Wall Street tenía una idea fija: una baja de tasas en marzo. Pero deberá esperar. No la necesita, tampoco. El índice S&P 500 regresó a la cima después de dos años, 500 ruedas y 525 puntos base de apretón monetario. Sin despeinarse, como quien no quiere la cosa, arrolló los máximos históricos. Cerró el viernes en 4839,91 puntos y corona, junto con el Dow Jones Industrial y el Nasdaq 100, una triple cumbre en alturas nunca antes visitadas. La Fed no tiene prisa en desensillar y menos con semejante demostración de potencia. Si se mira el detalle, se advertirá, sin embargo, que la tecnología es el motor irrefrenable del ascenso. Los demás sectores son un pelotón difuso que acompaña a distancia de sus propios récords y del vigor (y la valuación) de las tecnológicas en auge. Hurgando más, el Russell 2000, la Armada Brancaleone de las pequeñas compañías, es el furgón de cola del mercado alcista. La tecnología despliega agenda propia, puede prosperar en los malos o en los buenos tiempos, como se vio en la pandemia y después. El Rusell 2000, que arrastra la siempre dudosa calidad de sus miembros, avanza sólo si el ciclo se mantiene soleado. Por eso cruza los dedos para que la Fed maniobre el aterrizaje con acierto.
Wall Street volvió a los récords (la baja de tasas puede esperar)
El índice S&P 500 regresó a la cima después de dos años, 500 ruedas y 525 puntos base de apretón monetario. La Fed no tiene prisa en desensillar y menos con semejante demostración de potencia.
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Como se dijo, los mercados tenían una idea fija: el recorte de las tasas en marzo. En realidad, no era una fija en Washington. Allí siempre fue una moneda al aire (con 46% de probabilidad de ocurrencia, según los futuros de Chicago el viernes, 30 puntos menos que una semana atrás). El banco central comenzará la poda de sus tasas este año, pero no tiene apuro. Y mucho menos, una fecha asignada. Ver y esperar es la norma tácita vigente. El gobernador Chris Waller, un halcón devenido en paloma, lo dijo clarísimo. No hay problemas con la actividad y el empleo. “Y estamos a tiro de nuestro objetivo de inflación”. La economía aterriza, que no es poco, con la mansedumbre de un planeador. ¿Por qué precipitarse si “todo está muy bien”? Créase o no, después de una suba vertical de las tasas de interés, la caballería de la Fed no debe acudir presurosa al rescate. No hay anotado ningún pedido de auxilio. Y ahora el mercado bull (que arrancó el 12 de octubre de 2022) reconfirma la honestidad de sus credenciales. No es una trampa de los osos.
Es bueno saberlo: Waller cree conveniente reducir las tasas en 2024. Apenas dos entre 19 altos funcionarios serían renuentes. Pero, como apuntó Mary Daly, de la Fed de San Francisco, “la baja no está a la vuelta de la esquina”. A mitad de diciembre, Jay Powell, dio a entender esa posibilidad (que otros desmintieron en el acto). Pese a ello, la economía se fortaleció desde entonces, la tasa de desempleo no se espiralizó como más de uno temía, y se disipó un posible motivo. “Podría ser en el tercer trimestre”, dijo Raphael Bostic, de la Fed de Atlanta, quien habló en dos oportunidades durante la semana. En la segunda, fue más generoso. “Quizás podría haber una reducción antes de julio, concedió, si surge evidencia convincente de que la inflación se desacelera más”. Todo lo contrario a lo que señalaron los precios al consumidor en diciembre. No obstante, la vara que usa la Fed, el deflactor del consumo personal, menos dependiente del costo de la vivienda, puede aportarla. Se le prenderá una vela el viernes. Pero aun así habrá que moderar la aspiración de que las bajas de tasas sean seis y no las tres que consigna el mapa de puntos oficial.
Acciones y bonos, ¿vidas paralelas? Unos estrenan récords y los otros, en penitencia. Una economía sólida, y la inflación bajo control, es el mejor escenario para la Bolsa. Los bonos, si pudieran elegir, preferirían los destellos de debilidad que asustaron a Powell. Después de crecer 4,9% entre junio y septiembre, que se pisara el freno era esperable. Pero, según la Fed de Atlanta, la economía se expandió 2,4% en el trimestre último de 2023 (incluyendo un bache en el consumo de octubre). Se sabrá el jueves. Si la data no revierte, los bonos largos seguirán en offside. A diez años, la tasa volvió a trepar por encima de 4%. No los castiga su mala valuación como estar mal comprados. La idea fija de empezar los recortes en marzo, y continuar deprisa después, suponía una ganancia de capital rápida que se esfumó y obliga a rearmar las carteras de los más agresivos. Nada que Wall Street no pueda digerir sin perder el sueño.
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