“¿Qué legado le pasamos a nuestros hijos? Porque es muy contundente cómo esa percepción de la realidad y la historia que tenemos los afecta. La obra se pregunta cómo transmite e influye una madre a su hija”, dice Raquel Ameri, multipremiada por su papel de madre en “Rota” y que ahora encarna a una hija en “El malentendido”, basada en la famosa obra de Albert Camus, con adaptación de Natalia Villamil y dirección Mariano Stolkiner. La misma triada de “Rota” llega con este estreno al Cultural San Martín el sábado, sobre una madre y una hija que viven recluidas en un pueblo regentando una pequeña pensión y para ganar dinero deciden robarles a los viajeros que se hospedan, lo que deviene en un plan macabro.
Raquel Ameri: actualizar el “malentendido” de Camus
Desde el sábado actuará, en el Cultural San Martín, en la versión de Natalia Villamil con dirección de Mariano Stolkiner.
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El elenco se completa con Antonella Costa, Leonardo Saggese, Marta Haller y Pablo Rinaldi, el vestuario y escenografía es de Gabriela Gardelics y la iluminación de Ricardo Sica. Dialogamos con Ameri.
Periodista: ¿Cómo es esta adaptación del texto de Camus que hace Villamil?
Raquel Ameri: La original fue escrita hace 70 años por lo tanto se resignifica y genera impacto hoy por el contexto histórico y las problemáticas. La historia original no tiene modificaciones en la versión de Villamil pero sí está atravesada por su poética. Mantiene todos los planteos de aquellos filósofos existencialistas que siguen siendo actuales en un contexto distinto pese a siempre pareciera que la historia se repite, se vuelve cíclica y repetitiva.
P.: Una madre y una hija, ese vínculo sagrado que recrea en “Rota” como la madre de un femicida. ¿Qué puede decir del vínculo madre hija en esta obra?
R.A.: Acá juego el rol de hija. Las maternidades están siempre atravesadas por lo cultural respecto de todo lo que se espera de una madre, esa presencia y compañía, y el peso de la responsabilidad de una madre en relación a su hijo o hija. Es una historia totalmente diferente a “Rota” aunque en ambas hay un padre ausente y también se pone en juego hasta qué momento el rol de maternal está activo. Aquí encarno a una hija madura, de cuarentilargos, en una relación bastante simbiótica con su madre. Cuándo termina uno de ser hijo o hija y cuándo esa madre puede diferenciarse para dejar de ser sólo madre y convertirse en una mujer que toma decisiones. En esta obra se ve cómo la mirada del mundo de la madre condiciona la experiencia de la vida de la hija. Ensayar para esta obra como hija me permitió pensarme como madre y como hija de la madre que tengo. Como en “Rota”, el espectador saldrá con muchas preguntas y quizá contradicciones, con personajes, aún los más crueles, que acaso el espectador pueda querer abrazar y llegar a empatizar con la crueldad. Se sale de la sala con la historia a cuestas.
P.: ¿Cómo es ese círculo del que ninguna de las dos puede salir? ¿Qué rol viene a jugar el hijo que vuelve para buscarlas?
R.A.: La obra presenta una relación de madre e hija unidas fuertemente por un pasado que las ha marcado de una manera particular, las heridas nos constituyen y eso nos afecta. Este vínculo esta fortalecido por un pasado y una historia oscura que intentaron olvidar, Pero ante la llegada de ese hijo vuelve la memoria que refrescar esa historia de la que ellas quisieron escapar. En ese momento se ve cómo resignificamos nuestro presente en la medida que asumimos el pasado, podemos transformarnos con eso o seguir negándolo.
P.: ¿Qué otros temas aborda la obra?
R.A.: Cómo se sale de la trampa del dolor para renacer. En esta historia el renacimiento surge de tocar el fondo más profundo, cruel y oscuro. Puede resultar polémico y contradictorio pero la obra es un gran símbolo de cómo impacta en el espectador. Presenta una historia con realismo crudo y no se queda con lo literal de la primera capa sino que de ahí empieza ese contacto con el inconciente colectivo y la capacidad de transformarnos cuando hace espejo en quien la ve, aunque sea muy oscuro. Nos contacta con conceptos como la historia, la biografía, el olvido, la memoria, la identidad, los vínculos.
P.: ¿Qué puede decir de la puesta?
R.A.: Es un thriller, contado con estética y código de misterio, para que el espectador complete los interrogantes. Stolkiner tiene la capacidad de diversificar el lenguaje, los significados y no quedarse en una sola dirección y mensaje. Tiene una idea del teatro con cierta espectacularidad que lo dan las diferentes áreas. Hay coreografía también, es una obra donde hay una fusión interesante respecto de todos los rubros, que trabajaron en el proceso.
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