27 de octubre 2025 - 14:58

El ahorro de energía dejó de ser doméstico: ahora es estratégico

De cara al 2050, la eficiencia energética tiene una importancia equivalente a la expansión de las energías renovables en los escenarios de descarbonización.

Según datos de Accenture Research, una reducción del 20% en el consumo energético industrial evitaría inversiones de capital por 2.100 millones de dólares.

Según datos de Accenture Research, una reducción del 20% en el consumo energético industrial evitaría inversiones de capital por 2.100 millones de dólares.

Durante años, el concepto de “ahorrar energía” se explicó como una acción doméstica: apagar las luces, desenchufar cargadores y electrodomésticos, usar menos el aire acondicionado, etc. Sin embargo, la energía ya no es un tema de consumo individual, sino un factor estructural que interviene en el desarrollo económico y social de un país. La energía alimenta hogares, pero también grandes industrias, hospitales, educación, logística, producción y competitividad.

De acuerdo con el informe The Energy Provider’s Guide to Net Zero de Accenture, el costo de la transición energética será inviable si no se prioriza la eficiencia y el mundo necesitará u$s115.000 millones de inversión energética para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050[1]. Ese dato plantea un desafío y obliga a replantear el uso de la energía antes que su producción. El ahorro energético, en este nuevo paradigma, ya no es un gesto ecológico: es una condición económica, una política de Estado y una decisión estratégica para la competitividad.

Por otra parte, advierte que, si se intenta avanzar hacia la transición energética sin eficiencia, el costo de la electricidad podría más que duplicarse como porcentaje del ingreso de los hogares profundizando en la inequidad energética. Hoy, uno de cada tres hogares del mundo tiene dificultades para pagar su factura de energía. En Latinoamérica este dato representa el 47%, tres puntos más arriba en comparación con Norteamérica[2]. Este es el claro ejemplo de que los consumidores también están listos para el cambio: el 87% de los usuarios está dispuesto a adoptar productos energéticos eficientes si son accesibles y fáciles de implementar[3].

El ahorro energético ya no se trata de una conversación moralista ni de cambio de hábitos a nivel individual. Claramente nos indica que es momento de plantearlo con una mirada más técnica y operativa que signifique un cambio real, teniendo en cuenta que hablar de eficiencia energética también es hablar de competitividad. Las empresas que gestionan sus consumos con tecnología reducen costos, ganan productividad y resiliencia.

De cara al 2050, la eficiencia energética tiene una importancia equivalente a la expansión de las energías renovables en los escenarios de descarbonización. Cada punto ganado en eficiencia del lado del consumo reduce más del doble la energía primaria necesaria para generar electricidad, lo que implica un impacto directo sobre las emisiones y la demanda de gas natural.

Además, según datos de Accenture Research, una reducción del 20% en el consumo energético industrial evitaría inversiones de capital por 2.100 millones de dólares, reduciría los costos operativos en 226 mil millones, al tiempo que eliminaría 390 millones de toneladas de CO. En otras palabras, la eficiencia energética no compite con las renovables, las potencia.

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En ese sentido, la tecnología juega un rol crucial. El 63% de las compañías de energía ya está implementando agentes de IA[4], ya que son fundamentales para que estas empresas puedan avanzar hacia operaciones más eficientes. De igual forma, las plataformas de gestión energética, analítica avanzada e inteligencia artificial permiten reducir hasta un 30% la capacidad necesaria en redes eléctricas simplemente optimizando su uso y la IA puede transformar el 31% de las horas de trabajo operativas en el sector energético, generando eficiencia sin pérdida de calidad de servicio[5].

Argentina tiene un rol clave en esta discusión. De acuerdo con un informe de CAMMESA, el pasado 19 de octubre, Argentina alcanzó un 44,28% de demanda eléctrica abastecida por fuentes renovables según la Ley 26.190. Sin embargo, su matriz energética aún depende de fuentes no renovables. El desafío es usar con inteligencia la energía que ya producimos para avanzar hacia una economía energética eficiente incorporando la gestión energética industrial para reducir desperdicio productivo, modernizando las redes eléctricas con tecnología que evite pérdidas y democratizando la eficiencia con incentivos para hogares, PyMEs y provincias.

La transición energética no empieza en los grandes parques eólicos o en los paneles solares que vemos en las publicidades. Empieza cada vez que entendemos que el verdadero ahorro de energía no está en privarse, sino en decidir cómo usarla con inteligencia, eficiencia e innovación de cara al presente y al futuro. Ese es el verdadero objetivo: crecer sin desperdiciar, desarrollar sin contaminar e incluir sin retroceder.

Nicolás Ruiz Moreno es líder de Consultoría en Energía de Accenture Argentina.

[1] Informe The energy provider’s guide to net zero de Accenture (2024).

[2] IDEM 1 - P.5-6.

[3] IDEM 1 - P.20.

[4] Informe Making Reinvention Real de Accenture (2025).

[5] IDEM 1 - P.17.

[6] Dato de CAMMESA, tomado de nota de Ámbito Financiero.

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