Desde las dos Copas del Mundo conquistadas en 1978 y 1986 la Selección argentina se fue consolidando como potencia, pero siempre generó más expectativas que objetivos concretos. Las razones pueden resultar innumerables, en su debido tiempo y forma, pero sin dudas buscando en las raíces organizativas se podrá encontrar el origen de esta paulatina decadencia. El presidente de la AFA, Julio Grondona, entendió bien el tema de la globalización del fútbol. Supo desde un primer momento que para lograr buenas gestiones de gobierno las arcas de la casa de la calle Viamonte siempre tienen que estar llenas y la tesorería dispuesta a arrojarle un salvavidas económico a los clubes. Pero para obtener el dinero, Grondona tuvo que «vender» o «privatizar» (para ser más sutiles) el fútbol local a la televisión, con el fin de solventar campeonatos cortísimos (es uno de los pocos países en el mundo donde un torneo dura 19 fechas), con pocas figuras (los clubes no pueden retener a sus mejores jugadores y los venden al exterior) y en muchas ocasiones predecibles en su final. Sin embargo, eso a Grondona no parece perturbarle y con una AFA rica y clubes empobrecidos, salió a buscar más dinero «vendiendo» o «privatizando» también a la Selección, lo que no significa otra cosa que «vender» o «privatizar» la pasión y el sentimiento de millones de argentinos. Fue así que antes del Mundial de Alemania, en la ciudad italiana de Salerno, el 20 de mayo de 2006, la AFA firmó un contrato con el grupo ruso Renova, que a su vez convocó a la empresa World Eleven, cuyo propietario es Guillermo Tofoni, para que le organice a la Selección nacional 24 partidos amistosos hasta 2010. A cambio, la AFA percibiría 18 millones de dólares, de los cuales ya cobró la mitad. Este acuerdo fue criticado por varios directivos. El que más levantó la voz fue el vicepresidente de Vélez, Raúl Gámez, quien opinó que era una forma de privatizar el deporte y, además, las cifras convenidas eran bajas para una selección de nivel como la de Argentina.
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Esta sociedad AFA-Renova nunca fue clara. Se dijo que dentro del acuerdo suscrito, la AFA tuvo que incluir una lista de 30 jugadores que deberían afrontar los amistosos. También trascendió que esto motivó la renuncia del técnico José Pekerman, algo que fue desmentido por el propio Grondona. Sin orientador, Grondona debió salir a buscar un técnico y se le ofreció el cargo a Alfio Basile que, en ese momento, estaba trabajando en Boca. La jugada de Grondona tenía dos fines: llevar a un entrenador ganador (venía de lograr dos títulos locales y tres internacionales), y darle una nueva oportunidad a Basile, ya que desde César Luis Menotti había sido al único que no se le ofreció la renovación de su contrato luego de la disputa de un Mundial (Estados Unidos 1994). Basile tuvo que aceptar con los condicionamientos del caso que implicaba el acuerdo AFA-Renova, y por eso los primeros tres partidos actuó más como seleccionador que como entrenador y por consiguiente casi no tuvo trabajo. Sólo se juntaba un par de días antes con los jugadores que actúan en Europa para afrontar los tres amistosos programados: derrota categórica ante Brasil y España y un pobre triunfo ante Francia conseguido como un equipo chico que marca un gol y después se «cuelga del travesaño». La AFA comenzaba a recaudar, pero la Selección y Basile perdían prestigio y no se encontraban rivales para enfrentar ni siquiera en fechas FIFA. Esto provocó el malestar de Grondona y también el de Basile, quienes pedían a gritos jugar amistosos para ver en acción a los jugadores «europeos». El acuerdo de 21 carillas con el grupo Renova estuvo a punto de romperse y actualmente no goza de buena salud. La crisis aumentó cuando en AFA se enteraron de que el 9 de marzo pasado Renova y Kentaro, un subcontratista del grupo saudita Dallah Al Baraka que compró los derechos de 24 amistosos hasta 2011 de la selección de Brasil, presentaron su nuevo acuerdo de cooperación. Los rusos le solicitaron a Kentaro -empresa con sede en Suiza y sucursales en Londres, Berlín, Hannover y Estocolmo- que manejara todos los derechos comerciales que posee en el mundo deportivo y que se ocupara del marketing del pentacampeón mundial. Ahí entendieron la razón por la cual Inglaterra suspendió el amistoso ante Argentina que debían jugar a fines de mayo y que ya estaba firmado desde hacía seis meses atrás. Había aparecido en escena Brasil, quien desplazó a la Selección de Basile para la reinauguración de Wembley.
Quedó claro que a Renova, una corporación con intereses en el petróleo, el gas y el aluminio, le interesa más Brasil que Argentina, a pesar de tener que pagar 1 millón de dólares de cachet -más los derechos de televisión- a los dirigidos por Dunga, contra los 750 mil que percibe el conjunto de Basile. Entonces a la Selección argentina le quedaba el partido ante Suiza y otro para el miércoles 6 de junio en Australia. Pero como revancha hacia Renova, la Selección se negó a viajar a Australia, aduciendo que era un viaje agotador. Se trató de buscar un nuevo rival para enfrentar en el continente europeo, en reemplazo de Australia. Sin embargo, Renova no hizo gestiones y fue Tofoni quien consiguió un amistoso contra Argelia, que también corrió peligro de no llevarse a cabo porque no se encontraba sede. Pero para satisfacción de Basile, el lunes pasado por la noche se definió y se jugará en Barcelona. Todo muy desprolijo, todo demasiado desorganizado.
Sin apoyo
Basile para jugar estos dos encuentros dejó de entrenar a la Selección «local» y prácticamente la disolvió. Percibe que no cuenta con apoyo de los directivos de los clubes y de los técnicos del fútbol argentino para ceder a sus jugadores, y poder entrenar en el predio de Ezeiza. Por eso ya anunció que la Copa América la jugará con un plantel integrado en su mayoría por jugadores que actúan en el exterior. ¿Hasta cuándo Basile podrá soportar esta desorganización, cuánto tiempo podrá el entrenador absorber la negativa de los dirigentes de no cederle los jugadores? Hay quienes le critican que convoca a la Selección a jugadores que, por edad, no van a llegar al próximo Mundial. Además, termina probando a los mismos jugadores que pasaron por los planteles de ex entrenadores nacionales, como si desconociera su capacidad. Insiste con Abbondanzieri y Franco cuando el mundo futbolero le pide y exige a Carrizo (River), Ustari (Independiente) y Orión (San Lorenzo). Parece querer negarle una oportunidad a Nicolás Frutos, un delantero joven de casi 1,90 metro que salió campeón con el Anderlecht y goleador del fútbol belga. En cambio sigue apostando a jugadores como Ayala, Zanetti y Cruz que por edad, como se dijo, es difícil que lleguen en gran nivel. Se sabe que también a Basile le gusta jugar con un enlace, un puesto que en el fútbol argentino y mundial se encuentra en extinción. El único argentino en esa posición que está jugando en gran nivel es Juan Román Riquelme, pero a un mes de comenzar la Copa América en Venezuela, aún no se sentó a dialogar con el jugador de Villarreal (a préstamo en Boca) para que deje de lado su renuncia y se sume al plantel argentino. O deberá encontrar reemplazante de Riquelme (podría ser Insúa), o trabajar en otro esquema de juego (sin enlace).
Muchos se preguntan si fue correcta esta designación de Basile o Grondona debería haberle dado una oportunidad a Américo Rubén Gallego, campeón con River, Newell's, Independiente y Toluca de México, y con pasado en la Selección argentina como ayudante de campo de Daniel Passarella en el Mundial de Francia, además de campeón como jugador en 1978. También hay otros que ahora, con su reaparición, ven con buenos ojos a Ramón Angel Díaz, un técnico que demostró capacidad, resultados y que sabe elegir a los jugadores y les da la confianza necesaria para lograr los objetivos. Son dos posibilidades en el caso que Alfio Basile renuncie, porque se sabe que Julio Grondona no es hombre de despedir a entrenadores.
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