Después de tres años marcados por la sequía y los bajos márgenes, la soja vuelve a ilusionar al campo argentino. La campaña 2025/26 comenzó con una combinación poco frecuente e impensada hace apenas unas semanas: precios internacionales en alza, suelos completamente recargados y una demanda industrial que recuperó dinamismo. Sin embargo, el optimismo inicial convive con un problema estructural que persiste: la presión impositiva sigue pesando sobre la rentabilidad y amenaza con diluir el potencial del cultivo más relevante del país.
Con precios más altos y suelos cargados, la soja busca revancha frente a la presión impositiva
La superficie nacional ronda las 17,5 millones de hectáreas y la producción podría superar los 50 millones de toneladas. Con mejores precios y abundante humedad, el agro encara una campaña decisiva para el ingreso de divisas y la política fiscal argentina.
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Proyecciones indician que la soja podría alcanzar una producción superior a los 50 millones de toneladas.
El presidente de ACSOJA, Rodolfo Rossi, explicó en diálogo con Ámbito que las condiciones de partida fueron muy distintas a las de los últimos años. Según Rossi, “venimos de dos campañas de expansión del área y ahora la caída es mínima. La soja mantuvo niveles sólidos, cerca de 17,5 millones de hectáreas, gracias a los precios y a la demanda industrial. Pero las retenciones hicieron que muchas zonas siguieran al borde de la pérdida”.
Rossi remarcó que el productor enfrenta un contexto que le exige eficiencia y estabilidad a la vez ya que “no se puede planificar una campaña a tres meses”. Para el dirigente, la suba de precios en Chicago y el regreso de China como compradora activa fueron un alivio transitorio. “China dejó de comprarle a Estados Unidos y volvió a hacerlo en Argentina. Eso reactivó la competencia entre las industrias locales y ayudó a mantener los precios, pero la mejora internacional no alcanzó para compensar los costos internos”.
Es que en el mercado internacional, la soja consolidó una mejora reciente, con valores que ubicaron por encima de los US$ 400 por tonelada. La suba respondió a recortes de oferta estadounidense y a señales de demanda asiática más activa, dos factores que reforzaron el tono alcista de corto plazo.
Los desafíos de la campaña: nutrición y malezas
Según los relevamientos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), el avance nacional de la siembra ya superó el 5 % del área proyectada y el 85 % del territorio agrícola presenta humedad entre “adecuada” y “abundante”. En la zona núcleo, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) reportó que la soja de primera cubre entre el 25 % y el 30 % de la superficie estimada, con perfiles hídricos saturados y las mejores condiciones iniciales de los últimos diez años.
Para Agustín Biagioni, director global de Marketing de Rizobacter, la abundancia de agua es un arma de doble filo. En diálogo con Ambito Financiero detalló que “en términos de expectativa, las condiciones son muy buenas porque hay humedad en los perfiles como hacía mucho no pasaba. Pero también tenemos muchas hectáreas afectadas, sobre todo en la zona de la Ruta 5, en Buenos Aires, donde las inundaciones son críticas. Dependerá de las lluvias siguientes cuánto de eso se pueda sembrar, pero seguramente se perderá superficie”.
El ejecutivo destacó la flexibilidad del cultivo soja frente a otros granos como el maíz, que “no da margen de maniobra”. La oleaginosa, en cambio, permite estirar la siembra y recuperar parte de la superficie si el clima lo permite.” Biagioni consideró además que, con napas llenas y temperaturas templadas, el manejo inicial se vuelve determinante ya que “en un ciclo con buena humedad, la implantación define gran parte del rendimiento. En este sentido hay tecnologías disponibles muy importantes para dar nutrición al momento en que el cultivo lo necesita”.
Desde el plano agronómico, Pablo Díaz, Product Manager de FMC Cono Sur, advirtió que el exceso de agua también implica nuevos desafíos. Advirtió que “tenemos entre 70 y 90 % de agua útil en los perfiles y eso es excelente para la soja, pero también para las malezas. Este año, el control debe ser más planificado y eficiente que nunca”. Según Díaz, el clima húmedo favorece la aparición de malezas y plagas que pondrán a prueba la capacidad técnica de los productores. Cada decisión de manejo define la rentabilidad. Con márgenes finos, un mal control podría costar todo el resultado económico”.
La soja podría aportar más de 20.000 millones de dólares
Las proyecciones de las bolsas y de los analistas coinciden en que, si el clima se mantiene estable, la soja podría alcanzar una producción superior a los 50 millones de toneladas, con un rendimiento promedio nacional cercano a los 30 quintales por hectárea. Sería el mejor resultado desde 2020 y permitiría un ingreso potencial de más de 20.000 millones de dólares por exportaciones de grano, harina y aceite.
Según datos del INDEC y la Bolsa de Comercio de Rosario, el complejo sojero representa entre el 27 % y el 32 % de las exportaciones argentinas. Si las proyecciones se cumplen, el Estado recaudaría cerca de u$s6.000 millones en concepto de retenciones, de acuerdo con estimaciones privadas.
En este sentido, Rossi sostuvo que la Argentina necesita aprovechar esta oportunidad sin repetir los errores de los últimos ciclos. El titular de ACSOJA destacó que “menos del 40 % de los productores fertiliza la soja, y muchos aplican dosis que no alcanzan para reponer los nutrientes que el cultivo extrae. Con genética sola no alcanza. Hacen falta políticas que promuevan la adopción tecnológica y un esquema impositivo que no castigue la inversión”.
También consideró prioritario avanzar en una nueva ley de semillas que modernice el marco regulatorio. En ese sentido, detalló que “sin un sistema que proteja la innovación, la inversión en investigación se frena. Todo lo que se mejore en este tema puede modificar (para bien) el futuro del cultivo y del país”.
La eficiencia tecnológica y la previsibilidad macroeconómica serán los factores que definirán si la soja vuelve a ser motor o solo sostén. Por eso explicó que “hoy la diferencia no la hace quien produce más, sino quien produce mejor. Los costos suben, los márgenes se achican y la única salida es ser más eficientes. Cada peso invertido en manejo, nutrición o protección tiene que tener retorno”.
Con precios en recuperación, demanda firme y un clima que, por primera vez en años juega a favor, la soja se perfila como un buen termómetro de la economía para el próximo semestre. Si la producción alcanza las metas proyectadas y las reglas fiscales acompañan, el cultivo podría convertirse no sólo en el principal sostén del ingreso de divisas del país sino también en un impulso decisivo para la estabilidad macroeconómica que el Gobierno busca consolidar de cara al 2026.




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