Montevideo - La quinta edición de la Bienal de Montevideo se inauguró la semana pasada en el imponente edificio del Palacio Legislativo. Las sesiones no se suspendieron y los organizadores de la Bienal, Laetitia d’Arenberg, Juan Etcheverrito, Ricardo Murara, junto al curador responsable, Alfons Hug y la operadora cultural Graciela Rompani, decidieron, con la anuencia de ambas Cámaras y las autoridades políticas, reunir en el Salón de los Pasos Perdidos hasta el 30 de noviembre, las expresiones más audaces del arte contemporáneo. El alemán Alfons Hug, curador de las bienales anteriores, presentó la idea que nuclea la exhibición actual. “El resto del mundo”, término utilizado en economía que impone un nuevo eje geográfico y atraviesa áreas del mundo alejadas de ciudades como Berlín o Nueva York, consideradas hasta ayer centros insoslayables de la producción artística.
Montevideo hizo foco en el “resto del mundo”
La quinta edición de su Bienal, inaugurada la semana pasada con curaduría del alemán Alfons Hug, expuso audaces expresiones del arte del mundo.
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El punto de partida de la Bienal es un hecho histórico: el tratado sobre el reparto de tierras firmado en 1518 por el Rey de España y el navegante Fernando de Magallanes. El curador pone el acento en la obra clave de su relato, “Imago Mundi” una video instalación del artista de Malasia, Ahmad Fuad Osman. Allí cuenta la fatídica travesía de Magallanes desde la perspectiva del esclavo malayo Enrique de Malacca, que el navegante compró en la India porque dominaba más de cinco idiomas y se convirtió en su traductor. La obra de Osman, habla del dominio de las potencias ibéricas y presenta a Malacca como uno de los pocos sobrevivientes de la primera circunnavegación, dado que luego de descubrir el estrecho que lleva su nombre, Magallanes murió en Filipinas. Según un prominente historiador veneciano, uno de los últimos deseos de Magallanes consistió en otorgarle a Malacca la libertad, la condición de “hombre libre”.
En su texto curatorial, Hug señala que esta obra es el “ancla poética y leitmotiv de la Bienal, que examina el estado del mundo desde una perspectiva decididamente periférica y no hegemónica. El eco de Enrique resuena en las nuevas voces de artistas de Indonesia, Kazajstán, Georgia, Azerbaiyán e Irán, yuxtapuestas a las de Brasil y Uruguay. Muchos de estos artistas proceden de regiones conflictivas, como el Cáucaso y Oriente Medio, o de Ucrania, donde se desarrolla actualmente el mayor conflicto entre la periferia y el viejo centro imperial. En su diario de guerra (1917-22), el teórico literario soviético Viktor Shklovskij predijo el desastre que se avecinaba: “Una corriente negra sopló desde la Rusia negra y vacía, la corriente de aire de la locura”.
Desde Kiev, Ucrania, llegó el artista Nikita Kadan con “El Obelisco negro” y alquitranado, un monumento que se levanta como demostración de “vergüenza”, tan imponente como aquellos destinados a exaltar la gloria. Y el inmenso Obelisco despierta la memoria de las penurias del mundo, a las que hoy se suma el conflicto entre Israel y Palestina, en el corazón del bello Salón de los Pasos Perdidos que posee más de 50 metros de longitud y 20 de altura, luz cenital, vitrales y mármoles de distintos colores. El Palacio Legislativo se inauguró en el año 1925 y es el espacio más distante de la caja blanca y minimalista propicia para exhibir el arte que, en este caso, se adapta a la arquitectura.
Entre las columnas se encuentran las cartografías con carácter tan histórico como subjetivo de la uruguaya Juliana Rosales, cuyas investigaciones adquieren el formato de grandes mapas. Hug ha dado varias veces la vuelta al mundo y le gusta destacar “He visto bienales en almacenes de puertos, bancos, museos, hangares, aeropuertos, astilleros, una cisterna del siglo VIII en Estambul, pero esta es la única que se hace en un Parlamento”. Hug curó dos bienales en San Pablo, la del Fin del Mundo en Ushuaia y la de Mercosur en Porto Alegre, además del Instituto Ítalo-Latinoamericano en la Bienal de Venecia. Hoy vive en Azerbaiyán, territorio ubicado entre Rusia, Irán y Turquía. De allí mismo proviene la película de Alexandre Michon, que en 1900 filmó una explosión de un pozo de petróleo en Bakú, cuando el apogeo del combustible atraía trabajadores de toda Europa.
El cuidado y la preservación del medio ambiente es un tema obligado. En esta muestra, Tita Salina de Palenbang, Indonesia, presenta “Isla” un video que relata el “plan” de construir 17.000 islas artificiales y “terrenos ganados al mar” en el mayor archipiélago del mundo. Tita recogió desechos marinos y basura plástica para construir otra isla artificial, de otra naturaleza. “Síndrome de Diógenes”, se llama la instalación de Santiago Grandal, obra demostrativa de la manía de acumular. Mientras describe una patología de adultos mayores, su arte ingresa en el campo de la psiquiatría. Por otra parte, Alejandra González Soca representa un sueño romántico en la instalación “Hilo partido”, un gigantesco vestido de novia conformado por cientos de vestidos que la artista pidió prestados y que llegaron acompañados por los sentimientos y deseos de sus propietarias. Fabricio Guaragna tiene a su cargo, las visitas guiadas en el Museo de Artes Visuales de Montevideo. Pero tiene, además, una activa vida nocturna como Drag Queen, y con esta identidad dialoga con los visitantes de la Bienal. El uruguayo Gustavo Jauge presentó sobre el piso, una gran rueda de biblioratos vacíos. La instalación enuncia una abierta crítica a las gestiones burocráticas mayormente inútiles. Las fotos de Dmytro Kozatsky, un soldado que resistió en Mariúpol, testimonian la resistencia ucraniana a la invasión rusa. Antes de su captura, logró postear sus fotos en las redes sociales y pidió que las imágenes fueran compartidas y viralizadas como un testimonio de la crueldad de la guerra. Y de este modo se cruza el arte con la vida real.
Los atuendos de Yudoyoko Yudi, de Jakarta, Indonesia, conjugan la belleza con el contenido explícito que incorpora en sus prendas. El artista trabaja en “Dress Code” con la habilidad y calidad de un brillante diseñador de moda. Con su estilo personal recorta con láser las líneas perfectas de la estrella y la media luna turca sobre un vestido rojo. Entretanto, también caladas en una túnica blanca se divisan desde lejos las letras que son emblema de la marca Louis Vuitton. Yudoyoko analiza a través de la indumentaria la potencia de los símbolos de comunicación social.
Entre otros artistas, Almagul Menlibayeva de Kazajistán presenta el proyecto “AI Realism Qantar” una serie de imágenes creadas con inteligencia artificial con palabras relacionadas con el dolor del cuerpo y el trauma colectivo del llamado “enero sangriento” de los disturbios de 2022. Finalmente, Alfons Hug pone ante los ojos de todos un sufrimiento humano inconmensurable, pero se pregunta: “¿Qué distingue a este nuevo arte?” Y se responde a sí mismo: “Además de la originalidad de los temas y del lenguaje de las formas, probablemente sea el factor humano: una actitud que reafirma la vida a pesar de todas las adversidades”.
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