Néstor Kirchner mantuvo ayer con empresarios españoles con intereses en la Argentina un diálogo ríspido, con fuertes reproches cruzados, pero con un final algo más alentador en el que el Presidente pidió confianza a sus interlocutores. Mientras, el ministro espa-ñol de Economía, Rodrigo Rato, reclamó al gobierno que cumpla los contratos con las empresas privatizadas.
Madrid (enviado especial) --Néstor Kirchner terminó este primer curso del joven presidente, pasando de las densidades de la londinense tercera vía al festejo carnal y globalizado de un mail de Washington, que lo cita para el miércoles 23 en la Casa Blanca para una reunión con George W. Bush. Nadie lo podrá creer en Güer-Aike (paraje donde asienta la capital santacruceña, hoy un Anillaco patagónico.
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Para condimentar ese cuadro hay que agregar que la jornada fue la más ríspida de este viaje de seis días a cuatro países por la dureza del diálogo que tuvo con la flor del empresariado español, el que más inversiones y quebrantos tiene en la Argentina. En esa reunión que ocurrió entre 8.30 y 11.00 en la sede de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales Kirchner dejó una impresión en los presentes calificada de «regular» por la agresividad del discurso, pero alentadora por el final con que el Presidente llamó casi a un «síganme, no los voy defraudar». Pero veamos de qué se habla: El Presidente compareció en la sede de Diego de León 50 junto a Roberto Lavagna, sus espías Sergio Acevedo y Héctor Icazuriaga, el embajador Abel Posse y el subsecretario Jorge Taiana (h) para repetir ante un lote de 20 jefes de empresas que equivalen a un continente: Entre ellos estaban, entre otros, Alfonso Cortina (Repsol YPF), Antonio Mata (Aerolíneas), Angel Simón (Aguas de Barcelona), José Ignacio Goirigolzarri (Banco Bilbao Vizcaya), Carlos Alvarez Giménez (Mapfre), Rafael Miranda (Endesa), Enrique Locutura (Gas Natural), Antonio García Ferrer (Grupo Dragados), Jesús de Polanco (Prisa-El País), Rafael Burgio (NH Hoteles) y César Alierta (Telefónica), acompañados por el presidente de la CEOE José María Cuevas y el embajador Manuel Alabart.
Kirchner no cambió nada de su discurso de la última semana, una serie de frases de diagnóstico sobre las causas de la crisis argentina en el modelo Menem del cual, insiste, los empresarios y el FMI fueron socios para tener ganancias extraordinarias y en un sistema sospechado de corrupción. El Presidente hurgó el cuchillo diciendo que los banqueros se habían llevado dinero de los bancos para previsionar pérdidas en el año 2001 después de haberse abrazado a la convertibilidad. «Ustedes fueron corresponsables de lo que pasó por su defensa del 1 a 1 y perdonen la crudeza, pero no puedo venir aquí aceptando el rol del malo y que ustedes fueron pobres víctimas de un proceso del cual somos los únicos culpables», dijo Kirchner.
Esto mereció una de las primeras respuestas de ese sector, que negó que ésa fuera la lógica de los negocios en la Argentina. Las pérdidas, en todo caso, las habían probado las políticas del gobierno argentino. Claro que hubo reproches a su mención de la corrupción. «Debe ir a la Justicia si hay casos de corrupción», se enardeció uno de los empresarios. Otro, representante de las eléctricas sacó la actualización de las tarifas y el Presidente reiteró que la ley que ha ido al Congreso dará el marco para esa modificación después de examinarse qué inversiones se hicieron, cuánto fueron las ganancias y cuánto perdieron en la pesificación. Un empresario pidió la palabra para intentar otro argumento ante tantos reproches: «Presidente, creo que exagera -dijo-porque muchas de las inversiones que tiene hoy España en la Argentina son muy jóvenes. El 60% datan de los años 1999 y de 2000. ¿Qué compromiso tendrían con el menemismo?» Aquí Kirchner dio su bocadillo más mordaz: «Por favor, ¿a ustedes quién los asesora? ¿No se dieron cuenta de que todo en esa fecha ya se caía? Reconozcan que fueron a hacer inversiones de bajo costo, alto riesgo y de enormes ganancias. Así nos vamos a entender...
Empresario: ¿Habla en serio? ¿Quién sabía qué cosa?
Kirchner: Ustedes deberían despedir a sus asesores financieros porque hasta yo, como gobernador y viendo las cosas desde afuera veía que todo se derrumbaba. En esa época, lo saben bien, había sacado las reservas de mi provincia hacia afuera del país y las puse en bonos del Tesoro americano para protegerlas.
Que el Presidente dijera esto en la cena del martes en el Senado francés ante empresarios de ese país, o ante Romano Prodi o Jacques Chirac significaba una cosa. Pero dicho ayer en español y casi en casa fue otra cosa. Si además se agrega que el miércoles había estado en Madrid Lula Da Silva con toda su batucada y había seducido a los españoles con ondas de amor y paz, que apareciera Kirchner en el mismo escenario pocas horas después no les gustó mucho aunque todo quede, muy probablemente, en las palabras y para satisfacer no sé sabe qué aspecto de la personalidad del Presidente que insiste en una revancha contra alguien invisible y adopta la filosofía de tiro corto de quien festeja haberse sacado la Lotería como si fuera un merecimiento por sus virtudes.
La mayoría de los asistentes le salieron a responder con argumentos que Kirchner no terminó de aceptar salvo cuando llamó al final a que le crean al mejor Kirchner, es decir al que convivió con empresas privadas durante más de una década como gobernador de su provincia. «Acá está Alfonso Cortina, que es un amigo, y les puede decir cómo soy yo. No se engañen: hemos convivido en Santa Cruz 12 años y nunca hemos tenido un problema. O sea que podemos trabajar juntos. Yo quiero hacer una revolución -algunos se mueven inquietos-que es hacer de la Argentina un país normal. Quiero que sepan que lo que quiero es un capitalismo abierto, sin privilegios para nadie». Alierta de Telefónica y el petrolero Cortina le tomaron la palabra. Representantes de los sectores más comprometidos en el país le jalearon a Kirchner esa declaración de fe con lo que procuraron mejorar el rostro del conjunto de sus colegas. El titular del gremio empresario, que corría de regreso a una isla de Mallorca fue más sincero en la despedida: «Aceptamos su invitación a seguir juntos, pero la verdad, Presidente, que nos ha puesto a todos a parir».
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