1 de septiembre 2005 - 00:00

El país debe pensar una estrategia para el campo

Si se sigue sosteniendo la consigna siempre remanida de «Si al campo le va bien, a la Argentina le va bien», el verdadero proyecto de desarrollo nacional de nuestro país será una utopía, y el que surja, teniendo en cuenta esa premisa, será parcial y efímero. Sólo si a la Argentina como nación le va bien, el sector agropecuario podrá pensar en un futuro promisorio y duradero.

Trastrocar u olvidar los distintos elementos que conforman la escala de valores éticos y morales que deben enmarcar a los procesos productivos, sustentables en lo ecológico, distributivos y solidarios en lo social, y soberanos en lo económico, ha conducido a nuestro país hacia un economicismo tecnocrático insensible, solamente funcional a intereses particulares y corporativos.

El rectorado de este pensamiento único devino contrario a los intereses nacionales y se sirvió de procesos que utilizan a la naturaleza sin importarles su destrucción, ni la dignidad o el modo de vida, la cultura, las costumbres y el progreso de la comunidad en su conjunto.


Proponemos el ejercicio de repensar la relación del hombre con la naturaleza en los procesos productivos, para lo cual el Estado, a través de los organismos competentes, debe encarar un programa de difusión que represente la defensa y orientación de los productores y de todos los ciudadanos respecto de la irracionalidad con que la mera información tecnológica y científica es utilizada por intereses económicos coyunturales y minoritarios. El campo es mucho más que márgenes brutos, rentabilidad y exportaciones; es territorio nacional y hábitat imprescindible para la vida del hombre, al tiempo que ámbito de su interacción de cultivo con animales y plantas.

Alterar el paisaje, devastar los recursos naturales sin atender a la ecología, contaminar el ambiente, destruir el bosque nativo y la biodiversidad, degradar el suelo, concentrar y desnacionalizar la tierra y expulsar auténticos productores son males que, a la hora de los balances y las decisiones, deben contabilizarse y cuantificarse en lo económico, en lo ecológico, en lo social y en lo cultural.

Una concepción moral productivay geopolítica como la propuesta necesita de un Estado nacional que recupere sus funciones indelegables y que, junto a instituciones parlamentarias, organizaciones y grupos de opinión, replantee la situación agropecuaria actual, posibilitando el diseño de un proyecto de largo plazo que incluya una ética sobre la producción, distribución y circulación de los bienes en la sociedad.

Se trataría de generar un nuevo paradigma productivo humanista y con sólidas bases científicas y tecnológicas para las próximas generaciones; constituiría una matriz productiva que se corresponda con los intereses nacionales y que redistribuya y controle el salto cualitativo y cuantitativo en la producción de riquezas, implícitas en las altas tecnologías que avanzan a pasos agigantados.


• Males irreparables

De dejar el devenir productivo librado a las fuerzas del mercado, el medio ambiente, los recursos naturales y los habitantes del medio rural sufrirán males irreparables, y los pobres, tanto del campo como de la ciudad, serán más, y más pobres, hasta pasar a constituir población sobrante absoluta, que ya no servirá ni como la mano de obra barata de las grandes ciudades ni como trabajadores a destajo de las corporaciones, pues éstas podrán reemplazarlos por procesos tecnológicos más baratos aun.

Antes de aplicar cualquier proyecto agrícola o ganadero global, deben ser estudiados los cambios y las alteraciones que generan sobre los recursos naturales y el impacto sobre las condiciones ambientales y sociales, presupuestos hoy desestimados por buena parte de nuestra dirigencia política y empresarial.


En tanto considerados recursos estratégicos a nivel mundial, aún abundantes en nuestro territorio y todavía baratos para parámetros internacionales, los sustratos de tierras cultivables serán -antes de lo imaginado por algunos-bienes preciados, costosos y observados con apetencia de apropiación desde los centros de poder mundial. Se defienden con integración territorial, desarrollo económico, social y cultural y alta densidad poblacional en el entramado del espacio rural.

Los productores agropecuarios sólo somos simples tenedores precarios y depositarios circunstanciales de la tierra, a la vez que responsables del cuidado del medio ambiente
; estos elementos constituyen un patrimonio nacional, pero también de la humanidad, que debemos proteger y utilizar con prudencia y en la medida de reales necesidades.

Desde el
Frente Agropecuario Nacional bregamos para que los funcionarios y dirigentes de hoy pongan de manifiesto actitudes de gestión éticas y morales comprometidas frente a la naturaleza, para ser acompañados por todos los involucrados como protagonistas de un proyecto. Así persistirán sobre nuestro territorio, a través del tiempo, condiciones naturales y sociales para que las próximas generaciones puedan vivir -es posible-un país mejor.


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