14 de julio 2014 - 00:18

Charlas de quincho

Fin del Mundial, que en sus últimos días produjo una distracción mayúscula en los quinchos de política formal: empezamos en Brasil, donde acompañamos a algunos de los infaltables en sus itinerarios, descubrimos a un encumbrado personaje monárquico a quien todos evitaban por cábala, y presenciamos el airado conato de algunos jugadores por una promesa no cumplida con las entradas. Desde luego, estuvimos en la cena con cordero patagónico ofrecida en Casa de Gobierno a Vladímir Putin, y le contamos al lector algunos diálogos que no verá en ninguna otra parte (que tienen que ver con preocupaciones ya superadas y angustias nuevas y crecientes). Terminamos, como siempre, con arte. Veamos.

Daniel Scioli
Daniel Scioli
Inevitable que el partido de ayer en el Maracaná produjera una mayúscula distracción en los quinchos, que usualmente son oportunidades buscadas para encontrarse con amigos y conmilitones y desplegar conspiraciones al margen de la política formal. Esta vez, la asistencia a los santuarios convencionales de la colectividad política se redujo a lo imprescindible, como si la inminencia de disputar la final de la Copa del Mundo paralizase las operaciones y les diese un contexto distinto al habitual. La ilusión comprensible de que Argentina ganase, además, alteró a todos moviéndolos -como suele ocurrir en las tragedias colectivas- a acercarse a sus adversarios más jurados y buscando entendimientos que parecían imposibles. Este clima redujo la cantidad de reuniones, que se cerraron ya el miércoles cuando se aglomeraron oficialistas y opositores en los actos por el 9 de Julio en Tucumán, faena que apuraron todos para ir a ver la victoria ante Holanda. Desde ese día y hasta ayer todo se encolumnó en dos canales: los funcionarios del Gobierno se dedicaron a la visita del sábado de Vladímir Putin; el resto, a organizarse el día de ayer, viajasen o no a Brasil.

Esta vez hubo una decisión casi unánime de los dirigentes de la primera línea de no ir a Brasil. Nadie que juegue algo serio en la campaña que ya está en marcha quiso arriesgarse a que, si Argentina perdía, le atribuyesen fluidos negativos, suerte que en los palcos vip de Brasil sufrió un personaje de la farándula global, el príncipe Alberto de Mónaco. Estuvo en casi todos los partidos importantes en las mejores butacas -se las asegura su dignidad monegasca- pero la mayoría de los presentes evitaba de manera manifiesta darle la mano por la leyenda pétrea que lo sigue, injusta desgracia de algunos personajes. Ninguno de los presidenciables viajó a Brasil, pero tampoco funcionarios de alto rango del Gobierno, a quienes nadie les hubiera reprochado estar en el palco de ayer tratándose de una final. La misión argentina se agotó en el secretario de Deportes "Camau" Espínola, máximo representante ayer junto con el embajador en Brasil Luis Krekler a la hora de la entrega de la copa. Daniel Scioli, quien estaba invitado al Maracaná, volvió el sábado de Italia y se quedó a ver el partido en su casa de La Ñata; Mauricio Macri, que fue a algunos partidos de esta copa, también permaneció en Buenos Aires. Hubo igual, ayer, plétora de segundas líneas del Gobierno, si se cuenta a quienes no embozaron su identidad para no ser reconocidos por los otros argentinos -algunos gobernadores y algún intendente con aspiración a más-. Algunos se mantuvieron en grupo, como los banqueros que fueron invitados por una tarjeta de crédito que los tiene como directores o como clientes en sus bancos, como el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega; el del Nación, Juan Ignacio Forlón; el del Provincia, Gustavo Marangoni; el del HSBC, Gabriel Martino; el del Credicoop, Carlos Heller (es además diputado por el kirchnerismo); y Ricardo Moreno, del Francés.

A esos personajes se sumaron en la mañana de Copacabana, para llegar al Maracaná, el lote de los infaltables en todos estos partidos, como el embajador en Chile Ginés González García -no se sacó nunca la camiseta de la Selección con su nombre en la espalda-, los notables que acompañaron a Marcelo Tinelli, como el sciolista Lautaro Mauro y el excéntrico musical "El Tirri", estrella este año del Bailando; Diego Santilli; Marcela Tinayre; Horacio Rodríguez Larreta; el diputado "Wado" de Pedro; Mariano Recalde; Eduardo Elsztain (IRSA); Daniel Novegil (Techint); Daniel Filmus; Marcelo Blanco (ex Deutsche Bank); el animador Beto Casella; el tenista David Nalbandian; Gabriel Ribisich (Citi); Gabriel Martino (HSBC); Luis Schvimer (VISA); Carlos Martinangeli; Alejandro y Bettina Bulgheroni; Jorge Sánchez Córdova, Martín Redrado; Marcelo Figueiras, Shakira, Plácido Domingo, Ashton Kutcher, Gisela Bündchen, Eros Ramazotti, Carles Puyol, Daniel Craig (actor de James Bond), Adriana Lima, Daniel Passarella, LeBron James, Michel Platini y otros que registraron el raro escenario de Río, que ayer estaba copada por argentinos, que no sólo tomaron para sus acampes el sambódromo de la ciudad, sino las posiciones en las playas frente a las pantallas gigantes. Desde el viernes habían ingresado, hasta ayer, otros 42 mil argentinos a Río, la mayoría sin entradas. Se enteraron también de la venta récord de camisetas de Alemania que compraban los brasileños para usarlas en el partido de ayer. Entre lo más jugoso, muchos de ellos fueron testigos de la pelea en el hall del hotel Radisson en donde estaba la Selección porque la organización les demoraba la entrega de entradas para los familiares de los jugadores. El arreglo original era que contaría cada cual con siete entradas y lograron, al llegar a la final, que les dieran otro tanto. Pero el sábado a la noche esos familiares se agolparon en el Radisson y no les daban nada, motivando una rebelión de los jugadores para que les cumplieran. Esto motivó un ácido cruce ayer a mediodía en el Copacabana entre Joseph Blatter y Julio Grondona. La rabieta del jefe de la AFA sólo se compara con la que tuvo con Diego Maradona, que terminó con la suspensión del acceso vip al palco de los famosos que tenía el astro argentino, que fustigó a la organización en su rutina por TV.

Quienes estaban alojados en el exclusivo hotel Copacabana, que es donde se instalaron la jefatura de la FIFA y varios de los presidentes de clubes argentinos como Daniel Angelici y Rodolfo Donofrio, fueron testigos de una de las batallas madre en este Mundial: la que libraron la FIFA y el Gobierno brasileño. Éste estuvo en la mira de varias inspecciones de la FIFA sobre el cumplimiento de las obras previstas, exámenes que el país anfitrión fue reprobando. Eso motivó críticas públicas de dirigentes hacia el Gobierno de Dilma Rousseff, cuyos funcionarios parecieron tomar represalia cuando se supo que había un circuito de reventa de entradas ligado a la cúpula de la FIFA. Jueces, fiscales y policías emprendieron operativos de estridencia inusual que incluyeron un allanamiento en el hotel Copacabana que redundó en 14 detenidos. No iban a dejar pasar los brasileños este entuerto para vengarse de las críticas de la FIFA.

Este fin de semana, quien no estaba en Río, estaba en la Casa de Gobierno, que abrió ese megaquincho que es el Salón del Bicentenario para darle una cena a Vladímir Putin, quien probó el cordero patagónico servido en molde, desflecado, una delicia que se ha popularizado en las cenas de los grandes hoteles. Lo que hablaron a solas antes de esa cena Cristina, Putin, Héctor Timerman y el canciller Sergei Labrov durante una hora y media con un traductor y un par de silenciosos asesores rusos nunca se sabrá, porque juraron secreto. No fueron negocios ni acuerdo, por afuera de los anunciados, sino que se habló largo sobre las crisis internacionales de las que Rusia es más que testigo. La parte argentina se llevó de esa charla la percepción de que para Putin la crisis con Ucrania por Crimea es algo ya solucionado. Pero que la preocupación por Medio Oriente es creciente y que comparte que ha escalado hasta un punto de difícil solución. Cruzaron frases, en acuerdo, sobre la injusticia del orden internacional, de ir a una reforma de la carta orgánica de la ONU, de los buitres malos y su negativa a aceptar pagos fuera de la jurisdicción de Nueva York. También fueron más allá de lo que se reconocerá en el interés de Rusia en el yacimiento de Vaca Muerta, adonde acordaron que viajará una misión de petroleros rusos. Éste es un punto discutido hoy desde el que el director de la NATO denunció que el Gobierno de Putin paga las campañas ambientalistas contra el sistema del "fracking" para extraer los recursos no convencionales, pero de eso no se habló.

Cuando pasaron al comedor, todo fueron señales para interpretar. Por ejemplo, que Mauricio Macri -en una rara aparición en Casa de Gobierno- fue sentado en la misma mesa que Amado Boudou, o que Marcos Peña -su secretario de Gobierno- tuvo que compartirla con Alicia Kirchner. Macri pujó hasta último momento para que Putin fuera a la Legislatura para entregarle las llaves de la ciudad, pero la embajada rusa le mandó a decir que los actos los definía el Gobierno argentino y que eso no incluía ninguna visita a Macri. Lo consolaron con una invitación a la cena del sábado con el añadido de que fue la propia Cristina de Kirchner quien se acercó con Putin a Macri para presentárselo. Como era sábado y premundial, las presencias mermaron y eso puso en valor algunas de ellas, como la de Jorge Taiana, excanciller, que está recibiendo señales de cariño del protocolo presidencial. Algunos lo atribuyen a que lo tienen como candidato a algo importante; otros a que está cerca de la agrupación Evita, que está enojada con los costos que debe pagar el kirchnerismo por funcionarios procesados. En la mesa principal estuvieron junto a Cristina Putin, Timerman y Lavrov, el uruguayo Pepe Mujica, con quien la Presidente evitó un aparte, algo que todos esperaban dado el estado (malo) de las relaciones con el Uruguay. Intervino el extravagante Pepe cuando Cristina le regaló a Putin un bandoneón, y comentó que es un instrumento creado por un acordeonista borracho, porque tiene cuatro notas disonantes y por eso es difícil aprender a tocarlo. A Pepe, Cristina le reservó un regalo con mensaje, una matera, evocación de aquella frase de Mujica, quien se rió de que la Presidente hubiera intentado enseñarle al papa Francisco cómo se consume el mate. Esos gestos los siguieron los otros asistentes, como Eduardo Eurnekian -socio de los rusos en alguna licitación-; el ex jefe de Gabinete de la Cancillería Eduardo Valdés, que venía de una semana en Italia con un toque en el Vaticano que no incluyó visitar a su amigo el Papa; Oscar Parrilli; Leopoldo Moreau; los ministros Julio De Vido, Julio Rossi, Florencio Randazzo y Julio Alak; los gobernadores Sergio Urribarri, Juan Manuel Urtubey y Gildo Insfrán; José López; Juliana Di Tullio; Julián Domínguez; la legisladora porteña Lorena Pokoik; José López; Carlos Kunkel; Gabriel Mariotto, Juan Cabandié; José Ottavis; los empresarios Gustavo Weiss (Cámara de la Construcción), Antoni Estrany i Gendre y Juan Manuel Collazo (de Helport, la firma constructora del Grupo Eurnekian).

La hora de los discursos dejó tiempo para la sobremesa, que de nuevo giró sobre fútbol y política, por la discusión que se abrió en una mesa sobre las ambiciones de Hugo Moyano, que ahora no se dirigen a la política partidaria. Su ascenso como presidente de Independiente es el primer paso de su marcha para capturar el cargo de Julio Grondona en la AFA. Una manera de restañar su decadencia política y generar poder desde otro lado, ahora el negocio del fútbol.

El artista argentino radicado en París Julio Le Parc llegó la semana pasada al MALBA con una exposición que viene de la poderosa Casa Daros de Río de Janeiro. La muestra depara experiencias intensas: la luz surge desde la oscuridad cargada de vibraciones y se deshace en una secuencia infinita de reflejos ante los ojos atónitos de los espectadores. La mágica obra realizada en la década del 60 con maquinitas muy básicas, como cuenta el propio Le Parc, mantiene su vigencia.

En el cóctel del banco Citi que abrió la exhibición no había modelos ni celebridades para crear "clima"; la atracción verdadera era él: Le Parc, nuestra mayor celebridad del arte, con sus 86 años y más lúcido que un quinceañero. Claro que no faltaban famosos. Para comenzar estaban los dueños de casa, Clarice y Eduardo Costantini, junto con el CEO del Citi, Gabriel Ribisich; Victoria Giraudo; Laura Scotti; Gustavo Vázquez Ocampo, y los suizos que llegaron con la exposición, Hans Herzog, Kathe Walter, Yamil Le Parc, hijo del artista, y dos directores de museos de Brasil que los siguen a todos lados. "La obra de Le Parc ejerce su hechizo, como las mujeres bonitas; todos quieren quedarse con ellas", confesaron.
Había unos ricos bocaditos de polenta, variedades de quesos, jamón y salmones, y vegetales arrollados, vinos y champagne.

Finalmente, para brindar bajo el sol argentino que domina el lobby de doble altura del MALBA, una esfera dorada construida especialmente por Le Parc para la muestra porteña, estaban Lili Sieleki y María Kodama, ambas envueltas en pieles; Marie Jo Cardinal; Claudia Stad; Dominique Biquard; Amalia Mompelat; Elena Nofal; Sofía Aldao; Cristiano Rattazzi; María Pimentel; Joachim Maier y Gustavo Castagnino (Mercedes-Benz); Daniel Abate; Jorge Miño; Andrés y Canela Von Buch; Eugenia y Eduardo Grüneisen; Javier Iturrioz, Sofia Lanusse; Cecilia Züberbhuler; Alejandro Corres; Gabriela Urtiaga; Teresa Gawland; Lía Munilla; Marga Macaya; Julia Converti; Felisa Larivière, Miguel Frías; el embajador argentino en Egipto, Sergio Baur, y Maia Güemes.

Los galeristas Orly Benzacar y Alberto Sendrós volvieron a reunirse esa noche en el Malba, dado que los quinchos habían comenzado a la hora del almuerzo en Il Matarello, famoso resto italiano del barrio de La Boca enclavado en el flamante Distrito de las Artes. Los artistas Ana Gallardo, Luciana Lamothe, Catalina León y Nicanor Aráoz, invitados por el galerista Alberto Sendrós venían de ver Prisma, su nuevo proyecto, una kunsthalle al mejor estilo alemán para presentar arte. A ellos se sumó la directora de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg. Se habló entonces de la capacidad de reacción de la gente del arte. Cambian las circunstancias económicas, cambian las tendencias artísticas y, sin tiempo para un respiro, Sendrós se traslada del microcentro a La Boca y Benzacar deja su espacio de Florida y Plaza San Martín para abrir su galería en Villa Crespo. Allí van a exhibir las obras de grandes dimensiones que hoy producen los artistas. Primero fue el antipasto, luego unos ravioles de hongos y espinacas inolvidables y finalmente el clásico tiramisú.

Por la tarde, el Deutsche Bank celebró en el Museo de Arte Moderno porteño el arribo de uno de sus tesoros: la colección de 180 dibujos. La exposición curada por Victoria Noorthoorn, directora del MAMBA, se inauguró en la Kunsthalle de Berlín y ahora suma obras argentinas. Sebastián Reynal (CEO del Deutsche)y Friedhelm Hütte (director de arte) el embajador de Alemania, Bernhard Graf von Waldersee y Noorthoorn, destacaron los nombres de Lucian Freud, Joseph Beuys, Piet Mondrian, Marta Minujín, Georg Baselitz, León Ferrari, Kurt Schwitters, Salvador Dalí, Guillermo Kuitca, Louise Bourgeois, entre otros. Pero además, elogiaron una fantástica puesta en escena donde la arquitectura desaparece y los cuadros flotan en el espacio. Los espectadores, entretanto, caminan como Heidi sobre una nube blanca. Allí estaban para disfrutar del ceviche más rico de la temporada, con granos de maíz crocantes, Mónica Gancia, Chantal Erdozain, Inés Palenque de Pujals, Mauro Herlitzka, Ignacio Liprandi, Rafael Cippolini, Jimena Ferreyro Pella, Eduardo Costa, Javier Villa y un grupo de coleccionistas activos.

Más que con un chiste, vamos a terminar con un test.
Un hombre debe elegir entre tres mujeres para casarse, de modo que las pone a prueba: les da mil dólares a cada una y les dice que los gasten a gusto. La primera vuelve y le dice: "Los usé en ropa y maquillaje". La segunda responde al volver: "Te compré palos de golf nuevos y un televisor HD última generación". La tercera dice: "Los invertí a 6 meses, para reinvertirlos luego con los intereses y forjar nuestro futuro". Pregunta: ¿Con quién se casa el hombre? Respuesta: con la que tiene las tetas más grandes.

Dejá tu comentario