9:46 AM del 22 de septiembre de 2025. “El Departamento del Tesoro de EEUU está listo para hacer lo que sea necesario dentro de su mandato para apoyar a Argentina. Todas las opciones de estabilización están sobre la mesa”. Algunos lo leyeron como un “TMAP” -todo marcha de acuerdo al plan-; otros, como un nuevo conejo de la galera; y no faltaron quienes lo interpretaron como un manotazo desesperado. Pero más allá del prisma, aquel primer tuit del secretario del Tesoro, Scott Bessent, alteró primero la dinámica financiera y después la política.
La economía que viene en 2026: el test decisivo para el modelo de Javier Milei y el nuevo mapa de ganadores y perdedores
Tras el giro que provocó el auxilio de EEUU y el gran respaldo electoral de octubre, el reordenamiento macro abre una etapa donde conviven avances en la estabilidad, tensiones en las reservas y una transformación productiva que redefine sectores en todo el país. El financiamiento, las reformas y la adaptación empresaria serán los vectores que determinen el pulso del tercer año de mandato del libertario.
El mapa sectorial en la era Milei tiene ganadores y perdedores, en una economía más estabilizada luego del auxilio financiero otorgado por la administración Trump.
Hasta entonces, el Gobierno transitaba un cuadro de inestabilidad extrema: el esquema de bandas estaba bajo una fuerte presión, con el dólar queriendo saltar el techo ($1.475 durante tres días consecutivos), lo que activó una venta acelerada de reservas por parte del Banco Central (BCRA) y un deterioro inmediato en los activos argentinos, que empezaban a descontar un eventual giro brusco del programa en plena campaña electoral.
La histórica intervención directa de EEUU comprando pesos -un mecanismo sin antecedentes en nuestro país-, junto con anuncios como un swap de monedas por u$s20.000 millones, entre otros, logró estabilizar al dólar dentro de la banda, frenó la sangría de reservas y moderó el desplome de bonos y acciones. Fue un shock de confianza en el momento límite y, por arrastre, mejoró las chances electorales del oficialismo en la recta final hacia las legislativas del 26 de octubre.
Sea por el “riesgo Kuka”, el temor a que el presidente Donald Trump frenara el auxilio financiero, la implementación Boleta Única de Papel (BUP), la desinflación o la expectativa de que el plan Milei-Caputo empezara a mostrar resultados concretos -lo más probable: una mezcla de todo aquello-, La Libertad Avanza (LLA) obtuvo una victoria contundente a nivel nacional (con más del 40% de los votos y una diferencia de más de 9 puntos para la categoría de Diputados). Los activos volaron, el riesgo país se desplomó a la zona de 650 puntos desde los 1.100, y el rumbo iniciado en diciembre de 2023 recibió un nítido voto de confianza por parte del electorado y de los mercados.
El dólar, el esquema de bandas y las dudas del mercado
Pese a la descompresión de la ola dolarizadora preelectoral, el tipo de cambio fue la única variable que no terminó de acompasar el optimismo postelectoral. El dólar se mantuvo cerca del techo de la banda, reflejando que el mercado aún duda sobre la capacidad de sostener un proceso robusto de acumulación de reservas -hoy negativas en términos netos- bajo el esquema cambiario vigente, ratificado en reiteradas ocasiones por Luis Caputo. Con esa premisa, la curva de futuros se reacomodó y cotiza por debajo del límite superior para los próximos meses.
En paralelo, el Gobierno y el BCRA introdujeron un giro discursivo sobre la compra de dólares: ya no se habla solo de acumular en el piso de la banda (hoy cerca de $920), sino de evitar adquisiciones “a tipos de cambio artificialmente altos” y de intervenir vía la Cuenta Capital -inversión extranjera directa, préstamos o financiamiento externo- “cuando la demanda de pesos lo permita”.
Aunque el Tesoro compró unos u$s300 millones tras la elección, fue apenas simbólico. Por eso, Economía, en forma sorpresiva para el mercado, acaba de anunciar el regreso al mercado de deuda en dólares (luego de ocho años), con la colocación del Bonar 2029N (cupón semestral del 6,5% y bajo ley argentina), primer ensayo real antes del esperado retorno a la plana internacional. Luis Caputo busca afrontar el pago de amortizaciones del Bonar 2029 y Bonar 2030, por u$s1.180 millones (pareciera ser el piso implícito de lo que se sale a colocar). Según las curvas actuales, en el mercado creen que la tasa de rendimiento podría rondar entre el 9,1% y el 9,9%. Además, se barajan otras fuentes de financiamiento, como un REPO con bancos por hasta u$s7.000 millones, para cubrir el resto de los vencimientos de enero, que en total alcanzan los u$s4.300 millones. Otra alternativa es recurrir a los dólares del FMI.
Lo cierto es que, tras el boom de emisiones corporativas y, en menor medida, subsoberanas, durante el último mes y medio, la vuelta plena de la Argentina al mercado internacional de deuda -más allá de la primera prueba de este miércoles- es la bisagra que definirá si el programa Milei-Caputo trasciende la coyuntura electoral y entra en modo sostenibilidad, teniendo en cuenta los vencimientos de 2026 (cercanos a los u$s19.000 milones), y las dudas sobre la acumulación de reservas bajo el actual esquema cambiario.
Más allá de la apacible coyuntura financiera, la victoria electoral abre para el Gobierno una ventana de oportunidad para reordenar piezas centrales del programa económico. Tarde o temprano habrá ajustes en la política cambiaria y monetaria para recomponer reservas netas, condición clave para blindar la estabilidad del modelo. Es que, aun con superávit energético y agrícola, el desbalance cambiario persiste.
En los últimos 12 meses, el agro (u$s36.964 millones) y Minería y Energía (u$s14.219 millones) encabezaron la provisión de divisas. Del otro lado, la Industria Manufacturera (-u$s23.458 millones) y las Personas Humanas (-u$s37.262 millones) -tras la eliminación del cepo para este segmento- continúan siendo canales netos de demanda. "La raíz del problema está en otra parte: sin demanda sólida de pesos, no hay oferta de dólares que sea suficiente. Y sin crédito externo, ese equilibrio se vuelve más sensible a cualquier shock", sostienen desde GMA.
De todas manera, el corazón del desafío 2026 está, sin dudas, en la microeconomía: baja productividad, elevada carga laboral no salarial, presión tributaria sobre la formalidad y regulaciones que frenan la inversión dificultan cualquier estabilización duradera.
El recambio parlamentario, con el oficialismo ya siendo la primera minoría en Diputados, mejora sustancialmente las chances de avanzar en reformas estructurales. La secuencia probable: primero la laboral, luego la tributaria, y, más tarde, la previsional. El objetivo: recuperar productividad y competitividad en sectores castigados por la apertura acelerada, la caída del ingreso real y un mercado laboral que crea pocos empleos formales.
Perspectivas 2026: inflación debajo del 20%, dólar a $1.744 y crecimiento del 3%
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA, el horizonte económico hacia 2026 combina inflación en retroceso, tipo de cambio moderado y crecimiento positivo pero más acotado que el que proyecta el Gobierno. Tras un 2025 que cerraría con una expansión del PBI del 4,4%, los analistas prevén que la actividad crecerá en 2026 un 3,4%, lejos del optimismo oficial que ubica el piso en torno al 6%. El repunte estaría impulsado por la normalización del crédito, la reactivación de la inversión y el mayor dinamismo de los sectores transables, siempre condicionado al financiamiento externo y a la continuidad del programa macroeconómico.
En el plano nominal, el REM proyecta una profundización de la desinflación: tras varios meses con variaciones superiores al 2% mensual y un cierre de 30,4% en 2025 (el menor nivel en ocho años, tras el 118% de 2024), la inflación convergería hacia 1,5% mensual en mayo de 2026, para culminar el año en 19,6% (de cumplirse, sería un mínimo desde 2009). El proceso combina disciplina fiscal (después de mucho tiempo, se encadenaron dos años consecutivos con superávit en las cuentas públicas), menor indexación, apreciación del tipo de cambio real, el anclaje del esquema de bandas cambiarias y una moderación salarial ya incorporada en las expectativas del mercado. "El mosaico de precios relativos, aunque más ordenado, sigue en transición. Esa evolución es clave para entender la segunda parte del programa: sin convergencia nominal consistente, la siguiente etapa luce más desafiante", advierten desde GMA Capital.
Respecto del dólar, el mercado espera un tipo de cambio oficial de $1.473 en promedio para diciembre de 2025 y de $1.720 para fines de 2026. En términos nominales, implica un crawling del 16,8%, por debajo de la inflación proyectada, y alineado con la estrategia del Gobierno de priorizar estabilidad nominal sobre competitividad cambiaria. No obstante, la sustentabilidad dependerá de dos anclas críticas: la recomposición de reservas netas del BCRA y el acceso del Tesoro a financiamiento en elmercado internacional a tasas razonables.
Con todo, el consenso del mercado es claro: 2026 aparece como un año de crecimiento moderado, inflación descendente y tipo de cambio estable. El desafío será que esta estabilidad conviva con la transición productiva y laboral ya en marcha -un reordenamiento profundo que implica reconversión, reasignación de recursos y posibles aumentos transitorios del desempleo-, evitando que los costos sociales opaquen los avances macro obtenidos hasta ahora.
Ganadores y perdedores del modelo económico de Javier Milei: el mapa sectorial que se redefine hacia 2027
Bajo este nuevo marco económico y en un contexto de reordenamiento productivo acelerado, Argentina ingresa en una fase donde la pregunta central ya no pasa por quién rebota y quién no, sino quién logra adaptarse a un modelo que premia productividad, escala, eficiencia e integración global.
Un informe de la consultora ABECEB al que accedió Ámbito describe la transición como un proceso “schumpeteriano” de destrucción creativa: reconversión de actividades, desplazamiento de recursos y surgimiento de nuevos encadenamientos productivos. Pero ese movimiento también tiene costos sociales: la transición puede generar aumentos temporales del desempleo y mayor descontento si la creación de nuevas oportunidades no compensa a tiempo la pérdida de empleos en sectores rezagados.
En este escenario, surgen tres preguntas clave: ¿Podrá consolidarse un nuevo núcleo exportador basado en energía, minería, agro y servicios digitales? ¿Los sectores tradicionales, con márgenes comprimidos, lograrán reconvertirse? ¿Y qué ocurrirá con las actividades dependientes del consumo interno: se transformarán o quedarán al margen de un esquema más abierto y competitivo?
1. Los cuatro grandes motores del modelo Milei
En conjunto, estos cuatro motores podrían duplicar las exportaciones argentinas en una década (+u$s120.000 millones), proyecta ABECEB.
Energía (petróleo y gas)
El sector entra en una segunda ola expansiva. 2025 cierra con récord de producción, y 2026 prevé un +25% en fracturas, apalancado en VMOS (Vaca Muerta Oleoducto Sur), Duplicar Norte y mayor capacidad de transporte. El epicentro se desplaza hacia Rincón de los Sauces, que gana peso como nodo logístico. El impacto territorial es profundo: mayor demanda de locaciones, transporte, plantas de tratamiento, hotelería, infraestructura vial, conectividad, saneamiento y servicios de emergencia. Es el sector que más divisas promete aportar en el corto plazo.
Minería (oro, litio y cobre)
2025 termina con récord de exportaciones, dominadas por el oro, pero el salto estructural provendrá del litio y del cobre. ABC estima un aporte de u$s11.100 millones en 2026-27. El NOA se consolida como zona estratégica de la transición energética global, con encadenamientos en energía, química, transporte y servicios industriales. El riesgo es no acompañar con infraestructura y regulaciones estables, advierte la consultora.
Agroindustria
La campaña 2025/26 muestra un sesgo expansivo: 38 millones de hectáreas y 141 millones de toneladas, la segunda mejor cifra desde 2018/19. El trigo aportará 25,5 millones de toneladas, un nuevo récord. La cadena se reactiva en fletes, acopios, maquinaria, insumos, logística y puertos. Sostiene actividad en vastas regiones y sigue siendo el estabilizador macro por excelencia.
Servicios Basados en Conocimiento (SBC)
El sector cierra 2025 con u$s9.500 millones exportados. La demanda global se redirige a países con talento disponible y estabilidad relativa. La adopción masiva de IA abre nuevos segmentos, mientras avanzan inversiones en data centers y el megaproyecto OpenAI–Sur Energy por u$s25.000 millones en Patagonia. Es el sector más escalable y el que más empleo calificado puede absorber durante la transición.
2. Construcción: la infraestructura como cuello de botella (y oportunidad)
La construcción, uno de los sectores más golpeados en los primeros dos años de la era Milei, empezará a dejar de reaccionar mecánicamente a la macro y pasa a orientarse a proyectos que generan valor económico, según ABECEB: logística, energía, transporte, agua, saneamiento y conectividad digital, con claves en ese sentido.
Surgen clusters de construcción en provincias antes periféricas, impulsadas por energía y minería. Es la gran canalizadora del crecimiento sectorial, aunque de forma heterogénea.
3. Sectores robustos, pero con recuperación lenta: química, siderurgia, alimentos
Siderurgia y aluminio
La ampliación de cuotas con EEUU reabre un mercado clave: u$s186 millones en acero y u$s417 millones en aluminio, con mejora precios, volúmenes y horizontes de inversión.
Carne
Una ampliación de cupos hacia EEUU mejoraría precios (u$s7.000/Tn vs. u$s4.400/Tn en China). Una oportunidad estratégica para diversificar mercados y sostener rentabilidad.
Alimentos y Bebidas
Año de transformación profunda: foco en eficiencia, mix de productos esenciales, reconversión de canales ante el avance del e-commerce. La recuperación será gradual y dependerá del ingreso real, estiman.
4. Los más golpeados: comercio, textil, electrónica, turismo, metalmecánica
Sectores dependientes del consumo interno enfrentarán ingreso deprimido, crédito escaso, competencia importada y caídas históricas en ventas. ABCEB estima que necesitarán al menos dos años adicionales para recuperar niveles robustos. Exigen reconversión, eficiencia y especialización.
Comercio
El sector atraviesa una transformación estructural. El e-commerce ya captura 25% de las ventas de alimentos y bebidas, obligando a las empresas a invertir en omnicanalidad, dark stores, micro-fulfillment, automatización de inventarios y manejo intensivo de datos. La competencia del retail informal y el ingreso de productos importados a precios más competitivos tensionan aún más a los comercios tradicionales. La ecuación de rentabilidad se mueve del “metro cuadrado” al algoritmo: logística, pricing dinámico, inteligencia comercial y eficiencia.
Textil
Es uno de los segmentos más afectados por la apertura comercial. El ingreso de indumentaria importada a precios sensiblemente más bajos -potenciado por un tipo de cambio real apreciado- generó una caída abrupta en talleres, confección y en parte de la cadena local de diseño. Muchas pymes enfrentan un dilema: reconvertir procesos hacia mayor automatización, integrarse a nichos de diseño nacional con valor agregado o resignar participación frente a la oferta externa. La capacidad de sostener empleo en el corto plazo está bajo fuerte presión.
Electrónica
Sufre el impacto más directo del nuevo modelo. La mayor competencia importada y la revisión del régimen de Tierra del Fuego reconfiguraron su ecuación de costos. La caída del consumo durable profundiza la contracción, con plantas operando muy por debajo de su capacidad. El futuro del sector depende de una redefinición del esquema de incentivos, de avances en eficiencia productiva y de la posibilidad de orientarse hacia segmentos donde la logística y el servicio postventa sean ventajas competitivas locales. La transición será más lenta y con riesgos significativos de pérdida de empleo.
Turismo
El turismo interno se vio afectado por la caída del ingreso real y por una oferta externa más competitiva que, con un tipo de cambio apreciado, vuelve a posicionar al turismo emisivo. La ocupación muestra marcada heterogeneidad regional: destinos premium sostienen demanda, pero el turismo intermedio y popular registra caídas pronunciadas. La recuperación dependerá de la recomposición salarial, del crédito para consumo y de la capacidad del sector para diversificar productos, mejorar infraestructura y captar turismo extranjero, que podría volver a crecer si las condiciones de estabilidad se consolidan.
Metalmecánica
La metalmecánica es un termómetro del ciclo económico y hoy refleja la debilidad de la inversión y la obra privada. Caen ventas de maquinaria, equipos, autopartes y bienes de capital, mientras los costos financieros y la competencia importada erosionan la rentabilidad. Las empresas más integradas a cadenas industriales de energía, minería y agro muestran mejor resiliencia, reforzando una tendencia estructural: la metalmecánica que depende del mercado interno sufre; la que se inserta en sectores dinámicos tiene margen para crecer. La reconversión tecnológica y la especialización serán claves para no quedar rezagadas.
5. El financiamiento externo: el posible punto de inflexión
Si Argentina consolida su retorno al mercado internacional, todo el mapa sectorial se acelera. El sector energético ya volvió a financiarse a tasas competitivas.
Si esto se extiende al resto ABECEB estima que:
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mejora la renovación de capital,
se profundiza la integración global,
crece la inversión productiva,
aumenta la productividad sistémica.
En este esquema, el financiamiento externo deja de ser accesorio y se convierte en el catalizador del crecimiento sostenible.
Con todo, el desafío para 2026 es nítido: transformar este ordenamiento inicial en una estabilización sustentable, reconstruir la confianza de los argentinos y del capital global, y convertir la expectativa en horizonte.
El que termina fue el año del (re) ordenamiento a los golpes; 2026 será el año en el que se sabrá si ese orden puede, por fin, convertirse en estabilidad duradera. Y, sobre todo, si esa estabilidad será capaz de traducirse en algo más que números: mejoras palpables en el ingreso real y, por ende, en la vida cotidiana de la mayoría de los argentinos, castigada en la última década.







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