La reciente polémica interpelación parlamentaria al ministro de Finanzas, Luis Caputo, sirve para puntualizar algunos aspectos de la deuda pública argentina que hasta el momento no han sido adecuadamente comprendidos. El ministro dijo, y los diputados aceptaron, que el ratio entre deuda pública y PBI es del orden del 30%. Esto es sorprendente, dado que de las muchas estimaciones de deuda pública y PBI, esta ha sido, por varios cuerpos, la cifra más baja que se ha echado a correr en los mercados en los últimos años. Es muy difícil creer que un país que tiene muy altos déficits fiscales tenga una deuda relativa tan baja. El factor de que el ministro no haya brindado detalles, sino que sólo se haya expresado vagamente abre la puerta a todo tipo de sospechas. Lo cierto es que esta cifra de 30% está entre las más bajas del mundo y ello es tomado como un indicador de que las cifras de deuda "están bien" en Argentina. Sin embargo, hay varios aspectos que no han sido tenidos en cuenta y que vale la pena incluir en cualquier análisis que se haga sobre el tema:
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a) En el caso argentino, el "record" pasado marca a las claras que las crisis nunca han sobrevenido con ratios entre deuda pública y PBI excesivamente altos. Nunca la relación entre deuda pública argentina y PBI llegó a niveles del 80%, y aun así, las cosas volaron por los aires más de una vez, y siempre como consecuencia de la imposibilidad material de renovar endeudamiento. Por lo tanto, la cifra de 30% entre deuda y PBI poco dice. Esto no es Italia, ni Bélgica, ni Japón ni EE.UU., que poseen niveles de deuda pública sobre PBI cercanos o superiores al 100%. Aun así, es más peligrosa la situación en Argentina con ratios bajos que en esos países con ratios relativamente altos. Lo que ocurre es que un potencial acreedor no incorpora en su análisis el ratio deuda/PBI como un factor fundamental, sino otra serie de variables políticas y económicas que escapan a ese frío cociente.
b) La cifra aproximada dada a conocer del 30% por el ministro Caputo no incorpora la deuda tomada por el BCRA que supera por sí sola el 12 % del PBI, ni las deudas tomadas por las provincias u organismos públicos. Tampoco toma en cuenta el frecuente uso de créditos otorgados por el Banco Nación y otros bancos públicos para cerrar cuentas en forma cosmética en el Estado. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que -aún sin la deuda provincial- la relación entre deuda pública y PBI supera el 45%, nivel bastante más alto que la cifra sospechosa aportada por el ministro.
c) Más que el nivel de deuda, lo que hay que focalizar es el ritmo al cual esta crece. No es fácil encontrar en la historia argentina niveles de deuda pública que hayan crecido tan vertiginosamente como ahora. Eso se debe, tal como el propio ministro admitió, a los exorbitantes niveles de déficit fiscal consolidado, que entre el Tesoro y el BCRA llega a superar cómodamente el 9% del PBI.
d) La relación entre deuda pública y PBI suele ser un indicador tomado en todo el mundo como relevante. Sin embargo, en el caso particular de Argentina hay que tomar con pinzas ese cociente. Resulta que el PBI se mide en pesos mientras que la deuda está mayoritariamente contraída en dólares. Eso implica que en toda época de atraso cambiario se genere el espejismo de que la deuda es baja. Si asumiéramos que hay un atraso cambiario de alrededor del 30%, rápidamente la cifra de 30% de deuda/PBI aportada por el ministro Caputo se transformaría en un cómodo 40%, por lo que si se le suma la deuda pública del BCRA, el cociente supera el 50% con creces. En otras palabras, al estar la deuda mayoritariamente contraída en dólares y al estar el PBI contabilizado en pesos, estamos en realidad comparando peras con manzanas.
e) Finalmente, mucho más importante que analizar la relación deuda/PBI es analizar el perfil de vencimientos de la deuda. Es igualmente de complicada de manejar una deuda del 90 % del PBI venciendo en plazos promedio de tres años que una deuda del 30% del PBI venciendo todos los años. El perfil de vencimientos de la deuda pública argentina es especialmente espinoso y complicado. Toda la deuda del BCRA vence en plazos sustancialmente inferiores al año y buena parte de la deuda pública está concentrada en niveles que van de varios meses a tres años, y no más. Ello implica que ante cualquier suba inesperada de las tasas internacionales o suceso que paralice los mercados financieros externos, puede producir muchos más dolores de cabeza que en un país que tiene su deuda consolidada a largos plazos. La deuda pública argentina es eminentemente flotante, y como tal su perfil de vencimientos es caótico, no está planificado detrás de un escritorio como suele estarlo en cualquier país desarrollado donde se estudia en detalle a qué plazos hay que emitir el próximo bono y se sabe que alrededor de una tasa de interés dada por el mercado podrá ser colocada el 100% de la emisión.
Es un tema realmente complicado este de la relación deuda pública/PBI. En el pasado su difusión -siempre baja- sólo ha servido para calmar angustias cuando debería haber sucedido lo contrario. No sería la primera vez que se lanzan cifras al aire que causan alivio para caer sólo meses más tarde en medidas desesperadas para lograr financiamiento forzoso o semiforzoso a través de canjes de deuda gigantescos a rendimientos exorbitantes o métodos aún peores de obtener préstamos de determinados sectores de la sociedad en particular. Sería mucho más útil que nos olvidemos durante un tiempo prolongado de la relación entre deuda pública y PBI y nos concentremos en el verdadero "huevo de la serpiente", que no es otro que el déficit consolidado del Estado, tomando como tal el déficit operativo del Tesoro, los intereses de la deuda del Tesoro y los intereses de la deuda del BCRA. Este déficit está, al menos por el momento, mayoritariamente contabilizado en pesos, por lo que podemos compararlo mucho mejor con el PBI. Y arroja una cifra que se aproxima, nada más y nada menos, que al 10%.
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