24 de julio 2012 - 00:00

Al Asad juega su suerte en Alepo

Alepo - Un activista anónimo filmó la escena con su cámara barata. Desde su escondite en una calle lateral dejó plasmado cómo un tanque del régimen sirio recorría la carretera principal de un lado a otro.

Antes de que el gigante de acero diera un nuevo giro, se escucha un fuerte estruendo. Una vez más, pasa el monstruo herido por delante del objetivo de la cámara, envuelto en llamas y humo. Se ve cómo un artillero del tanque salta desde la torreta en llamas. «¡Alá es grande!», grita el camarógrafo anónimo. «¡Al Asad caerá!», añade.

La guerra llegó hace cuatro días también a Alepo. El régimen del presidente Bashar al Asad y los rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS) luchan aquí por la puerta de entrada al norte, el cruce de los caminos de comercio y transporte más importantes.

Con sus 2,1 millones de habitantes, la metrópolis económica siria es igual de grande que la capital Damasco y sus suburbios
.

El domingo, con algo de retraso, apareció en internet también la declaración de guerra oficial del ELS. «El comité militar de Alepo anuncia el comienzo de la Operación Alepo», dijo ante la cámara un coronel Abdul Yaber Mohamed Akidi, frente a una gran bandera rebelde. La ciudad, desde 1986 Patrimonio Mundial de la Unesco por su casco viejo y sus numerosos monumentos, había sido fiel a Al Asad durante mucho tiempo.

En agosto de 2011, cuando el resto del país ya llevaba cinco años protestando masivamente contra el régimen de Al Asad, aquí tuvo lugar la primera manifestación política y sólo consiguió reunir a unas mil personas.

Cuando el presidente en octubre quiso demostrar al mundo que su pueblo todavía lo quería, cientos de miles de personas marcharon en Alepo, como por encargo.

No es ningún secreto que la ciudad contempla el levantamiento con escepticismo. La población es muy variada étnica y confesionalmente. El 12% son cristianos y en Alepo viven también turcomanos, kurdos y otros grupos en gran número.

Todos ellos temen actos de represión de parte de la mayoría árabe sunita que impulsa el levantamiento. El clan de los Asad, que pertenece a la minoría chiita-alauita, hace referencia a su «tolerancia» frente a la pluralidad multicultural, ante la presión del levantamiento.

Por otro lado, en Alepo, tal vez más que en Damasco, los comerciantes del lugar ejercen una especie de liderazgo de opinión informal. El padre de Bashar, Hafez, ya había tomado en serio sus deseos. Las reformas económicas puestas en marcha por el actual presidente los convirtieron en beneficiarios del nuevo capitalismo de mecenazgo. Hasta hoy, la casta de los comerciantes es considerada un apoyo del régimen.

El levantamiento armado tiene también un componente social. Las revueltas son impulsadas por los trabajadores y campesinos, que casi no han recibido nada de las reformas económicas, así como sus hijos y los desertores del Ejército. En los suburbios pobres de Damasco y Alepo son cada vez más los que se les unen. ¿Pero es la presión desde abajo suficiente para derribar al régimen en los centros urbanos?

En Alepo, los rebeldes controlaban ayer los suburbios de Sajur y Salajadin. También se habrían hecho con una escuela de infantería fuera de la ciudad. En otros lugares continuaban las luchas, por suerte lejos de los mercados, baños públicos, escuelas religiosas, mezquitas e iglesias del pintoresco casco antiguo.

En ambas partes hay mucho en juego. «Si los rebeldes controlaran Alepo, se beneficiarían mucho de la ayuda y el comercio de Turquía», afirmó Juan Cole, experto estadounidense sobre Medio Oriente.

En teoría, podrían declarar «territorio liberado» la gran ciudad y la franja de tierra que llega hasta la frontera turca.

Agencia DPA

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