La inflación de agosto rindió examen. Es la primera mesa evaluadora del mes, y la más exigente. Después de dos meses de quietud excepcional, junio y julio, se sabía que habría fuertes aumentos (y resultaron algo superiores). Los precios minoristas treparon 0,6%. Mayoristas, 0,7%.
La Fed puede esperar. Subieron los precios, pero no la inflación
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El dólar global se mantuvo estable mientras el mercado reajusta sus posiciones
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EEUU: una economía en ebullición constante no precisa la ayuda de la FED
Los de importación crecieron 0,5% y los de exportación, 1,3%. El diablo, esta vez, no estuvo en los detalles. Metió la cola en los titulares que encabezaron los informes. La suba de los precios de la energía fue el villano. El único culpable. Y la inflación, bien se sabe, es el aumento sostenido y generalizado del índice de precios y no de un ítem particular. En el surtidor, trepó 10,6% el precio de la nafta.
Fue un sablazo al bolsillo. Subieron los precios de la energía, sí y mucho, pero no la inflación. La inflación subyacente apenas si se afectó. La versión núcleo minorista ascendió 0,3% después de sendas lecturas de 0,2% en junio y julio. Se esperaba una trifecta, y no pudo ser. El salto de 2% en el costo de los servicios de transporte, un efecto de segundo orden del encarecimiento de la energía, frustró esa expectativa.
Sin embargo, aun así, no arruinó la calificación final. La Fed no se pronunció (está bajo silencio de radio por el embargo que pesa sobre sus opiniones públicas en la antesala de cada reunión). Los mercados, sí. Y el que calla, otorga. No hubo queja, sino una clara distensión. La saga antiinflacionaria continúa, no se zanjó, pero marcha sobre la buena senda.
Cuán sostenido será el shock reciente de la energía se ignora. La OPEP plus renovó sus recortes de producción de crudo en momentos en que EE.UU. consume sus reservas estratégicas y debiera reponerlas. Tras mucho bregar, pudo por fin levantar los precios del barril WTI en torno a los 90 dólares por barril (y por encima, la variedad Brent). Si la venganza es un plato que se sirve frío, el cartel petrolero prefiere que se recaliente. En el corto plazo ello depende enteramente de que cumpla su palabra.
¿Se percibe algún contagio? No. Las facturas de electricidad (+0,2%) y gas (+0,1%) no sufrieron mella. Hacia allí podría derramarse la presión si persiste pero no hay señales todavía. Otros segmentos en ebullición hasta hace poco ya no sintonizan excesos.
La inflación de autos usados, por caso, viajó tres meses marcha atrás y recula 6,6% el último año. La inflación núcleo de los bienes físicos apenas suma 0,2% en los últimos doce meses. Queda en pie la inflación de los servicios de la vivienda, pero la suya es la crónica de una desaparición anunciada (más aún con las tasas hipotecarias en 7%).
¿Qué hará la Fed? Introdujo una pausa en junio, gatilló una suba de tasas de un cuarto de punto en julio y repetirá el paso al costado el miércoles. Nadie, ni el halcón Waller, discrepa con el plan de “ver y esperar”. Y a la inflación de agosto ya le clavaron el visto. Deberán, eso sí, revisar sus proyecciones económicas. La inflación está en línea con las estimaciones. Pero se quedaron cortos, muy cortos, con los bríos del PBI. Y como la mujer del César, deben comprometerse con la causa y parecerlo.
Bastaría con añadir un cuarto de punto a la tasa terminal y llevarla a 6%. Recién en noviembre se resolverá si dar el paso de 5,5% a 5,75%. Y el medio o cuarto de punto sobrante en la guantera sirve para anestesiar la especulación sobre cuándo iniciar la baja de tasas.
A caballo del aprobado de la inflación, y con el impulso del suceso de la colocación primaria de ARM en Bolsa (25% de alza el primer día), Wall Street ensayó una embestida. Quiso retomar el rally por sorpresa, pero no pudo.
El S&P 500 y el Nasdaq arremetieron, cruzaron el Rubicón de la media de 50 ruedas, el jueves, pero la ofensiva fracasó con la triple expiración de opciones. Y hubo que volver a cruzar la divisoria de aguas en retirada. El BCE subió un cuarto de punto sus tasas y sugirió que podría ser el fin de la travesía
. China da señales de vida y no de catástrofe. El futuro es promisorio. El presente es todavía pantanoso. Los republicanos hacen la parodia de un juicio político al presidente Biden y a la par deben acordar el presupuesto que rija a partir de octubre. Si no fluye el diálogo habrá que cerrar parcialmente el gobierno.
Nada grave. Turbulencias. Pero remontarlas requiere un empeño que no es típico de la estación. Por eso no solo la Fed prefiere ver y esperar. Que vengan los balances, a mediados de octubre y después de las fricciones políticas, y que ellos decidan el rumbo.
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