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El purismo K y el toreo a Massa para que juege enfrente
En Casa Rosada explican esa decisión con un criterio dual. Uno estadístico, que minimiza el impacto electoral del tigrense, y otro político, que anticipa una etapa de purismo extremo que consiste en fulminar los matices dentro del dispositivo K. La primera víctima de esa marea fue Daniel Scioli; el primer ganador, parcial, es Agustín Rossi, que parecía condenado a una doble derrota en Santa Fe y, para salvarlo de ese tormento, la Presidente le regaló una jaula de oro.
Harta de los interrogantes de los suyos sobre qué debe hacer el Gobierno con Massa, la Presidente mandó a decir que le resulta indiferente lo que haga el intendente, mensaje que otros traducen como un toreo para que se anime a enfrentar al Gobierno en la elección.
Los números que leen en Olivos dicen que el FpV con Massa como candidato redondea el 41% de los votos mientras que con cualquier otro candidato está por encima del 35%. La diferencia, entienden, no justifica el despropósito de engrandecer al alcalde al darle la medalla de salvador del proyecto K.
Con la misma estadística, los ultra-K entienden que si Massa se lanza como candidato tendrá que ir a pescar votos en el 60% del universo anti-K, donde deberá repartir con Francisco de Narváez -un acuerdo con él es inconcebible, más allá de que Hugo Moyano transita entre ambos-, con el frente FAP-UCR, con lo silvestres de la izquierda, la derecha rancia y líberos como Aldo Rico, auspiciado por Adolfo Rodríguez Saá.
Es una construcción tan -o más- teórica como la que atribuyen a los escenarios que invoca el massismo cuando plantea que por fuera o por dentro el tigrense está por encima de los 40 puntos, a pesar de que la composición de ese caudal varía según esté enfrente o junto a Cristina de Kirchner.
El planteo explora otro argumento que se nutre de la ráfaga que la Presidente le lanzó a Scioli la semana pasada en Lomas de Zamora, delante del intendente local, Martín Insaurralde, inevitable candidato a diputado del FpV, al que la Presidente en privado llama "nuestro Massa".
La porfía sobre Scioli explicita la decisión cristinista de borrar los grises del planeta K, tonalidad en la que el gobernador prefiere transitar, y donde también habita Massa, que no critica a la Casa Rosada ni es criticado por el kirchnerismo. En ese limbo, Massa es un actor político imponente que sin embargo, dicen en Gobierno, debe pasar de la teoría a la práctica.
Hay, sin embargo, algo de resignación en Balcarce 50. Cerca de Massa dicen que Cristina lo quiso como candidato y él se rehusó; en Gobierno sostienen que jamás, al menos con el consentimiento de la Presidente, se avanzó en conversaciones para convertir al alcalde en el primer candidato del FpV en la provincia. Toda verdad es parcial.
En Olivos seduce la idea de que Massa presente una lista pero sin figurar él en la boleta, donde tendría protagonismo Felipe Solá, con lo cual desaparecería el riesgo de una derrota y dividiría el voto opositor. Algo así como el sueño del pibe pero sin pibe.
Con otra crudeza, en el FpV avisan que el tigrense intenta un esquema de baja exposición que les permita a sus aliados -los intendentes, los únicos que le importan- no quedar bajo fuego de la Casa Rosada como ocurre con Luis Acuña, intendente de Hurlingham, aunque eso pueda no tener luego traducción electoral.
De mínima, la variable es que varios alcaldes alineados con Massa -Joaquín de la Torre, de San Miguel; Luis Andreotti, de San Fernando; y José Eseverri, de Olavarría; entre otros- jueguen con boleta local, ajenos a la disputa provincial, el punto más equilibrado entre ser "funcional" al kirchnerismo y debutar como anti-K.
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