19 de septiembre 2008 - 00:00

Cómo crece la fiebre entre los argentinos

Antes, el oro se buscaba en los comercios especializados de la City. Ahora se lo demanda en bancos y en todo el país.
Antes, el oro se buscaba en los comercios especializados de la City. Ahora se lo demanda en bancos y en todo el país.
El oro volvió a estar presente en la vida de los ahorristas argentinos. En los últimos dos días, la venta del metal se cuadruplicó y el precio creció más de 20%.

Hoy no hay vendedores de oro, por eso muchas casas de cambio no tienen monedas ni lingotes para ofrecer. Los únicos que tienen existencias son los importadores, que compran lingotes en el exterior. Ellos debieron reforzar los pedidos, porque se estaban quedando sin existencias.

La Argentina importaba 100 kilos mensuales de oro, pero si sigue este ritmo de venta, deberá importar 400 kilos por mes.

Fernando Pepe, gerente de productos cambiarios del banco Supervielle, observa una característica: «Antes los que querían comprar oro iban a locales de la calle San Martín o la avenida Corrientes en el Centro. Eran pocos. Ahora lo piden en todas partes. No sólo en barrios de la Ciudad, sino en el interior del país. Tuvimos que mandar oro a todas las sucursales. Nosotros pasamos de vender 400 gramos a 2 kilos diarios esta semana».

Cabe recordar que el martes el oro valía 750 dólares la onza y ayer cerró a 900 dólares.

También cambió la modalidad de comprar el metal. La gente quiere el oro físico, es decir, se quiere llevar el lingote o la moneda a su casa. No quiere certificados que acrediten que tiene el oro depositado en un banco del exterior, y razones no le faltan. «Si alguien tuviera un certificado de oro de Lehman Brothers, hoy se querría matar», señaló un operador. Por eso, ante la debilidad de los grandes bancos por la crisis, prefieren tener el oro a la vista.

  • Refugio

    La ventaja del metal es que no se falsifica y a través de los siglos siempre dio ganancias y fue un buen refugio. Cuando se quiere hablar de la nobleza de alguien se dice que tiene un «corazón de oro». Si es un talentoso «vale oro». El metal siempre estuvo ligado a los mejores momentos del hombre. Está presente en los compromisos, en las bodas, en los bautismos o en los aniversarios, hasta en la medalla olímpica más preciada.

    En realidad, el movimiento de compra, que ahora tiene su momento cúlmine, empezó hace dos meses. Dos joyerías utilizaron la imagen de dos divas, Mirtha Legrand y Moria Casán, para publicitar que «compraban» oro. De vender, no hablaron nunca.

    Los que vendieron, hoy deben estar arrepentidos porque hubieran logrado precios mucho más elevados.

    El oro, hay que recordar, es un refugio de largo plazo. Si se lo piensa tener poco tiempo, se puede perder dinero porque la diferencia entre el precio de compra y venta es de 8%, mucho más alta que cualquier divisa. El dólar tiene un «spread» de 1%, por ejemplo.

    Otro dato es que no hay que comprar lingotes chicos de 1 o 10 gramos, porque el envase y el certificado son de costo alto. Lo ideal es comprar de 30 gramos en adelante. Los lingotes chicos son para regalar. El lingote viene en un «blister», que es un envase de plástico inviolable. Un certificado acompaña el metal para dar fe de su origen. Hoy en la Argentina 1 kilo de oro cuesta $ 93.000, pero el ahorrista puede entrar a este mercado con solo 300 dólares y comprar un lingote de 10 gramos.

    Los sitios de Internet de las casas que venden oro están recibiendo más visitas que las habituales. La Argentina no es un país con cultura del oro, como la India, que es el mayor importador del mundo. Allá las alhajas son parte del patrimonio de una familia. En Oriente, el oro sigue siendo el símbolo de la riqueza.

    En la Argentina, el oro es importante por épocas, por eso no hay tantas casas especializadas en el metal. Son pocos los que lo tienen en el menú. Y hay razones. Por la inseguridad, el oro desapareció de los relojes, aros y anillos. El doradoes un imán para los ladrones. La moda se encargó de adaptarse al nuevo orden. Para que el argentino no sintiera el complejo de no usar oro, impuso el plateado.

    De todas maneras, el metal hace añorar épocas que parecen mejores. Quién no ha descripto la abundancia de la Argentina después de la Segunda Guerra con la frase: «No se podía caminar por los pasillos del Banco Central porque estaban abarrotadosde oro». Y no fue una exageración. Juan Domingo Perón hizo traer todo el oro que el país tenía depositado en el exterior. Igual que los ahorristas, el general quería ver de cerca la riqueza.
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