Trump en su laberinto, la transición presidencial en lista de espera y Wall Street sin dudas dónde ubicarse: en la cima de los récords. Aun así, no está a salvo de un chubasco. Y esta semana se empapó. Que el Tesoro le exija a la Fed la devolución de los fondos no utilizados que aportó a los programas especiales del banco central –455 mil millones de dólares- fue un golpe bajo. Sorprendió a la propia Fed (que expresó su desagrado por escrito). Debe servir de alerta. La elección no se zanjó aunque se descuente a Joe Biden como presidente electo. Hay facturas por pasar. Lo mismo ocurre con la pandemia pese al viraje de expectativas que desató la eficacia que promete un vendaval de vacunas; sean las de Pfizer, Moderna o Astra Zeneca. Ni Trump ni el coronavirus darán su brazo a torcer. Y restan dos meses para el traspaso del mando, el 20 de enero. Y una vacunación masiva no se producirá antes del segundo semestre de 2021. En esas condiciones la navegación por piloto automático es un peligro, aunque sea la tentación de la Bolsa. Saber quién controlará el Senado y la magnitud de la segunda ola del covid-19 son interrogantes críticos para el recorrido de la política, la economía y la salud pública el año próximo.
El Tesoro se lleva la escalera. Wall Street dibuja, colgada del pincel
Mientras tanto el covid-19 se propaga, la economía se desacelera y una contracción en el primer trimestre empieza a delinearse.
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Es la crónica de una derrota anunciada en las urnas, pero el presidente Trump no la reconoce todavía. En tiempos de pandemia, creó su propia burbuja y allí se encerró desde que el escrutinio le mostró la cara de la adversidad. La realidad no le ofrece salida, pero no ceja. Su partido lo acompaña a distancia, sin derrochar entusiasmo, porque la unidad es necesaria para pelear en segunda vuelta las dos últimas bancas del Senado en Georgia. Las denuncias de fraude al voleo se caen por infundadas o no prosperan, los recuentos de votos no moverán el amperímetro dadas las diferencias que sacó Biden, y anular votos, o suspender escrutinios, es una intrepidez que la Justicia no habilita. La elección presidencial está perdida, se quiera admitir o no; pero las chances de retener el Senado son amplias y más si Trump y su prédica operan como un ariete. Lo difícil es armonizar tiempos y prioridades. La Cámara alta se decide el 5 de enero. La movida de Trump es perentoria. Los electores se consagran el 8 de diciembre, y seis días después el Colegio Electoral nominará al próximo presidente. ¿Podrá Trump imponer su última carta, separar el voto de los electores del voto popular? Es misión imposible. ¿Y cómo hacer para que no lo gane la ira y contribuya a la batalla por Georgia? Quién sabe. De momento, los republicanos consienten sus caprichos.
Trump conserva la lapicera. Con ella escribe lo que niega con el codo: su despedida. Puede remover a su secretario de Defensa y, en contra de su consejo (y el interés de los aliados de EE.UU.) apurar el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán. Ya lo hizo. Podría disparar una cascada de indultos, inclusive el suyo propio. Lo ensayará pronto. Y en lo financiero, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, canceló sin preaviso cinco programas de emergencia que fondeaba para la Fed (incluyendo los dos que sosegaron la crisis en el acto, las facilidades de crédito corporativo para emisiones primarias y operaciones de mercado secundario). Su fecha de expiración es fin de año. El banco central pensaba extenderlos a modo de red de seguridad. Los 455 mil millones de dólares no utilizados podían avalar créditos diez veces mayores. “No se los necesita porque claramente cumplieron su objetivo”, dijo Mnuchin, a la par de negar la intención evidente de perjudicar a la Administración Biden entrante. El Tesoro se lleva la escalera. La Fed retiene el pincel que es suyo. Y, en caso de dificultad, de allí se colgará el mercado bull. De la expansión de su hoja de balance a través de la compra de bonos, el QE. ¿Qué hará el Tesoro con los recursos que se lleva? Tranquilo, los gastará rápido en estímulo de corto plazo a la medida de Georgia y el menú de preferencias del presidente. Mientras tanto el covid-19 se propaga, la economía se desacelera y una contracción en el primer trimestre empieza a delinearse. ¿Y el paquete fiscal a gran escala que se debatió durante meses? Que lo gestione Biden después que asuma. ¿Aguantará Wall Street con el pincel de la Fed y un vademécum de vacunas por aprobar? Confianza no le falta, de ahí los récords flamantes. Pero habrá que sostenerla.
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