- ámbito
- Edición Impresa
Europa aún enfrenta grandes desafíos
Después de varias idas y venidas, este fin de semana las autoridades de la Unión Europea finalmente tomaron el toro por las astas y anunciaron un operativo blindaje para preservar el euro. Dejar caer a Grecia en estas circunstancias podía tener consecuencias similares a las que tuvo dejar a caer a Lehman Brothers en setiembre de 2008. Esta comparación no se les escapó a Merkel y Sarkozy (y tampoco a Obama). El mercado ha reaccionado positivamente a este anuncio, pero creemos que demasiado optimismo puede ser prematuro.
La primera pregunta es si frente a estos anuncios nos podemos olvidar de Grecia. En el corto plazo, con suerte hasta fin de año, la respuesta es probablemente sí, pero a mediano y largo plazo la respuesta es definitivamente no. La segunda pregunta, aún más importante, es: «¿Ya se terminaron los problemas de Europa?» La respuesta lamentablemente es: «No». La atención del mercado ya se enfocó en España. Y la magnitud absoluta de sus problemas financieros y fiscales es mayor que la de Grecia y su solución presenta enormes desafíos, tanto para el Gobierno de Zapatero como para el resto de la Unión Europa. Pero eso es tema para otro artículo.
En realidad, lo que estamos viendo es simplemente el fin de otro capítulo de esta saga, pero no es el último y tampoco el penúltimo. La cadena siempre se rompe por su eslabón más débil. En Estados Unidos, la crisis de 2008 se originó en el segmento de hipotecas subprime, que representaba sólo el 3% del crédito al sector privado y luego se extendió a todo el sistema financiero. Esta crisis que ha puesto a Europa contra las cuerdas se disparó por los problemas fiscales de un país con 11 millones de habitantes y una economía del tamaño de la Argentina.
El título del nuevo capítulo que comienza en Grecia es «Un ajuste brutal» y probablemente va a terminar con un default y la salida del euro. El problema es que Grecia es insolvente. Los economistas generalmente intentan distinguir entre iliquidez e insolvencia. Digo intentan porque la distinción entre ambos conceptos es bastante difusa y un deudor puede pasar rápidamente de la iliquidez a la insolvencia. La iliquidez denota la incapacidad transitoria de un deudor para renovar sus deudas a pesar de una situación patrimonial sólida. La insolvencia es la incapacidad de un deudor de hacer frente a sus deudas de manera permanente (lo cual en el caso de una empresa se refleja en un patrimonio neto negativo). Volviendo a Grecia, el problema es que no puede hacer frente al servicio de su deuda. Pero aún en el caso de que no tuviera el peso de esta deuda, su déficit fiscal requiere un financiamiento de casi 50.000 millones de dólares por año que el mercado no le va a dar a tasas razonables. Justamente el paquete de asistencia resuelve este problema, pero a costa de un ajuste brutal. Además, modifica la estructura de la deuda externa griega al subordinar de facto la de los acreedores privados. Cuando Grecia tenga que reestructurar su deuda (lo cual es inevitable), aquella contraída con sus socios de la Unión Europea tendrá prioridad sobre la contraída con el mercado. Es algo que nadie admite oficialmente, pero es una realidad. La gran ironía es que como una parte importante de la deuda contraída con acreedores privados está en manos de bancos europeos, un default griego puede a su vez provocar un rescate gubernamental de esos bancos.
El principal efecto de los anuncios de los últimos diez días es comprar tiempo. Es decir, retrasa la llegada del momento de la verdad. Generalmente esto no es bueno y hace que el proceso sea más doloroso. La cuestión es qué hace la Unión Europea con este tiempo extra. Lo mejor sería diseñar una salida ordenada de Grecia del euro y un plan de reestructuración de su deuda a la Brady. Porque el ajuste impuesto al Gobierno griego no va a funcionar. Según estimaciones del BIS, para que Grecia vuelva a tener la misma situación fiscal que en 2007 debería tener un superávit equivalente al 5,4% del PBI por los próximos cinco años, lo cual es prácticamente imposible. La reducción del gasto público y el aumento de los impuestos en una economía que no crece no van a resolver el problema de fondo, sino que lo profundizarán.
Si la Unión Europea no planea una solución ordenada para Grecia, la política forzará una solución desordenada. En los próximos meses, el Gobierno de Papandreou intentará imponer las medidas de austeridad y disciplina prometidas a la Unión Europea y el FMI. Lo más probable es que estos intentos fracasen debido a la fuerte resistencia de los sindicatos y la sociedad en general. Como consecuencia también es probable que el Gobierno caiga. Cuando ello ocurra, habrá un default o una reestructuración semivoluntaria de la deuda pública contraída con los acreedores privados y, simultáneamente, o poco después, es probable que Grecia abandone el euro. Las dos medidas irán de la mano. Los tiempos podrán acelerarse o no dependiendo de qué es lo que pase con otros países europeos en problemas, especialmente España.
Como los senderos que se bifurcan en el jardín de Borges, la crisis europea se ha bifurcado. En agosto de 2008, ya no era importante lo que sucedía en el segmento subprime, sino que instituciones financieras sobrevivirían a la crisis. Hoy, Grecia ha dejado de ser importante para los mercados. El consenso hoy es que el default y su salida del euro son inevitables. Es sólo cuestión de tiempo. De ahora en más, lo importante es evitar que los problemas de España arrastren al resto de Europa. Los anuncios de este fin de semana son un paso en la dirección correcta, pero no una solución.
Dejá tu comentario