3 de julio 2019 - 00:00

"El nuevo progresismo es autoritario"

El autor, residente en París, sostiene que numerosas causas fueron dejadas en manos de populismos y nacionalismos reaccionarios.

Alejo Schapire. La izquierda abandonó sus sujetos históricos.
Alejo Schapire. "La izquierda abandonó sus sujetos históricos".

El progresismo se alejó de su inicial espacio político, los obreros, los campesinos, los desposeídos, para dedicarse a las minorías sexuales, étnicas y religiosas, y entregó el llamado campo popular al populismo, a los nacionalismos y autoritarismos: esto es lo que sostiene Alejo Schapire en “La traición progresista” (Libros del Zorzal) donde trata de cómo se manufactura el falso consenso, la actual libertad de ofender, el nuevo orden moral, el lenguaje exclusivo y el Estado de Israel como un obsesión progresista. El periodista argentino Schapire reside en Francia, estudió Filosofía en la Universidad Michel de Montaigne de Bordeaux, y desde 1995 es editor de programas para América Latina en Radio France Internationale, la radio pública francesa. Dialogamos con él:

Periodista: ¿Cómo le surgió la idea de escribir este libro?

Alejo Schapire: Aparece de lo que llamaría un problema familiar, un desencanto y divorcio con un progresismo que yo ya no reconocía como mi familia política. Vengo de una tradición de izquierda por mi formación, mis lecturas, y en un momento determinado ya no me reconocí más en esa familia, vi que había cambiado; eso me llevó a considerar si era yo el que había cambiado o si era aquel movimiento, que había partido de grandes ideales libertarios, el que había cambiado.

P.: Por el lado de su padre usted vivió el mundo de la alta sociedad, de la moda, de los clubes selectivos, de lo gourmet, de los viajes a destinos exclusivos...

  • S.: De joven me distancié de ese mundo que me resultaba ideológicamente problemático, frívolo, y busqué abrirme camino en el periodismo. Vengo de una familia de libreros, de editores de libros y revistas, y luego de programas de televisión. Desde mis abuelos nos ligaba un pensamiento progresista. Esas ideas, cimentadas en la libertad de expresión, de publicar lo que era interesante, llevaron a mí padre a pasar por la cárcel cuando era un joven editor.

P.: ¿En qué encontró que la izquierda había cambiado?

  • S.: La izquierda que tenía como centro al obrero, al campesino, a la lucha de clases, abandonó ese sujeto histórico. Lo cambió por las minorías sexuales, étnicas y religiosas. En vez de dirigirse al obrero, como era su tradición, empezó a dirigirse a los universitarios, a las masas de los campus, a las mujeres feministas, a los habitantes de los grandes núcleos urbanos, y abandonó sobre todo a la clase obrera blanca en Europa y Estados Unidos. Le regaló ese espacio al populismo, a Trump, a Marine Le Pen, a Matteo Salvini. A Viktor Orbán en Hungría, a quienes manejan hoy el grupo Visegrado, los países que antes estaban en la órbita soviética. Esos dirigentes de la nueva derecha conquistan con un discurso seductor, populista, a los sectores bajos, mientas la izquierda pasa a dedicarse a los grandes beneficiados de la globalización, los habitantes de las grandes urbes, la mujeres militantes, los grupos étnicos, las minorías sexuales. Con el crecimiento de internet la prensa de esos grupos cambia en sus intenciones, se aleja de la gente del campo, de los sectores trabajadores, de las pequeñas ciudades. Y toda esa gente, abandonada por la izquierda tradicional, va a parar a los brazos de los grandes demagogos populistas, nacionalistas. Y la nueva izquierda que se dedicó a las minorías, se comprometió además, en el peor de los sentidos, con los autoritarismos religiosos y las teocracias.

P.: El progresismo pasó de defender las libertades a censurar cuestiones de tipo ideológico, a imponer formas de hablar, a establecer prohibiciones en el lenguaje.

  • S.: Antes, en Occidente, la censura era algo de la derecha. Antes la defensa de la moral y la religión era de derecha. Hoy la moralina y la censura es cosa del progresismo. Hoy la defensa de la religión y su oscurantismo, cuando se trata del islam, es cosa del progresismo. Hoy el mismo progresismo que denuncia el machismo y la homofobia en la sociedad occidental hacen la vista gorda del macro machismo de las sociedades islámicas que tira de los techos de los edificios a los homosexuales y a las putas. Yo trato de desenmascarar ese doble discurso que es, para quienes recuerdan sus ideas del pasado, la traición del progresismo.

P.: ¿Se divirtió con Trudeau cambiando el himno nacional canadiense al lenguaje inclusivo, contando que el libro humorístico de los ’90 “Cuentos infantiles políticamente correctos”, hoy se toma como modelo de cómo se debe hablar?

  • S.: Ya no se entienden las ironías. La ironía supone que sabemos de lo que estamos hablando, y qué lo que se relata se vuelve inconcebible. Estamos perdiendo capacidades. Forzando inclusiones que caen en el absurdo. Hoy el progresismo con su “no hay que ofender a nadie”, y su policía del lenguaje, hacen del hablar algo muy complicado. Una jerga entre facciones. Un código entre iguales que se creen superiores. Hoy no se sabe ya diferenciar al autor del narrador. Piensan que la voz que relata es la del que firma el libro. Hoy Flaubert no podría decir “Madame Bovary soy yo” porque le saltarían con: “no, usted es un macho, blanco, heterosexual de la burguesía francesa que no puede pretender ponerse en el lugar de una mujer”. Hoy los autores, por absurdas cuestiones de género, están impedidos de algunas formas de expresión. Hay libros que ya han entrado en el Index feminista. En España sacan de las bibliotecas “La bella durmiente” porque el príncipe besa a la durmiente sin su consentimiento, y “Caperucita roja” porque es vehículo de los estereotipos de la mujer como víctima y el hombre como salvador. En la ópera “Carmen” de Bizet, reescrita por el director Leo Muscarato, la gitana arranca el arma a don José y le dispara, matándolo. Un final feminista porque “en una época del flagelo de la violencia contra las mujeres, es inconcebible que se aplauda el asesinato de una de ellas”. El nuevo progresismo tiene un catecismo autoritario. Se ha vuelto peligroso en más de un sentido.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

  • S.: Revisando una novela que algún día me gustaría publicar.

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