7 de abril 2020 - 00:00

El día después de Covid-19: ¿back to normal o un nuevo orden?

El fin de la pandemia todavìa es difuso, pero es posible aventurar sobre el futuro del mundo una vez contenido el virus.


Foto: Reuters

El mundo sueña con volver a la normalidad. Que esta crisis quede en la memoria como solo una pesadilla. La gente se aferra a viejos lemas de dudosa legitimidad como que el tiempo todo lo cura. Pero nada será igual. Las muertes, la inseguridad, la ansiedad por un lado y la desaparición de gran parte de la pequeña y mediana empresa y el comercio, los defaults a nivel privado y de naciones, son heridas que quedarán por mucho tiempo en las sociedades más afectadas. Es además un fenómeno global.

Las crisis son momentos para aprender. Qué se hizo mal y qué se puede hacer mejor. No es el momento de improvisar. Es imperativo y necesario planear con anticipación. Sobre todo porque otra de las características de esta crisis es la velocidad con que los hechos se suceden. Hay un tiempo limitado para actuar.

La Segunda Guerra Mundial es la experiencia que parece más apropiada para comprender los problemas que vamos a tener que afrontar para salir de esta crisis. No se supera el dolor, la violencia y la violación de derechos humanos con el olvido. Tampoco la destrucción de toda cadena de valor y civilización, ni la miseria que se originará. Debemos ganar la Guerra contra el virus como en la Segunda Guerra Mundial creando un nuevo orden económico, social y político. Como en dicha Guerra luego de ganada, el colapso económico será una realidad y ya no podremos volver a la normalidad (“go back to normal”), porque el mundo habrá cambiado. Como en aquellos tiempos tendremos que demostrar que tenemos estadistas y hombres capaces de enfrentar la situación y recrear una nueva realidad para los próximos cincuenta anos.

En efecto así como la Segunda Guerra Mundial nos trajo el Plan Marshall que permitió reconstruir la producción y cadena de comercialización en Europa y Bretton Woods que estableció un nuevo orden financiero mundial, habrá que barajar y dar de nuevo, es decir crear nuevas reglas e instituciones a las cuales todas las naciones adhieran. Ello demandará como ocurrió en Bretton Woods la cooperación de casi todos los países del mundo. Y esto puede ser una oportunidad para integrar a China en el proceso de “construcción” de ese nuevo orden. Elegí esta palabra a propósito porque seria un error grave hablar de “reconstrucción” del orden internacional. Y un error pensar que bastará tener un solo líder empujando el tren.

El día después, encontrará a Estados Unidos en medio de una de las elecciones presidenciales con mayor trascendencia y grieta social luego del Civil Rights Movement con un desempleo de dos dígitos y su capacidad de subsidios agotada. ¿Podrá asumir el rol que tuvo en aquellos años? ¿Tiene el mundo un John Maynard Kaynes en UK, o un Henry Morgenthau padre del New Deal de Franklin Delano Roosevelt? La idea fundamental detrás de la Conferencia de Bretton Woods y del Plan Marshall fue la noción de mercados abiertos. El nacionalismo económico entraba en decadencia. Significaba que los países mantendrían su interés nacional, pero los bloques comerciales y las esferas de influencia económica ya no serían sus medios. La segunda idea detrás de la Conferencia de Bretton Woods fue la gestión conjunta del orden político-económico occidental, lo que significa que las principales naciones democráticas industriales debían reducir las barreras al comercio y al movimiento de capitales y coordinar políticas financieras.

Hoy la globalización, a la que después de muchos años se había alcanzado, ha entrado en un cono de sombra. Los sistemas parecen agotarse en si mismos cuando están a punto de consolidarse. Un fenómeno curioso que se repite a través de la historia de la humanidad. Antes del coronavirus en Estados Unidos habían triunfado nuevamente la ideas aislacionistas de antes de la segunda Guerra mundial como subproducto de un crecimiento o acceso desigual en su población a los beneficios de la globalización y educación. Se creó una grieta entre los “red estates” menos expuestos a los beneficios de la globalización versus los “blue estates”, en donde los grandes centros urbanos y las más prestigiosas universidades operan recibiendo la mayor parte de la immigración educada de países desarrollados. Ahora Estados Unidos enfrentará un desempleo de dos digitos (probablemente entre 15 y 20 millones de personas) y sectores económicos desaparecidos por varios factores: entre ellos porque el lock down o la cuarentena es un coma inducido en donde cuando el paciente despierte se va a encontrar con que su empresa, su mercado nacional o internacional, su demanda, habrá cambiado o desaparecido. No existirán las condiciones para un rebote económico en V por mas subsidios o intereses a tasa cero que se otorguen.

Argentina antes de esta crisis basaba sus expectativas de recuperación en los siguientes pilares: generación de revenues en hard currency por exportación tradicional de commodities agrícolas, de gas y petróleo y de productos mineros. Se confiaba en las inversiones extranjeras en dichas áreas, particularmente en shale, y en minería, en un boom inmobiliario, en el aumento del consumo interno y por ende de la recaudación impositiva a través del impuesto al valor agregado, todo en paralelo a un mayor control del gasto público una vez compensados los sectores sociales más perjudicados por las políticas restrictivas del anterior gobierno. Pero a su vez y muy importante todo ello ayudado por una reactivación económica a nivel mundial con una China pujante. Nada de lo que he descripto ha quedado indemne al daño directo e indirecto de Covid-19.

No se necesita ser demasiado pesimista para imaginar que como consecuencia de este panorama habrá, entre otros, cambios políticos en muchos países, inestabilidad social, un auge del terrorismo. El aumento de países en default es inevitable. Los países con un déficit comercial cada vez mayor no podrán salir de él por motivo de la crisis mundial, mucho menos pagando cada vez más intereses para saldar una deuda cada vez mayor, y por lo tanto sofocando el crecimiento local y global. Habrá que prever el flujo de movimientos de capitales y de financiación, los mecanismos para promover estabilidad a los mercados y evitar los cambios bruscos del tipo de cambio que se generará.

Todo ello solo podrá lograrse a través de un esfuerzo colectivo capaz de crear el marco institucional, el mecanismo y las herramientas que permitan promover el desarrollo económico necesario, no solo para poder alcanzar los niveles de crecimiento en donde el mundo se encontraba al principio de la crisis, sino sentar las bases de un nuevo mundo, un nuevo orden social, político y económico.

(*) Alfaro-Abogados

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