4 de octubre 2020 - 00:00

¿Por qué los argentinos no ahorran en pesos?

Las experiencias traumáticas de nuestra historia económica parecen ser suficiente explicación. Un repaso por las crisis aportan respuestas a esta pregunta clave para la economía local.

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Gentileza: El Efete

Texto publicado en el último Boletín del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano, que dirige Víctor Becker.

En los últimos tiempos, mucho se ha discutido respecto de la preferencia de los argentinos por conservar sus ahorros en dólares.

El tema ha sido atribuido por algunos a factores culturales, a una especial psicología de los habitantes de este país, según otros, y hasta a una falta de patriotismo por parte de quienes lo hacen.

Los que ahorran en dólares constituyen una categoría que abarca desde buena parte de los integrantes del gobierno nacional -según sus declaraciones juradas- hasta los casi 4 millones de habitantes que demandaron del Banco Central 200 dólares en agosto último.

No se necesitan explicaciones esotéricas para analizar tan difundida práctica. Basta con recordar las enseñanzas de nuestra historia económica. ¿Cómo les fue a los que ahorraron en pesos? Recordemos qué nos indican los últimos 50 años.

Corría 1975. El 4 de junio de ese año, el flamante ministro de Economía, Celestino Rodrigo, anunciaba un nuevo plan económico que incluía una fuerte devaluación del peso y una duplicación de las tarifas de servicios públicos, lo cual fue acompañado de fuertes aumentos de precios. Quienes tenían sus ahorros en pesos los vieron licuados de la noche a la mañana.

En 1981, el entonces ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, proclamaba que el “que apueste al dólar pierde”. Sin embargo, a lo largo del año, el tipo de cambio se quintuplicó, diluyendo el poder adquisitivo del peso. La inflación anual alcanzó al 131,3%.

En 1989, una corrida cambiaria generó una fuerte devaluación del peso, acompañada de un salto inflacionario. La cotización del dólar pasó de 17,72 pesos en enero a 665 pesos en julio. En este último mes, la inflación mensual fue del 196,6%.

En diciembre de ese mismo año, los depósitos a plazo fijo fueron canjeados compulsivamente por títulos públicos a diez años, los llamados Bonex 89. Los que persistieron en tener pesos los vieron una vez más licuados por la hiperinflación de comienzos de 1990, cuando se unificó el mercado comercial con el mercado libre del dólar y se duplicaron las tarifas de los servicios públicos.

En diciembre de 2001 se implantó el corralito que bloqueó los retiros de depósitos de los bancos.

En enero de 2002 se derogó la ley de Convertibilidad, que había establecido la paridad 1 a 1 entre el peso y el dólar. La cotización de la divisa estadounidense trepó hasta 4 pesos por dólar y finalmente se estabilizó en 3 pesos. Sin embargo, para quienes tenían depósitos en dólares, el tipo de cambio se fijó en 1,40 peso.

En febrero de 2007, en un año de elecciones presidenciales, el INDEC fue intervenido de hecho, con el fin de controlar los valores del Índice de Precios al Consumidor. La manipulación de dicho indicador implicó que entre dicha fecha y diciembre de 2015 hubiera una sistemática subestimación de la inflación, con el consiguiente efecto sobre el valor de los títulos públicos ajustados por la misma.

Las experiencias traumáticas de nuestra historia económica parecen ser suficiente explicación de esta supuesta manía de los argentinos.

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