6 de agosto 2007 - 00:00

Y menos mal que cayó el volumen

Y menos mal que cayó el volumen
Machacan, insisten, quieren despejar el panorama e inventar nuevas salideras y resulta que la dialéctica y la retórica vuelven a fracasar sobre la realidad: la onda expansiva de los inmuebles se está expandiendo, y Wall Street vio cómo se derrumbaba nuevamente el Dow Jones -con 2%- detrás de los parches que se quisieron colocar. En la Argentina, como en el resto de la región, la cobertura y justificación de sus bajas pasa en primer lugar por allí: copiando lo que le sucede a la «locomotora» del Norte. Pero, en nuestro caso, existen motivaciones nativas que no hacen más que complicar la situación. El caso de los «bonos», la necesidad de agradarle oficialmente a Hugo Chávez que nos siga llevando títulos que nadie quiere, las teorías conspirativas que ensaya hasta el propio Presidente (y algún pedido de enjuiciamiento que inicia un subordinado) dejan la verdad al desnudo: las facturas se tienen que pagar. Y los poseedores de estos «bonos» parecen hartos de que se les ensayen artimañas para no tener que honrar el compromiso.

  • Causas

  • Esto ya no es culpa de Wall Street, sino de un lamentable tratamiento local a los que se animan a poseer un bono argentino, acusados: porque ya no quieren ser estafados.

    La rueda del viernes vio subir al único indicador local, el indeseado, que es el «riesgo-país» y hasta «481» puntos.

    Lo demás fue una trituradora. El sector accionario con baja que superó 1,70% y con cierre de 2.148 puntos. Esto, que fue la mitad que el Bovespa, gracias a un arrugue de órdenes: que se contrajo al máximo, por falta de tomador a la vista, y sólo construyó volumen de $ 47 millones en efectivo (dejando con presión sin salida a otros vendedores, ergo: falto de liquidez apropiada). Lo que fue bueno para morigerar el derrape en precios puede resultar peligroso si es que hoy se abre mal nuevamente y la oferta puja con mayor desesperación. La apuesta es a fondo, a que exista más calma y el vendedor se acomode. Arranca semana comprometida, tomada entre dos fuegos y la propia debacle exterior y el «chocolate» doméstico. Y la Bolsa apechuga.

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