguramente, la señora Cristina si es presidenta romperá el récord de su marido -no recibir las cartas credenciales de ningún embajador- y dispondrá de tiempo para saludarse con los representantes extranjeros llegados al país. Así pronosticaba Rosendo Fraga ante el diplomático anfitrión de España, Rafael Estrella, regocijado con esa noticia: para un socialista moderno nada más dichoso que una o varias visitas a la alfombra roja. Toda una vida de lucha ideológica para ese fin. Es que de tanto convivir con la Corona, el progresismo olvidó su noción de la Repúblicay, de paso, hasta copió la pompa monárquica y formal. También, si pueden, hacen algún negocio. Firmado, Felipe González. La mala nueva, en cambio, es que la fiesta tal vez no se repita: tan creciente se ha vuelto la crítica contra el festejo imperialista -el congreso porteño, casi por unanimidad, hasta habla de genocidio sobre la epopeya de 1492 y la colonización- que el gobierno de España deberá dejar de celebrar el Día de la Raza (lo asumió Hipólito Yrigoyen) el 12 de octubre memorable en que se descubrió América.
    Y guardar el gran toldo que protegía de la lluvia el jardín y a los 800 invitados en la embajada de Figueroa Alcorta para otra ocasión menos debatida. Fue, entonces, ese mediodía el último recuerdo a la aventura de Cristóbal Colón, ya que indigenistas como Evo Morales y Rafael Correa vetarán la Cruz y la alegría del 12 de octubre, lo convertirán en fecha mortuoria y de silencio, convenciendo a Hugo Chávez y su vozarrón, también a una hilera de mandatarios regionales a los que dócilmente se sumará Néstor Kirchner, quien hasta el momento no reveló jamás un mínimo interés por esas reivindicaciones del pasado. Y no es precisamente porque le disguste escarbar el pasado. Pero en su momento se acoplará a esas protestas, como su esposa, aunque al revés de otros colegas se defina católico y no practique ceremonias con los atributos de jefaturas y tradiciones de los pueblos indígenas (los que, contradictoriamente, a su vez también manifiestan gobernar poblaciones 90% católicas).   

  • Una lástima perderse en el futuro el jamón ibérico, la variedad de canapés, los pinchos de tortilla y de espárragos, amén de otras exquisiteces peninsulares, regadas con vinos de Rioja y ese cava al que tanto le cuesta recibirse de champagne. Con esas bandejeadas recibían a casi ningún hombre del gobierno (salvo José Nun y Alberto Iribarne) y a varios de la política, como Jesús Rodríguez, Diego Guelar, Adalberto Rodríguez Giavarini, Ricardo Gil Lavedra, Abel Posse, Aníbal Ibarra, María Laura Leguizamón, militares de distintos colores, embajadores y empresarios, también a personajes como Juan José Sebrelli, Daniel Sabsay y un tímido Joaquín Lavado, más conocido por Quino, inolvidable por Mafalda. En el último festejo, entonces, con varios radicales y seguidores del socialismo español que auspicia al megamillonario mexicano Carlos Slim no podía, ni por asomo, soslayarse el episodio del avión. ¿De qué avión?, preguntó algún desprevenido. Del que, en ocasiones, Slim presta sin mayor compromiso a quienes se lo piden (caso de Karina Rabolini para ir en viaje privado a Chile), reveló un infidente. Y agregó: lo mismo ocurrió a varios sushi de la administración De la Rúa, Lautaro García Batallán, Antonito de la Rúa y Darío Lopérfido, quienes en Panamá -luego del lanzamientode la Fundación Alas (grupo de millonarios inquietos para combatir el hambre en América latina)- le pidieron al mexicano si los podía acercar a Miami. ¿Y entonces?, siguió reclamando el curioso. Bueno, sucedió que Slim se quedó en Panamá, pero le prestó el avión al grupo de argentinos sushi, quienes al llegar a Miami -cuentan- fueron demorados. No hay precisión sobre la causa que generó la dilación en el trámite del ingreso a ese país, pero el episodio despertó indigación en Slim, quien se preocupó por despedir a uno de los sushi que se había incorporado a la Fundación Alas con un suculento contrato. Después, los atrevidos muchachos cuarentones -a quienes también les imputan responsabilidad en los problemas de pareja entre Antonito y Shakira- han buscado otras reservas y ahora recalaron en las cercanías de Mauricio Macri. Allí parece que no son tan exigentes como las autoridades norteamericanas.

  • De ese chismorreo, por supuesto, estaba ajena la senadora Leguizamón, solicitada por su agraciada figura y el rumoreo de que podría suceder a Iribarne en la cartera de Justicia. Ella, famosa por otros tipos de engaños, no incurría en la misma costumbre, jurando que carecía de pistas que justificaran esa versión. Nada menos que el silencio, cierto o no, se puede pedir de quien supo lograr -lo que parecía impensable en alguien que no provenía exactamente del progresismo- la confianza de Cristina de Kirchner ( compañeras en el Senado), dama que desea incluir en un futuro gabinete a un elenco femenino todavía más nutrido que el número de tres impuesto por su esposo (Miceli, Garré, la hermana Alicia). Otra mujer para el futuro equipo, como se sabe, es Marita Perceval (tan adiestrada en la obediencia como la Leguizamón), quien se quedó en la punta de la lenguade la senadora cuando Néstor designó a Nilda Garré.   

  • No todo era Argentina en la reunión. Algunos españoles, empresarios más bien, se mostraban preocupados por la situación de su rey: han salido grupos a cuestionar la monarquía, lo que no indica relevancia y, ahora, más en serio, parece que avanzaría una investigación sobre los gastos de la casa real. Algunos más exagerados que los que la oposición les atribuye a los Kirchner. Hace tiempo que a Juan Carlos lo observan por sus vínculos con negocios y empresariosalgunos dicen representarlo y, en esa condición, hasta entrevistan a mandatarios como el argentino; ya tuvo algún colaborador problemas con la Justicia (uno de sus compañeros de caza) y nadie ignora, como se repetía en la reunión, que alguna vez le atribuyeron esta frase: «A mí no me va a pasar lo mismo que a mi padre, quien nos dejó viviendo de la generosidad pública» (nunca un recuerdo para quien, generoso, lo hizo rey: Francisco Franco).
    O lo que le atribuyen a su mujer, la griega Sofía, temerosa también en su momento de las penurias económicas que azotaron a su hermano Constantino cuando los militares lo desalojaron de Atenas. Se habló allí de que, si bien en los 70 estos Borbones, con mínimo prognatismo pero mucha pobreza, fueron bendecidos por ciertos favores en el rubro de los hidrocarburos (recordar que siempre los árabes le agradecieron a Franco y nunca España padecióla crisis del petróleo), esa gentileza sugerida por otras casas reales de Europa nunca fue satisfactoria para Su Majestad, a quien le atribuyen incursionar en otros rubros.

  • Cada uno vive como puede y quiere, razonaba un español presente, aunque él prefería otro modelo de rey, el de Felipe II, quien murió en El Escorial, atacado no sólo por la gota sino también por la fiebre ética -entre otras enfermedades-, reclamando información sobre libros que había buscado por todo el mundo para formar una ejemplar biblioteca como legado, orando con el devocionario de Isabel la Católica en la mano. Otros tiempos, claro, ya que alguno recordaba de esa época la recuperación del anillo de brillantes de María Estuardo ( decapitada por su hermana hereje) por parte del propio Felipe, mientras un revisionista -como siempre ocurre- entretenía con otra historia de ese mismo y abnegado monarca: la del perro negro. Decían entonces, comentaba el intrépido historiador ante diminuta y ansiosa audiencia de argentinos, que en la construcción del Escorial apareció un enorme perro negro, indómito, al que los habitantes del lugar le tomaron comprensible miedo.
    No se lo podía capturar hasta que un día, de repente, se apareció manso frente a la iglesia. Allí lo detuvieron y, luego, por orden del rey, se colgó al animal en la plaza pública, al cual luego -como era hábito por aquellos tiempos- la imaginería popular convirtió en ánima andante, incluyendo hasta los aullidos en la noche. Al margen de esa temerosa obnubilación popular, al propio Felipe II se le nubló el raciocinio y, alucinado, vivió sus últimos y penosos días viendo en cualquier lugar al perro negro, amenazante. De ahí que hiciera tapiar con reliquias religiosas cuanta pared, techo o ventaja existiera en sus aposentos, único ardid -creía- de apartar al animal de sus pesadillas.   

  • Bella historia que, al menos, empalidecía la explicación de Jesús Rodríguez (hombre que la embajada cuida por sus relaciones con José Luis Rodríguez Zapatero) sobre los magros resultados electorales que se le atribuyen a su protegido -por ahora- Roberto Lavagna, mientras Gil Lavedra se enardecía por la escasa repercusión de sus denuncias sobre los abusivos gastos electorales cometidos por la señora de Kirchner. Nadie parece interesarse, se quejaba; ni la dormida Justicia, claro. En eso estaban, ya para empezar la siesta, cuando un periodista le preguntó a un núcleo de diplomáticos: ahora que Cristina, si gana, se hará cargo del Mercosur (1 de enero), ¿qué ocurrirá con Carlos Chacho Alvarez como embajador, ya que vence su período y, naturalmente, Paraguay lo ha reclamado para sí, argumentando que debe ser rotativo? ¿Harán un esfuerzo desde la Casa Rosada para mantenerlo en esa conserva diplomática o habrá llegado la hora de regresarlo al hogar, como consejero o asesor rentado? Nadie disponía de información al respecto, pero más de uno se apropió de la leyenda del perro negro y empezó a imaginar otro tipo de leyendas.

  • Planta baja del Alvear, uno de sus salones principales; caminaban varios agremiados del sindicato económico y no iban, precisamente, a saludar a Mario Blejer (habitual huésped del lugar). Asistían al cumpleaños de Martina, una nena de 6 años, cuyos padres carecen de un amplio departamento para realizar la fiesta de cumpleaños. Y entonces allí, con la independencia que brinda el cargo de titular del Banco Central, Martín Redrado (y su mujer Ivana) celebraron con torta, pitos, serpentinas, globos y matracas el aniversario de la niña. También con un show musical para infantes, lo que corresponde para chiquitos que vienen juntos desde el preescolar, padres y algunos colaboradores del Central. Los mismos que sostienen que «Martín de vez en cuando se le resiste a Néstor». O, más certeros, anticipan: «Estamos preparando un INDEC propio; necesitamos contar con índices más ajustados sobre inflación. Tarea que tal vez sorprende en un instituto hoy casi paralizado por la falta de 4 directores a los cuales se les venció el mandato. De tasas bajas, ni los padres ajenos a lo financiero quisieron hablar, gente que no discute sobre cuestiones efímeras. Martín, mientras, atildado, controlaba a los niños del jardín, y hasta se atrevía con una remake del puente de Avignon.   

  • Euforia por los lomos -uno de los mejores servidos, en el hotel Embajador- y cierto avance electoral difícil de predecir: era, claro, el contingente de Alberto Rodríguez Saá y su corte, celebrando un acuerdo con Luis Patti en la provincia de Buenos Aires. Por lo menos, en la zona de Escobar, el puntano tendrá quién le cuente los votos. Además del dúo consorte estaban Carlos Menem, Héctor Maya, Oscar Talía, un candidato suplente como Hugo Franco y Dante Camaño, el cuñado de Luis Barrionuevo. Sea cual sea el comportamiento en los comicios, la candidatura de Rodríguez Saá es el ejemplo de un tardío lanzamiento, casi inadmisible para peronistas que hablan de que la organización es todo.
    Parecían entusiasmados con haber obligado al kirchnerismo a terciar por el dominio del partido peronista (con lo cual no queda para nadie) y, de paso, Menem preguntaba por las «listas espejo» que aparecen en varios distritos importantes. Le explicaban: son partidos que no llegan a consagrar alianzas superiores pero acuerdan presentar listas duplicadas, triplicadas o cuadruplicadas en distintos municipios, con cambios en cada uno de ellos del orden de los nombres. Eso, se entiende, es una trampa para el votante, ya que si se pronuncia por la lista «A» pero sale más votada otra «B» (con los mismos nombres pero en otro orden), se suman como en una ley de lemas virtual y gana el que obtuvo más sufragios. Se mencionaron ejemplos (en Chacabuco se presenta lista de Paufe, la UCR y Recrear; en Magdalena lo hace la UCR, PRO y una Sociedad Vecinal), aunque la fracción que más participa de estos enjuagues es el kirchnerismo. Por supuesto, es un escándalo; por supuesto, la Justicia nada dice.

  • Menem insistía con preguntas: ¿Quién es ese Corach que va en la lista de Sobisch? Le respondieron que era Eduardo, un hermano de su ex ministro. Otros, en cambio, se quejaban del tarifario de las radios para sacar al aire a los candidatos y de cómo, en ciertos programas de la tele (tipo «A dos voces») sólo promueven a ciertos aspirantes. Acusaciones vanas de quienes ven su minuto de gloria como el último minuto. Y no se equivocan. Más que acuerdos, volvió a decir el riojano, lo que se debe instalar es la necesidad de que todos voten: si hay poca concurrencia,insistía, el que va primerollega más fácil a 40%. Palabra de sabio, en esa materia, casi como lo que dijo el propio Kirchner cuando le preguntaron sobre lo que quería de la futura elección: «Que no se note». En los grandes temas, los dos coinciden.   

  • Algunos dicen que José Manuel de la Sota lagrimeó cuando, en el medio del revoltijo por el conteo de votos entre Schiaretti y Juez, les confesó a sus amigos: «Y pensar que me quería retirar tranquilo como gobernador, pensar tal vez en que más adelante podría tener alguna aspiración presidencial». Duró poco ese momento de tristeza, ya superado por la consagración de Schiaretti y, por si fuera poco, el gobernador en retiro tuvo una de sus jornadas más felices cuando reinauguró el Palacio Ferreyra, ahora convertido en el Museo Superior de Bellas Artes (obra interesante de recuperación, en menos de un año, con pago incluido a la familia). En rigor, una múltiple inauguración, ya que hasta el 17 habrá estrenos constantes del mismo edificio, con leyendas de fantasmas descendientes de la familia que arañaban las puertas y la vieja historia de que una viviente Carmen «Chichina» Ferreyra, fue novia de Ernesto Guevara cuando éste no se bañaba a menudo y ni siquiera pensaba en revolucionar su propia vida.
    Hubo oposición a esta obra de De la Sota, empedernido cultor de la plástica (les compró a las tres hijas de José Malanca su máxima obra, «Las cuatro estaciones», paisajes de Río Ceballos, y una serie de 38 obras de Carlos Alonso vinculadas al tema de los derechos humanos), casi como en tiempos de Ramón Cárcano, gobernador en 1925, quien fue acusado de malversar fondos públicos por adquirir un fabuloso Pettoruti por 4 mil dólares (hoy, esa obra, justamente exhibida, se cotiza ¡200 veces más!). Sonreía De la Sota, ya también distanciado de los Kirchner, pensaba en las veloces vueltas de la vida y de que, entretanto, para su provincia al menos logró algo semejante a los museos Thyssen y Reina Sofía en Madrid, o al Palacio Errázuriz de la Capital Federal (Museo de Arte Decorativo).

  • Tarde también, pero merecido. Los Kirchner, a través de su vocero Alberto Fernández, compartieron el agasajo a Jorge Capitanich -en Happening de la Costanera- por su triunfo en el Chaco, secundado por ministros como Daniel Filmus y Carlos Tomada. Ya se olvidaron de que ni siquiera deseaban admitirlo en la Casa Rosada, menos sacarse una fotografía con él para la campaña -¡tan importantes eran los compromisos con el radical Angel Rozas!-, fugacidad que no desean repetir con otro aliado que se sueña gobernador, Juan Manuel Urtubey, presente en la reunión, cristinista de la primera hora, autodenominado «el nuevo Capitanich» para Salta.
    No fue un desagravio oficial, al menos así lo aseguraron los acólitos de Fernández, pero él -quien obviamente llegó a los postres- brindó con un recuerdo: «Coqui» ( Capitanich) me llamó 48 horas antes de la elección y me dijo que se habían emparejado los comicios, que se lo comentara a Cristina y a Néstor. Yo le transmití ese dato a un grupo de amigos y ellos me contestaron: «¿Qué está tomando Capitanich, no tendrá que aflojar con la bebida?». Risas de quienes ya habían atravesado las achuras, el lomo, la ensalada (sin tomate) y la mousse de dulce de leche, con vino casi de damajuana, al menos para la sólida cata del influyente gremialista Víctor Santa María, Patricia Vaca Narvaja (cantó un rato, se imagina protagonista de El Cisne en Economía), Miguel Pichetto, Ginés González García, Héctor Capaccioli -otro no menos influyente- y un Juan Manuel Abal Medina que redactó la plataforma del kirchnerismo con las ideas que extrajo de los discursos de Néstor Kirchner. Casi un alquimista. Otra asistente, en el bullicio, era la ex vedette Adriana Aguirre, desenvuelta al declarar: «No tengo la menor idea de quién es Capitanich». Cerca, su marido, un señor que cada vez que lo nombran, automáticamente, comienza a imitar a Sandro. Parte, claro, de la nueva política.   

  • Como Esteban Morgado, quien amenizó la velada con una guitarra y una banda, entonando «Quejas de bandoneón» y «Por una cabeza», sugestivo título que valía para el triunfo de Capitanich y para lo que Urtubey (un ex de Juan Carlos Romero) pretende obtener sobre el candidato de Romero en Salta, Walter Wayar. Ya había sonado «La gallina turuleca», estabanpresentes otros hombresque infla Fernández (aspirantes a intendentes en Buenos Aires) y como lo de Urtubey parecía disponer de más entidad que lo de Capitanich, Morgado remató el final «en homenaje al futuro gobernador». Capitanich no dijo nada y, sorprendido, Urtubey musitó: «A la mierda».

  • Vamos a terminar con un chiste escuchado en el quincho de Macabi. Tres rabinos reformistas (ultraprogresistas) van por una carretera de la Florida, tienen un accidente y mueren. Van al cielo y se encuentran con el Creador, quien les dice:

    -Reforma, reforma... Puedo entender la necesidad de ciertos cambios para atraer feligreses, pero ¿dónde terminará? Por ejemplo, vos, Goldbaum... ¡Has llegado a poner ceniceros en tu sinagoga para que los fieles puedan fumar el sábado mientras se lee la Torá, a pesar de la prohibición de encender fuego!

    Goldbaum tiembla, mientras Dios sigue:

    -O vos, Bauman... Reconozco que mi Pueblo, como cualquier ser humano, necesita comer. Pero ¿repartir sándwiches de jamón y queso para tus feligreses durante Iom Kippur?

    Bauman agacha la cabeza, aterrorizado.

    -Puedo dejar pasar esas dos cosas: la gente es débil y fuma, entiendo que ante el hambre no hay comida casher que valga.

    Los dos jóvenes rabinos respiran aliviados. Dios sigue y se dirige al tercero de ellos:

    -Pero lo tuyo, Rosenberg... Me parece que me estás tomando para la joda cuando en los sagrados días de Rosh Hashaná y Iom Kippur ponés un cartel en la puerta de tu sinagoga que dice: «Cerrado por fiesta religiosa».
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