24 de enero 2014 - 00:00

En el Central Kicillof discutió de tasas, dólar y “golpe financiero”

Axel Kicillof
Axel Kicillof
"Llegamos al techo, hay que vender. Tenemos que demostrar que nosotros somos los que mandamos". Eran las 14.20 y la discusión transmutaba entre el dilema de subir o no las tasas de interés. Axel Kicillof se había apersonado, preocupado, para frenar la intención firme de los hombres de Juan Carlos Fábrega de comenzar a subir las tasas de interés, y de manera sustancial, como condición imprescindible para demostrar que hay un plan para reducir los pesos en el mercado y comenzar a controlar la inflación. El ministro de Economía llevaba al segundo piso del Banco Central su máxima sobre que la última medida que podría tomarse en las actuales circunstancias era algo que provocara frenar la marcha del consumo interno.

Se chocaron en ese mediodía de la City porteña dos formas diametralmente opuestas de ver las causas de la crisis económica, y de la manera de enfrentar su salida. Para Fábrega, el vicepresidente del Central, Miguel Pesce, y Waldo Farías (hombre que fue siempre muy cercano a Néstor Kirchner), la necesidad de subir los intereses era una realidad. Ya desde temprano habían avalado que el Call Money (el precio de préstamos entre bancos) llegara al 15% anual contra el 12,5% del miércoles, buscando mayor demanda de pesos entre las entidades y que, pronto, se traslade al público y los pedidos de dinero de las empresas a los bancos. Fábrega, Pesce y Farías saben, fruto de la experiencia, que es el ABC de los días complicados de corridas contra el dólar: absorber pesos, hacer subir las tasas de interés y luego enfrentar la demanda.

Sin embargo, alguien alertó al Palacio de Hacienda de las intenciones de la cúpula más histórica del Central y Kicillof quiso tomar el mando de la jornada. Llegó hasta el Central para discutir la política activa oficial y comenzó un debate serio, y por momentos de tono grave, sobre los movimientos financieros de la entidad. En algunos momentos hubo sacadas de "chapa" por ambos lados.

La experiencia en cómo manejar jornadas complejas por un lado, y la cercanía con la ideología oficial por el otro. Nobleza obliga, se llegaba a un acuerdo de caballeros y la discusión de las tasas de interés llegó a su fin pactando conversaciones diarias y constantes entre ambas partes. Germán Feldman, el flamante director del Central que viene de las filas de Kicillof y sus jóvenes economistas, será interlocutor directo y preferencial entre el Central y Economía.

Sin embargo, precisamente cuando se sellaba ese pacto de caballeros, la situación comenzó a ponerse difícil. Sucedió que en un momento llegó a la reunión del segundo piso del edificio de la calle Reconquista 266 un dato terminal, o considerado como tal por todos los presentes: Kicillof, Fábrega, Pesce, Feldman y Farías, entre otros: el Banco Provincia de Buenos Aires había concretado una operación de venta de dólares a un precio de $ 8,30. El comprador era un banco privado extranjero, que luego dio la alerta a la mesa de dinero del Central consultando si, al ser la entidad bonaerense un banco público cercano (en teoría) al Gobierno nacional, ese precio de $ 8,3 era ya un valor oficial del Gobierno de Cristina de Kirchner. El banco privado, de capitales europeos y eventualmente cercano a una megaoperación futura que está planificando el Gobierno en el mercado financiero internacional, consultó el tema porque según lo que explicaba "desde nuestra casa central se nos está preguntando cuál es el precio real del dólar para continuar las negociaciones...".

"Hay que vender", coincidieron entonces Kicillof y Fábrega, colocando el nuevo precio de 8,01 pesos como el valor de las operaciones que debían realizarse hasta las 16, cuando cerrara el mercado. Fue así como el Central realizó al menos tres operaciones por un total de u$s 120 millones, que a su vez determinaron que las pérdidas diarias de reservas fueran de u$s 100 millones.

El valor terminó en $ 8,01, lo que provocó además un amague de una nueva pelea entre ambos funcionarios.

El ministro de Economía insistía en que el valor debería ser por debajo de 7 pesos, siguiendo los precios de la semana pasada, cuando "todo estaba controlado".

Llegó el momento, una vez terminada la rueda, en que lo que se necesitaba era encontrar culpables sobre la situación, y que encajaran en la teoría del "golpe de Estado financiero". Para Economía, el encuadre debía ser la actuación de los banqueros y operadores financieros de siempre. Serían ellos, "los que siempre ganan", los que habrían impulsado el dólar "blue" al alza en las últimas jornadas con el objetivo de, otra vez, provocar una devaluación más fuerte del oficial y hacer una diferencia. Detrás, además, siempre según la visión de economía, estarían las grandes multinacionales industriales locales que buscarían una megadevaluación "que se lleve puesta la flotación administrada" y nos lleve a un dólar de más de 12 pesos. "Hay que vencerlos", insistían ayer desde el Palacio de Hacienda.

Surgió ahí la pista de un nuevo enemigo, que cerró más en grados de culpabilidad que el sistema financiero en particular, al menos por ahora: los sojeros y las cerealeras exportadoras.

La teoría es la siguiente: el 15 de diciembre pasado, en una reunión en el Banco Central, los representantes del agro se comprometieron con el Gobierno a liquidar unos u$s 1.800 millones provenientes de divisas que los productores habrían "retenido con motivos especuladores" durante todo 2013. Se haría a través de una operación de compra de una Letra del BCRA que les aportaría una tasa de interés del 3,65% más la devaluación desde el 12 de diciembre hasta junio. En el listado de compradores del bono figuraban Nidera, Dreyfus, Cargill, Noble, Molinos y Topfer, entre otros. Según el Central, el aporte de los dólares debía distribuirse en diferentes pagos de entre 400 y 500 millones de dólares semanales, dinero que le hubiera servido a la entidad a enfrentar durante todo enero la creciente demanda de divisas fruto de cuestiones "estacionales". Hasta ayer, las cerealeras sólo habían aportado unos 300 millones por este bono, y aseguraban que tenían fecha límite hasta fin de enero (el viernes de la semana que viene) para cumplir su promesa.

Lo cierto es que los dólares sojeros nunca aparecieron con el volumen y la densidad que esperaba el gobierno; que además contabilizaba la posibilidad de tener suerte y que otros u$s 5.000 millones provenientes de la liquidación normal de la soja exportada hubieran ingresado al Central.

Para el oficialismo, el de los sojeros, ya fue un golpe mortal. No hubo dinero del campo, y la entidad se vio sin herramientas frescas para frenar la caída en las reservas en lo que va del año.

A partir de ahora, entonces, los sojeros son los responsables de los males financieros de este comienzo de 2014. Ya hay consecuencias directas. Desde ayer, todas las líneas crediticias que el Banco Nación tenía destinadas al sector primario sojero y cerealero están suspendidas. Se incluyen no sólo los productores, sino además los proveedores, especialmente los vendedores de agroquímicos y combustibles.

Hay más. La apertura de exportaciones de trigo al exterior quedará suspendida en 1,5 tonelada; y la posibilidad de que el Gobierno responda al pedido de liberar ventas al exterior por otro millón es ya una utopía.

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