14 de diciembre 2020 - 00:00

El teatro luchó por reinventarse pero se extrañó el rito presencial

Los espectáculos de gran montaje se suspendieron  ante la imposibilidad de cubrir altos costos con un aforo reducido.

El San Martín subió a su plataforma obras de distintas épocas en el marco de sus 60 años, entre otras, “Enrique IV”, de Luigi Pirandello, con Alfredo Alcón y Elena Tasisto.

El San Martín subió a su plataforma obras de distintas épocas en el marco de sus 60 años, entre otras, “Enrique IV”, de Luigi Pirandello, con Alfredo Alcón y Elena Tasisto.

Cuando comenzó la cuarentena, un puñado de creadores se entusiasmaba recordando que Shakespeare había escrito dos de sus mejores obras como “Macbeth” y “Rey Lear” en tiempos de peste y aislamiento, y que era buen momento para dejarse llevar por la introspección y la creación. Puede que se hayan escrito grandes textos a descubrir, pero lo cierto es que la actividad teatral a nivel mundial sufrió el peor parate en su historia, con suspensión de funciones que a nivel global variaron según la región y en Argentina en particular se extendió por ocho meses.

Nunca en la historia Broadway o Londres se habían visto tan desolados, al igual que la calle Corrientes con marquesinas que rezaban “Bajamos el telón para cuidarnos”. En España, mientras Barcelona habilitaba salas y ampliaba el aforo Madrid cerraba por rebrote. Las producciones de gran montaje en las plazas más importantes del mundo se fueron postergando gradualmente hasta quedar definitivamente canceladas para 2021, por caso el musical “Frozen” en Nueva York o “El rey León” y “Anastasia” en Madrid, con la vacuna como único horizonte de garantía. Los productores explicaban que no era lo mismo una inversión millonaria que supone mínimos standards de recaudación para que valga la pena mover la maquinaria teatral, que obras con pocos actores sobre el escenario. Fue por eso que a nivel local Gustavo Yankelevich canceló una de las apuestas más importantes del año, “Casados con hijos”, devolviendo el dinero a los espectadores que ya habían comprado tickets.

Ese se inscribe en espectáculo de gran montaje, no tanto por cantidad de actores o por ser una superproducción como los musicales sino por expectativa de venta de entradas con la posibilidad de llenar varios Gran Rex. Si se esperó tanto para ese revival del hit televisivo de Telefé con Guillermo Francella, Florencia Peña y los hermanos Lopilato a la cabeza, sin dudas ameritaba esperar la vacuna para aspirar a llenar varios teatros y que el negocio rinda lo esperado.

Ni bien comenzó el aislamiento, Carlos Rottemberg vaticinó: “Este año está perdido, para poder tener un 2021 razonable debemos volver en primavera a manera de ensayo general”. Lo tildaron de tremendista en abril y su profecía autocumplida fue una realidad incontrastable: los teatros aquí estuvieron cerrados desde el 19 de marzo hasta noviembre, cuando abrieron tímidamente algunos con apenas el 30% de la capacidad de la sala. Tal aforo significó abrir a pérdida para el comercial y una despedida de año con una luz en el túnel para las pocas salas entusiastas del circuito alternativo que cumplieron con el protocolo y pudieron ofrecer unas pocas funciones a fin de año. El Callejón fue el primero en abrir y siguieron El extranjero, Nun, Timbre 4 y El Kairós, entre otros. En algunos casos con 20 espectadores se alegraron de haber agotado localidades.

La creatividad que define a una actividad como la teatral en todo su engranaje, desde la escritura, pasando por la interpretación, la dirección y la producción, se volvió a poner a prueba durante la pandemia. Los dueños de salas tuvieron que ingeniárselas para sostener económicamente sueldos y servicios con ingreso cero. Los actores, directores y guionistas se lanzaron a la aventura de seguir creando y mostrando su arte a través del streaming, lo que devino en infinitas propuestas de calidad heterogénea pero que volvió a confirmar el espíritu tan argentino de hacer “todo a pulmón”. La mayoría se lanzó desde livings de casas y luego salas teatrales en infinidad de variantes virtuales que, todos admitieron, jamás reemplazarían el rito de lo teatral. Pero habilitó a seguir creando. Hubo ciclos de obras grabadas transmitidas vía streaming en los tres circuitos, off, oficial y comercial, que cada semana subieron obras diferentes. Con entrada gratuita, donación, gorra virtual o entradas que llegaron a costar entre 500 y 700 pesos, la respuesta del público fue al principio mejor a la esperada y conforme pasó la novedad de ver teatro en el living de casa, la afluencia decreció. Al principio de la cuarentena explotó Teatrix que multiplicó su índice de suscripciones y “Los vecinos de arriba” en el streaming de La Plaza superó el millón de espectadores, lo que sorprendió a los propios productores y se convirtió en un impensado “boom”. Más que nunca la competencia se emparejó y compitieron por el “click” del espectador desde Alfredo Alcón a obras cortas de Microteatro o algún unipersonal del off.

El San Martín celebraba sus 60 años en este 2020 con lo que optó por subir obras de todos los tiempos a la plataforma. Entre las destacadas, fue la oportunidad de volver a ver puestas e interpretaciones descomunales como “Enrique IV”, de Luigi Pirandello, con Alfredo Alcón y Elena Tasisto; “Rey Lear”en la piel de Alejandro Urdapilleta; “La vida es sueño” dirigida por Calixto Bieito o “Galileo Galilei” dirigida por Jaime Kogan con Walter Santa Ana, que es hasta hoy la más vista de la historia del San Martín con 185 mil espectadores. En el Cervantes subieron al streaming obras de Hubo Midón, Gabriel Chame Buendía, Tato Pavlovsky o Sófocles con “Edipo Rey”, entre muchas otras.

Otra buena iniciativa del San Martín radicó en el ciclo “Modos híbridos” que produjo y transmitió material audiovisual de obras que iban a estar en cartel este año, por caso, “El barco”, de Mariano Tenconi Blanco o “Happyland”, de Gonzalo Demaría, a la vez la única disponible del CTBA para público presencial. Hubo convocatorias interesantes para dramaturgos desde el Cervantes, Callejón, Caras y Caretas o Nun, entre otros, llamando a autores a presentar textos para ser o bien grabados, como el caso del Cervantes que sigue filmando las obras ganadoras desde el escenario de la María Guerrero, o en los otros casos con la promesa de llevar a escena los textos ganadores.

Los teatristas esperan que en lo sucesivo se habilite más aforo. En el caso de los ámbitos independiente y oficial, para poder recibir más público. En el del comercial, además del público, para poder tentar a figuras convocantes con la idea de subir a un escenario y que no sientan lo que en tiempos normales implicaría un fracaso de espectadores. Eso, en la nueva normalidad, es un “entradas agotadas” aunque la sala esté al 50%. Estragos de pandemia.

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