Desde chico se impone a un niño lo que debe ser como hombre y eso no coincide con lo que va descubriendo Junior, el protagonista de “Higiene sexual del soltero” (Tusquets) la nueva novela de Enzo Maqueira, un diario íntimo que va de la inocencia infantil al poliamor, las citas digitales y la “desconstrucción del macho”. Maqueira ha publicado “Ruda macho”, “El impostor”, “Electrónica”, “Hágase usted mismo”, entre otras obras. Dialogamos con él.
Genealogía de los viejos “manuales de higiene”
Diálogo con Enzo Maqueira sobre su nueva novela, en la que contrasta los antiguos mandatos sobre la sexualidad masculina con la realidad de hoy.
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Enzo Maqueira
Periodista: ¿Por qué eligió confrontar su experiencia sexual con la planteada por un polígrafo español de principios del siglo XX?
Enzo Maqueira: Ciro Bayo fue un trotamundos español, que recorrió Europa, anduvo por Sudamérica, y vivió en la Argentina. Acá publicó una “Historia argentina. En verso. Dedicada a la juventud argentina”. A los 44 años volvió a Madrid y se dedicó a escribir sobre sus viajes y experiencias. Yo pasaba los veranos en Comodoro Rivadavia, en de mi abuelo, y leía mucho. A los 13 años, en plena pubertad, encontré en su biblioteca un libro forrado de blanco que prometía esconder algún secreto. Era “Higiene sexual del soltero” de Ciro Bayo, de 1910. Imagino que se lo dieron a mi abuelo, que había sido seminarista, al salir del seminario. El librito explicaba cómo debía ser el cuidado sexual del hombre con un punto de vista muy de la época, lleno de mandatos y prejuicios. Fue mi primera ventana a la sexualidad cuando no había educación sexual y en televisión no se hablaba del tema. Aún hoy de la sexualidad masculina se habla poco y se tiende a pensar que es simple, mientras que la de las mujeres es compleja. Eso me llevó a volver a “Higiene sexual del soltero” y escribir con ese mismo título la historia de Junior, un chico que va andando y desandando los mandatos de masculinidad que son la base de la educación que recibió él, su padre y su abuelo, mientras lentamente se va enfrentando a los cambios que impone la época.
P.: Su novela es un diario íntimo de sus descubrimientos, ¿algo de eso ya en sus novelas anteriores?
E.M.: Si, todas son novelas de aprendizaje. No aprendo, no hay caso… Descubro o redescubro, y noto que algo falta por decir. Estamos habituados a las violencias que en el pasado ejercían los hombres hacia las mujeres. Nos cuesta más darnos cuenta de que el patriarcado también a nosotros nos limitó. Nos impuso la idea de familia, casarse, tener hijos. El mandato de paternidad existe con el agregado de ser el macho proveedor. Así como la mujer tenía prohibido trabajar, el hombre tenía prohibido no asumir esa responsabilidad,
P.: La revolución industrial y social, las guerras, la píldora, el “sexo, droga y rock and roll” y el feminismo hicieron que el lugar de la mujer no dejara de cambiar.
E.M.: En cambio el lugar del hombre no cambió tanto. Aún no logramos tener en cuenta para dónde ir. El modelo del macho proveedor ya no va, pero ¿qué se es entonces? A los varones heterosexuales nos cuesta aceptar los cambios. Y vemos aparecer hombres enojados, con bronca, que tienen como emblema una fálica motosierra, que se sienten amenazados por los cambios, y los niegan. Hay confrontaciones y reacomodamientos. Es lo que vive Junior, el protagonista de mi libro, que no es un hijo sano del patriarcado porque nunca aceptó del todo lo que le dijeron, y con los años va entendiendo las transformaciones. Hay mujeres que lo ayudan a entender lo que le pasaba con los mandatos con los que lo fueron encorsetando. Aprende de esas ideas, pero su real aprendizaje pasa por la cama.
P.: Su libro va de la inocencia infantil a las prácticas que recuerdan las “Noches de amor y alegría” de Henry Miller.
E.M.: Y al debate. Porque lo yo que quería era traer a la discusión qué pasa con los varones blancos heterosexuales de nuestro tiempo, algo no tan explorado, Mucho de eso se habla desde el manual, los slogans, los dogmas de ciertos movimientos sociales, y yo quería ir al territorio hacer, ver y escribir. y abrir propuestas sobre la nueva forma de ser hombre, de vincularse. Es cierto, hay un poco de nostalgia por el mundo perdido. Pero ahora él mandato no es ser poliamoroso, un hombre desconstruido, sino no recaer en lo que no había funcionado con uno, con su padre, con su abuelo. Mi libro es un aporte en un momento en que la literatura se fija mucho en cuestiones de género, sobre todo desde el punto de vista de la mujer. ¿Pero qué pasa no ya con el hombre monstruo, el victimario, el padre que abandona, el violador, el abusador, que aparecen hoy en la literatura sino con el hombre que nunca tuvo nada que ver con esos modelos?
P.: ¿Es una cuestión de género o de mercado que las mujeres sean hoy más publicadas que los hombres?
E.M.: Venden varias ediciones y tienen bestsellers. Es un fenómeno acá y en América Latina. Me parece muy bien, muy justo tras muchos años en que era todo lo contrario. Lo que no me parece tan bien es que sea un dictado del mercado, qué, de ser una necesidad social, de debate público, se transforme en una exigencia más del negocio editorial. Por suerte la literatura hace lo suyo, y el mercado acompaña o no acompaña. Se está poniendo énfasis en los géneros y analizando desde ahí, pero deberíamos prescindir de intereses que solo son emergentes de una coyuntura histórica. Se está dando ahora ese interés como algo predominante, pero creo que todo va a fluir finalmente hacia algo mucho más natural que prescinda de esta división que en este momento se está haciendo.
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